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Irán frente a EE.UU./Israel

¿Se acerca la guerra?

Fuentes: Rebelión

Irán es considerado por Israel como su principal enemigo en el Medio Oriente y por EE.UU. el mayor obstáculo en sus planes de fortalecer la hegemonía en esa zona. Estos elementos bastan para que exista siempre la probabilidad de una guerra entre estos países.  Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y existen muchísimas […]

Irán es considerado por Israel como su principal enemigo en el Medio Oriente y por EE.UU. el mayor obstáculo en sus planes de fortalecer la hegemonía en esa zona. Estos elementos bastan para que exista siempre la probabilidad de una guerra entre estos países. 

Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y existen muchísimas variables que han acercado o alejado la guerra en los últimos años. En este momento se escuchan los llamados a la carga, pero cuidado, todos los bandos están concientes de los contextos internacional y regional actuales y las cautelas tienen aún ligera ventaja sobre los ímpetus.

Analicemos, someramente, cada uno de los actores de esta trama.

Israel vive hoy una situación interna bastante tensa. La división de las principales fuerzas políticas y los efectos de la crisis económica mundial indican, como históricamente ha ocurrido, la necesidad de ejecutar actos de fuerza con el fin de fortalecer el consenso y desviar la atención de los temas domésticos. De esta lógica se desprende la explicación para el crimen cometido contra la Flotilla de la Libertad y las amenazas contra Irán.

Irán, por su parte, acaba de enfrentar con éxito los planes subversivos externos que intentaron explotar una posible fisura del sistema islámico, y a un año de las elecciones presidenciales de junio de 2009, el gobierno ha recuperado el control de la situación, aunque habría que evaluar con detenimiento los costos y las ganancias de las medidas tomadas.

Su posición en la región se fortalece. Es reconocido como actor imprescindible en la solución de los conflictos palestino, libanés, iraquí y afgano, mantiene una actitud firme ante EE.UU., Occidente e Israel en defensa de su programa nuclear e incrementa sus relaciones políticas y económicas con todos los países de la región, las ex repúblicas soviéticas de Asia y con países latinoamericanos como Venezuela y Brasil.

EE.UU. sigue atascado en Iraq y Afganistán, dos conflictos que le restan recursos, tropas y consenso interno y externo. El gobierno de Obama trata de paliar los efectos de la crisis económica al interior del país, enfrenta el desastre ecológico por el derrame de petróleo y calienta la situación en la península Coreana, a lo que se suma la enorme preocupación que existe dentro de EE.UU. por el programa nuclear iraní. La concepción estratégica estadounidense no concibe en la región a un Irán con el control de la energía nuclear.

¿Ante este panorama cabe la posibilidad de un ataque de EE.UU. e/o Israel contra las instalaciones nucleares de Irán?

Está claro que EE.UU. e Israel tratarán de evitar que Irán alcance un mayor dominio de la energía nuclear. También están conscientes de que Teherán no cederá en sus planes, a los que tiene elemental derecho. A simple vista y bajo las lógicas imperial y sionista, parece evidente la acción armada contra el país persa.

Sin embargo, la historia siempre ha demostrado que el imperio y sus aliados inician las guerras que imaginan que pueden ganar rápidamente. Las experiencias de Iraq y Afganistán son dos serios frenos que hacen reflexionar al más audaz de los halcones de Washington, aún cuando públicamente suenen las trompetas de la guerra. El Pentágono sabe que ni Bagdad ni Kabul tenían el control sobre sus países, las fuerzas morales y militares ni el consenso interno que hoy posee Teherán.

Las instituciones armadas iraníes están equipadas con moderno armamento, en su mayoría de fabricación nacional y tienen amplia y cercana experiencia combativa. Disponen de una elevada capacidad movilizativa, con posibilidades de poner sobre las armas a millones de soldados entre profesionales, milicianos y reservistas. Los avances científicos de Irán le han permitido construir sistemas de misiles con distintos tipos de alcance, que podrían impactar en Israel o en las bases yanquis de la zona, lo que representa un poderoso elemento disuasivo.

Por otro lado, el estrecho de Hormuz, puerta de entrada al Golfo Pérsico, por donde pasan a diario los buques cargados de hidrocarburos, podría convertirse en otra arma para Irán y un elemento de presión sobre los países petroleros de la región que en caso de conflicto verían afectados sus intereses.

Conocida también por Washington es la influencia cultural, política y económica que ejerce Irán en Iraq y Afganistán, dos frentes que aglutinan más de 180 000 soldados yanquis que podrían convertirse de la noche a la mañana en blanco de certeros ataques de grupos político-religiosos que sentirían como propio un ataque contra Irán.

Por estas razones, EE.UU., Occidente e Israel han apostado a la implosión del sistema islámico iraní como la solución más ventajosa en las actuales circunstancias. Las protestas que se sucedieron después de la reelección de Mahmoud Ahmadineyad, fueron utilizadas y alentadas por los servicios especiales de estos países que vieron una oportunidad única para acelerar sus planes. Sobrepasada la situación, el tema nuclear continuó en la palestra.

Es entonces bajo esta lógica que se explican el ataque israelí a la Flotilla de la Libertad con la muerte de 9 ciudadanos turcos y la aprobación en el Consejo de Seguridad de la cuarta ronda de sanciones económicas contra Irán.

El crimen sionista es lo que necesitaba Israel para dar un golpe de efecto dentro de su país. Mientras que Washington, incapaz de frenar a su aliado, cumplió la misión de arroparlo y aceleró la aprobación de más sanciones económicas contra Teherán, en un intento de incrementar la presión política, respaldar a su aliado y reducir el impacto del acuerdo nuclear entre Turquía, Brasil e Irán.

Turquía, miembro de la OTAN, aliado de EE.UU. y con una sólida relación militar con Israel, es un fuerte opositor a un ataque contra el país persa pues los vínculos políticos, culturales y económicos entre Teherán y Ankara se incrementan cada vez más.

Entonces, ¿aceptarán EE.UU. e Israel a un Irán nuclear? Claro que no. El anuncio de nuevas sanciones económicas unilaterales por EE.UU. y la Unión Europea, al margen de lo aprobado por la ONU, así lo confirman.

Las nuevas medidas, esta vez con un alcance apreciable y con seguros efectos dentro de Irán, buscan lograr el debilitamiento real de su economía. En la actual coyuntura interna iraní los efectos económicos podrían conjugarse con el incremento de los planes subversivos de Occidente que persiguen promover el descontento y las protestas y hacer renacer con nuevos bríos la «Marea Verde», como se nombró al movimiento que trató de socavar las estructuras de la República Islámica

Israel apoya estos planes, aunque quiere medidas más drásticas que alejen lo que dice ser un peligro para su seguridad. El nivel de impunidad, el apoyo que recibe de Washington y Bruselas y su capacidad militar podrían llevarlo a realizar una acción unilateral que contaría, necesariamente, con el apoyo de sus aliados, aunque también en Tel Aviv se calculan los costos y los beneficios.

Por el momento, todo parece indicar que prevalecerán las acciones económicas, políticas y subversivas contra Irán. EEUU y Occidente tratarán de frenar a Israel para que se abstenga de una acción militar unilateral lo que seguirá incidiendo en la postura injusta de La Casa Blanca ante el tema palestino. No obstante, como dicen nuestros padres, siempre será bueno estar preparados para lo peor.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.