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Beijing responde a Washington

Fuentes: AIN

Parecería que una de las razones claves del existir imperial es la constante creación de tensiones, malestar y peligros. Y no tiene nada de extraña esa afirmación si se observa con detenimiento la actividad externa de Washington, incluso más allá de los colores políticos y hasta de piel que caracterizan a sus diferentes administraciones. Parece […]

Parecería que una de las razones claves del existir imperial es la constante creación de tensiones, malestar y peligros.

Y no tiene nada de extraña esa afirmación si se observa con detenimiento la actividad externa de Washington, incluso más allá de los colores políticos y hasta de piel que caracterizan a sus diferentes administraciones.

Parece que, molestos por el avance económico de China y su creciente papel e influencia políticos a escala internacional, ha llegado la hora para ciertos intereses norteamericanos de tensar la cuerda en los vínculos con el gigante asiático.

De manera que, sin mayores consideraciones, e incluso en violación de previos acuerdos bilaterales y del protocolo suscrito durante la visita del presidente Barack Obama a Beijing, en noviembre pasado, la Casa Blanca anunció que realizará nuevas ventas de armas modernas a Taiwán, la isla ubicada al este de las costas de la enorme nación asiática, y que desde 1949, con el compadrazgo gringo, alberga a gobiernos pro occidentales e incluso llegó a usurpar por decenios el lugar de la República Popular China en el concierto mundial.

Las anunciadas ventas norteamericanas comprenden 114 misiles Patriot, 60 helicópteros Black Hawk, equipamientos de comunicación para los aviones cazas F-16 taiwaneses, y buques antisubmarinos, entre otros equipos bélicos, todo por un monto de más de seis mil millones de dólares.

De inmediato, la cancillería china dio a conocer que quedaban suspendidos los intercambios militares con Washington, como una de las primeras reacciones oficiales.

Además, la propia fuente dijo que serían sancionadas las empresas norteñas que se involucren en tales transacciones de alijos bélicos, considerados por el gigante asiático como una inaceptable injerencia foránea en sus asuntos internos.

El comunicado explicó finalmente que, de manera inevitable, se verían perjudicados los intercambios chino-norteamericanos sobre otros asuntos de interés bilateral.

Y es que para China el asunto es sumamente sensible. Beijing considera a Taiwán como parte inalienable de su territorio, al que aspira aplicar el principio de un país dos sistemas, ya puesto en marcha en otros espacios antiguamente administrados por potencias extranjeras.

En el caso de la mencionada isla existen grandes obstáculos que van, desde los intereses agresivos de la primera potencia del orbe contra la nación asiática, hasta las tendencias de corte nacionalista impulsadas por algunas fuerzas políticas taiwanesas opuestas a todo proceso de reunificación.

Mientras, frente al nuevo y espinoso asunto, EE.UU. alegó que fortalecer militarmente a Taiwán ayuda al «equilibrio» en las fronteras chinas.

Lo cierto es que tamaña doblez e irresponsabilidad imperiales establecen nuevas zonas calientes a escala planetaria, como si fueran poco para los halcones gringos las palizas que están recibiendo sus tropas en Iraq y Afganistán.