«La revolución llega cuando nadie la espera; la puntualidad no es su fuerte», afirmaba el filósofo y dirigente trotskista, Daniel Bensaïd. La activista e investigadora en movimientos sociales y políticas agroalimentarias, Esther Vivas, retoma estas palabras como antídoto frente al derrotismo, en un presente marcado por la crisis, los planes de austeridad y los recortes. […]
«La revolución llega cuando nadie la espera; la puntualidad no es su fuerte», afirmaba el filósofo y dirigente trotskista, Daniel Bensaïd. La activista e investigadora en movimientos sociales y políticas agroalimentarias, Esther Vivas, retoma estas palabras como antídoto frente al derrotismo, en un presente marcado por la crisis, los planes de austeridad y los recortes. «El 14 de mayo de 2011 nadie hubiera dicho que al día siguiente se ocuparían las plazas y comenzarían, de manera inesperada, actos de desobediencia civil en todo el estado; nadie hubiera vaticinado el nacimiento del 15-M», asegura.
Invitada por la plataforma Auditoria Ciutadana del Deute del País Valencià, Esther Vivas ha presentado en Valencia el libro «Planeta indignado. Ocupando el futuro» (Ed. Sequitur), que la activista ha escrito en colaboración con Josep Maria Antentas. Durante su intervención, Vivas ha repasado las causas del surgimiento del 15-M, sus logros y principales retos, coincidiendo con el primer aniversario del movimiento de los indignados.
¿Por qué eclosiona el 15-M? ¿Por qué mucha gente que nunca se había movilizado o permanecía en su casa, víctima del desencanto, decide salir a la calle? En primer lugar, a juicio de Esther Vivas, por la gran crisis económica y social del sistema capitalista en la que estamos inmersos. «La indignación aumenta a medida que el 99% de la población se empobrece y paga los platos rotos de una crisis que no ha generado; la gente dice basta y quiere opinar; no entiende, por ejemplo, que los sueldos de los directivos de las empresas del IBEX 35 sean 90 veces superiores a los del asalariado medio; o un incremento del 9% del valor de los grandes patrimonios (en 2010 respecto al año anterior); o que Telefónica anunciara en 2010 un recorte del 20% de la plantilla mientras declaraba beneficios un 20% superiores a los del año anterior. Estas noticias actuaron como motor de la indignación popular en mayo de 2011″.
Además, en un contexto de protesta global y de luchas internacionalistas (la primavera árabe, sobre todo en Túnez y Egipto, o el referéndum en Islandia por el que el pueblo se niega a asumir la deuda con los bancos británicos y holandeses) se empieza a romper con la resignación. «Pensar que podemos cambiar las cosas es el primer paso para efectivamente cambiarlas; es ésta una de las grandes aportaciones del 15-M», subraya Vivas. Un año después, agrega la activista, «en el estado español los ciudadanos estamos pagando el rescate de la banca; es éste otro elemento que aviva la protesta; porque nosotros no vamos a ver ni un euro de los 100.000 millones destinados a reflotar los bancos españoles».
Un año después de que el 15-M eclosionara en las plazas, se convocaron manifestaciones en todo el estado que demostraron que el movimiento continuaba con buena salud, sólo que se había retirado a los barrios y pueblos para desarrollar un trabajo más sectorial. A la hora del balance, Vivas resalta que el «gran triunfo del movimiento es sobre todo simbólico, es decir, extender la indignación en el imaginario colectivo»; pero además se han conseguido pequeñas victorias de carácter «defensivo», como el freno de los desalojos de personas que no pueden afrontar sus hipotecas.
Más aún, «el 15-M ha impulsado el interés de los de abajo por reapropiarse de la política, hoy en manos de los políticos profesionales que copan las instituciones», opina la activista. Este punto, que hoy resulta muy evidente, «no lo era tanto antes del 15-M». Consignas como «no somos una mercancía en manos de políticos y banqueros» o la denuncia del mecanismo de «puertas giratorias» (trasvase continuo de políticos a la gran empresa privada y de ejecutivos a las instituciones) son aportaciones de los indignados.
También el 15-M ha sido capaz de construir un discurso contrahegemónico y alternativo al oficial, subraya la coautora de «Planeta indignado». Al lapidario «Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades» repetido por políticos y tertulianos, el 15-M responde que «han robado por encima de nuestras posibilidades» y que esto «no es una crisis, es una estafa». Es decir, «señalan que la crisis tiene culpables -las elites políticas y económicas, el 1%- y que nosotros -el 99% de la población- sufrimos las consecuencias». Además, el movimiento ha conseguido aumentar el listón de la protesta y de las demandas populares.
Porque, según Esther Vivas, «hay prácticas legales que resultan ilegítimas, y otras totalmente ilegítimas pero que se consideran ajustadas a la ley». Así, la opinión pública apoya en las encuestas la ocupación de edificios para alojar a personas desahuciadas, cuando anteriormente estas acciones se criminalizaban. «Si preguntáramos a la gente por la nacionalización de la banca o el impago de las deudas contraídas por una minoría, muchos estarían de acuerdo», opina Vivas. Las diferentes encuestas sobre apoyo popular a las demandas del 15-M oscilan entre el 80% (cuando irrumpió el movimiento, según el estudio de El País) y el 70% actual.
