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Abe, espejo del alcance de la «democracia» japonesa

Fuentes: Gara

Heredero de una ilustre dinastía de políticos conservadores, Shinzo Abe es desde ayer el primer ministro más joven de la historia reciente japonesa y el primero en no haber vivido la Segunda Guerra Mundial. Idolo del ala derecha del Partido Liberal-Demócrata (PLD), partido único en el Japón contemporáneo ­su presidente pasa a ser automáticamente primer […]

Heredero de una ilustre dinastía de políticos conservadores, Shinzo Abe es desde ayer el primer ministro más joven de la historia reciente japonesa y el primero en no haber vivido la Segunda Guerra Mundial.

Idolo del ala derecha del Partido Liberal-Demócrata (PLD), partido único en el Japón contemporáneo ­su presidente pasa a ser automáticamente primer ministro, prueba de «democracia» del homologado país nipón­, se le conoce como «el príncipe de los halcones» por su derechismo sin concesiones.

Fue educado desde su juventud para acceder a las más altas cotas de poder. Y es que los cargos políticos se heredan en Japón, y están directamente relacionados con la capacidad económica de las familias políticas. Otra muestra de «democracia» a la japonesa. En esta línea, cumple el sueño de su padre, Shintaron Abe, ministro de Exteriores que no pudo llegar a primer ministro.

Debe su popularidad en determinados sectores a la intransigencia con la que ha dirigido la política exterior respecto a Corea del Norte. El fue quien gestionó la llamada «crisis de los misiles norcoreanos», en la que su antecesor, Koizumi, se mantuvo en un segundo plano.

Defensor acérrimo desde su juventud de la remilitarización de Japón, se confiesa admirador de su abuelo, el ex primer ministro Nobusuke Kishi (1957-1960), figura política en plena Segunda Guerra Mundial que fue hecho prisionero por los estadounidenses.

Washington decidió amnistiarlo a cambio de su fiel colaboración con el nuevo Japón alineado con EEUU. Kishi impuso la renovación del impopular Tratado de Seguridad entre EEUU y Japón, fuertemente criticado entonces por la izquierda nipona.

Ferviente partidario de las visitas al santuario de Yasukuni, su label «imperial» podría ahorrarle esa necesidad, vital para su antecesor, lo que supondría un gesto de cara a China y a Corea.

Pero el hecho de que haya nombrado a otro halcón, Taro Aso, al frente de Exteriores, permite calibrar un tensionamiento de las relaciones. –