El 28 de febrero, once confederaciones sindicales y unos 5.000 sindicatos de la India se unieron para convocar una huelga en el sector industrial, que finalmente se convirtió en una huelga general. Y ello a pesar de numerosas sentencias judiciales que prohíben los bandhs o hartals, cierres totales que son naturalmente actos políticos dirigidos contra […]
El 28 de febrero, once confederaciones sindicales y unos 5.000 sindicatos de la India se unieron para convocar una huelga en el sector industrial, que finalmente se convirtió en una huelga general. Y ello a pesar de numerosas sentencias judiciales que prohíben los bandhs o hartals, cierres totales que son naturalmente actos políticos dirigidos contra el gobierno, pasando por encima de los patronos o los políticos individuales. En la mayoría de las provincias, la reacción del gobierno fue muy dura. En Kerala, el gobierno provincial del Partido del Congreso sancionó a los trabajadores dejándoles sin salario. En Bengala Occidental, el gobierno del Congreso Trinamul amenazó con romper la huelga y utilizó a los funcionarios como esquiroles, haciendo incluso turno de noche, a pesar de lo cual el 35% no acudió a sus puestos de trabajo. Frente a todo ello, la huelga fue un éxito.
Los trabajadores del carbón, la electricidad y la construcción siguieron solidariamente la consigna de huelga de los sindicatos. «Hemos tenido un gran apoyo de los mineros del carbón, las eléctricas y el transporte», declaró G. Sanjeev Reddy, Presidente del Congreso Nacional de Sindicatos de la India (INTUC). Entre las reivindicaciones, la exigencia de igual salario para igual trabajo para trabajadores fijos y precarios.
El Gobierno ha querido ignorar la huelga, declarándola un fracaso. Pero la realidad se ha impuesto con toda su amargura. La Asociación de Cámaras de Comercio e Industria de la India (Assocham) declaró que no había ninguna justificación para la huelga, que podría resultar en pérdidas de 1.000 millones de rupias (18 millones de euros) para la economía nacional.
Las reivindicaciones de la huelga son un salario mínimo interprofesional, contratos fijos para 50 millones de trabajadores precarios, control del gobierno del coste del nivel de vida y la inflación, y el fin de los despidos de trabajadores en las empresas rentables del sector público. En Kolkata (Calcuta), uno de los feudos del sindicalismo organizado, cerraron la mayoría de las sucursales bancarias, los comercios y otros negocios del sector servicios, retirándose de las calles los taxis y los rickshaws. El metro de la ciudad funcionó con normalidad y el Primer Ministro de Bengala Occidental, Mamata Banerjee, conocido por sus diatribas antisindicales y que había llevado a cabo una dura campaña contra la huelga, trajo a la ciudad 1.000 autobuses de compañías públicas. El jefe de policía de Kolkata, RK Pachnanda, desplegó en la ciudad 10.000 agentes de policía, incluyendo unidades antidisturbios en las oficinas del gobierno, cocheras de autobuses y estaciones del metro para enfrentarse a los piquetes informativos de los sindicatos. La agencia de noticias PTI ha informado de la detención de más de 100 sindicalistas en los piquetes por bloquear las vías férreas y el tráfico urbano.
En Mumbai, la capital financiera de la India, el secretario general de la Asociación Pan India de Empleados de Banca (AIBEA), Vishwas Utagi, ha declarado a PTI que «el cierre ha sido total» en el sector financiero. La Unidad de Transacciones del Banco Central ha parado también, «afectando a la banca privada y extranjera en la que no tenemos organización sindical».
En Nueva Delhi, el tráfico fue menos denso que de costumbre y la gente que llegaba a la estación central de trenes buscaba en vano transporte para dirigirse a otras partes de la ciudad. Solo una pareja de empleados ha trabajado en la sucursal del centro de la ciudad del Banco de la India, sin que hubiera sin embargo transacciones. Según los usuarios, el transporte en autobuses también ha funcionado por debajo de su nivel habitual.
La huelga general de veinticuatro horas ha afectado al conjunto de las actividades diarias en Karnataka, incluyendo Bangalore, en donde cerraron tiendas, bancos, fabricas, restaurantes y cines, el transporte público fue interrumpido y los rickshaws motorizados desaparecieron de las calles. Más de 10.000 trabajadores, representantes y delegados de distintos sindicatos, incluyendo los afiliados al INTUC, el Centro Sindical de la India (CITU), y de los sindicatos de banca organizaron manifestaciones frente al Ayuntamiento y en la plaza del Banco Mysore contra las políticas anti obreras del gobierno.
En Nagpur, la huelga no solo afectó a los transportes y a la banca, sino que por primera vez en los últimos años, el paro se extendió a la fabrica de armas de Ambhajhari, que produce obuses de artillería, incluyendo los de calibre 155 mm de los cañones Bofors, y el último modelo del misil Pinaka, de los que produce 24 unidades diariamente.
Ninguno atravesó la puerta ese día.
Los sindicatos de fábrica, las organizaciones de parados, los sindicatos de banca y de la enseñanza se han unido en esta convocatoria de huelga general. La Federación Pan India de Organizaciones de Profesores de Universidad (AIFUCTO) apoyó también la convocatoria. En todo el país, los profesores a tiempo completo acumulan retrasos salariales de más de cinco años, mientras aumenta el número de profesores contratados con sueldos ridículos.
El panorama es igualmente tétrico entre los funcionarios del gobierno. La subcontratación y la precarización de la fuerza de trabajo, que comenzó en 1993-94 ha tenido como consecuencia la pérdida de más de un millón de empleos fijos. La presión acumulada ha sido tal que incluso INTUC, el sindicato controlado por el Partido del Congreso, se ha visto obligado a convocar la huelga, junto a los sindicatos del PCI, PCI(M), socialistas y otros. Según los sindicatos, cientos de trabajadores fueron arrestados en numerosos estados, con 200 detenidos en Delhi y 2.000 en Jammu y Kashemira. En Bengala Occidental, donde el gobierno se ha opuesto y ha intentado romper la huelga, las cifras son aún mayores.
Durante más de dos décadas, la clase obrera ha hecho uso de su poder de manera muy desigual. La clase dominante ha podido hacer lo que ha querido a su antojo. La huelga ha obligado a las clases dominantes a volver a respetar a los trabajadores y a reconocer que:
Han amasado millones que nunca ganaron con su trabajo,
pero sin nuestros cerebros y nuestros músculos ninguna rueda giraría
Pero podemos doblegar su altivez y ganar nuestra libertad aprendiendo
que nuestra fuerza es la unidad.
(Para un informe detallado elaborado por el Centro Sindical de la India (CITU): http://www.citucentre.org/press_release/details.php?id=473&phpMyAdmin=3a7a0d985d532b349002380a96a45723)
Kunal Chattopdhyay es un analista político marxista hindú, miembro de Teachers and Scientist Against Maldevelopment (TASAM).
Fuente: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article24417
Traducción para Sin Permiso por G. Buster