La activista e investigadora pone el énfasis en que hoy «se ocupan plazas, se resiste a los desalojos y cada vez más gente ve positiva la desobediencia civil». Pero esto implica también correr mayores riesgos. Porque el gobierno plantea endurecer el código penal para castigar los actos de desobediencia cívica. «Cada vez irá a más la represión y la criminalización de la protesta», augura Esther Vivas. «En junio de 2011 el conseller de Interior, Felip Puig, nos tildó de perroflautas para distanciarnos de la opinión pública, pero no lo consiguió; cuando las personas mayores promovían encierros y ocupaban ambulatorios ponían de manifiesto la pluralidad del movimiento; ¿eran también ellos perroflautas?».
Pero insistieron. Vivas recuerda cómo se dijo que Barcelona se erigió en «el centro del radicalismo europeo, en un eje que atravesaba Atenas y Berlín; pero en las protestas del 12 de mayo de 2012 se comprobó que quien realmente ejercía la violencia eran los cuerpos policiales». «Desde la huelga general del 29 de marzo se ha producido una gran escalada represiva: 113 personas han resultado detenidas en Cataluña. Cuatro personas fueron apresadas en Sabadell hace una semana por participar en piquetes. La secretaria de organización de la CGT en Barcelona, Laura Gómez, también fue detenida el día de la huelga por participar en una performance junto al edificio de la bolsa».
«Hay, además, casos de imputados por ocupación de edificios, las multas exorbitantes a los estudiantes del Luis Vives en Valencia; jóvenes que han perdido el ojo por el impacto de las pelotas de goma en Barcelona, politraumatismos como resultado de las cargas, ¿es esto violencia radical?», se interroga Esther Vivas. Según la investigadora y activista, «los procesos de criminalización y represión irán en aumento; pretenden aplicar los recortes por las buenas o con detenciones, multas y golpes de porra». El objetivo resulta evidente: «generar miedo en la gente».
En cuanto a los principales retos del 15-M, Esther Vivas ha reconocido que la indignación ha crecido en las calles pero, mientras, las políticas de recortes se ha multiplicado. Pero no hay que desesperar. Vivas recuerda la reflexión de Daniel Bensaïd sobre los ritmos y plazos en las luchas sociales: «Para cambiar las cosas hace falta una lenta impaciencia». «La crisis es de larga duración y, por tanto, la resistencia debe ser también de largo recorrido; los tiempos no siempre son iguales: se aceleran, se comprimen o se abren nuevas oportunidades; por ejemplo, los meses de mayo y junio de 2011 fueron de gran intensidad, a lo mejor equivalían a años de lucha», explica Vivas.
La irrupción del 15-M ha supuesto una cuña en la barrera del miedo y ha llevado la indignación a la calle. Uno de los grandes retos, ahora, es trasladar la protesta a las empresas, «a la sala de máquinas del capital», en palabras de Esther Vivas. Para ello, «hay que tender puentes entre el movimiento y el sindicalismo radical y combativo». Otra de las urgencias consiste en «potenciar la vertiente ecologista», «lo que no significa, en absoluto, abandonar las cuestiones económicas -recortes, desahucios, entre otras- en las que permanece volcado el 15-M. «Debe potenciarse el ecologismo radical frente a la lógica productivista del sistema; no hay que olvidar que esta vertiente ecológica es la que distingue la actual crisis de la de los años 1929 o 1973».
Por último, recuerda Esther Vivas, la agenda indignada ha de incluir la perspectiva feminista. Porque los recortes en sanidad, educación o en la ley de dependencia afectan singularmente a las mujeres; y porque los contratos a tiempo parcial en el estado español afectan en un 80% a la población femenina; además, a igual trabajo en la misma empresa, las mujeres cobran un salario inferior en un 22% al de los trabajadores. Esther Vivas ha puesto como ejemplo el trabajo desarrollado por las comisiones feministas del 15-M en Madrid y Barcelona.
¿Qué ocurrirá dentro de un año? Posiblemente haya que mirar a Grecia para saberlo. Según la autora de «Planeta indignado», «el país heleno se ha convertido en un laboratorio para el capitalismo neoliberal, pues allí está ensayando sus recortes de la manera más severa; pero también en Grecia se han convocado más de 20 huelgas generales. Es, por tanto, un laboratorio de resistencias; si finalmente vencen la Troika y los «hombres de negro» y se impone el memorándum, ocurrirá seguramente lo mismo en la periferia europea».
Ahora bien, «tenemos mucho miedo pero estamos empezando a perderlo; el miedo empieza a cambiar de bando, como lo prueba la página web de Felip Puig para la inculpación de activistas, el endurecimiento del nuevo código penal o las detenciones preventivas; Son señales de inseguridad; porque cuando los de abajo se movilizan, los de arriba se tambalean», subraya Esther Vivas, quien además alerta: «la crisis puede tener una salida de izquierdas y progresista, o reaccionaria y xenófoba; Grecia es también en este sentido un buen laboratorio, por el crecimiento de Aurora Dorada; Plataforma Per Catalunya también ha aumentado su presencia con la crisis», concluye la activista.
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