Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Esta semana The Economist describe el creciente sufrimiento de 75 millones de ciudadanos iraníes como consecuencia del régimen de sanciones que EEUU y sus aliados les han impuesto. Quiero subrayar los párrafos siguientes:
«Hace seis años, cuando EEUU y Europa estaban poniendo en marcha el primer paquete de medidas para presionar a Irán y que se olvidara de sus ambiciones nucleares, la charla iba de sanciones «inteligentes». Occidente, se subrayaba, no tenía ningún problema con el pueblo iraní, solo con su régimen, que parecía empeñarse en conseguir la bomba nuclear, o al menos en lograr la capacidad de construir una. Sin embargo, como las sanciones cada vez son más punitivas, en vista de la intransigencia de Irán, son los iraníes de a pie los que están pagando el precio.
El 1 y 2 de octubre, el rial de Irán perdió más del 25% de su valor frente al dólar. Desde finales del pasado año se ha depreciado en más del 80%, la mayor parte de esa cantidad solo durante el anterior mes. A pesar de los subsidios que tratan de ayudar a los pobres, los precios de productos como la leche, el pan, el arroz, el yogurt y las verduras se han duplicado por lo menos desde comienzos de año. El pollo se ha convertido en un bien tan escaso que cuando llegan suministros se producen disturbios. El 3 de octubre, la policía de Teherán lanzó gases lacrimógenos contra la gente que se manifestaba por el colapso del rial. El principal bazar de la ciudad cerró debido a la imposibilidad de fijar precios exactos…
Se cree que el desempleo es tres veces mayor que la cifra oficial del 12%, y los salarios de millones de trabajadores no cualificados están por debajo del umbral oficial de la pobreza (alrededor de 235€ al mes).»
En otras informaciones se ha hablado también del omnipresente desempleo, inflación, escasez de medicinas e incluso enfrentamientos para conseguir alimentos.
Que las sanciones contra los países musulmanes causen gran sufrimiento humano no es solo inevitable sino que es parte del plan. En 2006, el alto funcionario israelí Dov Weisglass describía de modo infame el objetivo del bloqueo de su nación contra Gaza con esta cándida admisión: «La idea es poner a los palestinos a dieta, pero no hacer que se mueran de hambre». El representante demócrata Brad Sherman justificó las sanciones al régimen de Irán de esta forma: «Los críticos de las sanciones sostienen que estas medidas harán daño al pueblo iraní. Con toda franqueza, eso es justo lo que necesitamos».
Y de forma mucho más miserable aún, la adorada ex Secretaria de Estado demócrata Madeleine Albright -cuando Lesley Stahl, en el programa 60 Minutos le preguntó por los informes que decían que 500.000 niños iraquíes habían muerto como consecuencia de las sanciones contra ese país impuestas por EEUU- respondió estoicamente: «Creo que fue una opción muy dura pero pensamos que el precio mereció la pena». Tan extremo fue el sufrimiento causado por las sanciones en Iraq que un ex funcionario de la ONU, Denis Halliday, dimitió de su puesto en protesta y declaró que a la política de sanciones se le podía aplicar la definición formal de «genocidio»:
«Somos responsables ya de estar matando en Iraq a la gente, de destruir las familias, de destruir a sus niños, de permitir que los ancianos mueran por falta de las medicinas más elementales. Estamos permitiendo que mueran los niños que aún no habían nacido cuando Saddam Hussein cometió el error de invadir Kuwait.»
En un excelente artículo de opinión en Al-Jazeera de la pasada semana, Murtaza Hussain documentaba ampliamente la devastación causada por las sanciones contra el régimen sobre 26 millones de iraquíes -esa devastación que la Albright declaró que «merecía la pena»- y sostiene: «Está volviendo a repetirse, y deliberadamente, esa tragedia, sólo que esta vez el objetivo es la población de Irán». Explicó:
«Intensificar las sanciones contra el país ha hecho que el rial de Irán se desplome en caída libre hasta un 75% de su valor desde comienzos de año; y, algo que resulta impresionante, casi en un 60% solo en la pasada semana.
Los iraníes de a pie, completamente ajenos a su gobierno, han visto como sus vidas se paralizaban de repente y el colapso del sistema financiero ha vuelto imposible cualquier forma coherente de comercio». En las últimas semanas, el precio de productos como el arroz y el aceite para cocinar se han disparado por las nubes y productos que en otro tiempo eran habituales, como el pollo, se han convertido en algo que está completamente fuera del alcance del ciudadano medio.»
Ese es un hecho que debería perturbar profundamente a cualquier persona decente. En 2001, el escritor Chuck Sudetic visitó Iraq y escribió entonces en Mother Jones acerca de lo que vio: es decir, que el régimen de sanciones impuesto por EEUU «había matado a más civiles que todas las bombas químicas, biológicas o nucleares utilizadas en la historia de la humanidad».
Sin embargo, como Hussain señala, la larga década de sufrimientos de los iraquíes fue totalmente inútil cuando se consideró el ostensible objetivo de las sanciones: «Las sanciones no consiguieron sacar del poder a Saddam y en muchos sentidos ayudaron a fortalecer su control sobre el país al mantener a la abrumadora mayoría de la población dedicada únicamente en sobrevivir». Sin embargo, algunas aisladas excepciones, la misma idea de que puede socavarse un régimen debilitando de forma grave a una población que quizá en otra situación pudiera oponerse a él -debilitándoles literalmente a nivel físico a través de las privaciones de alimentos y medicinas-, no es solo intuitivamente absurdo y moralmente grotesco sino también empíricamente refutable.
Como recientemente documentaron Mohammad Sadeghi Esfahlani y Yamal Abdi en Foreign Policy, el régimen de sanciones, aunque causa estragos entre los iraníes normales y corrientes, no tiene prácticamente efecto alguno en sus dirigentes más que el de fortalecerles en su control del poder:
«En lugar de especular desde lejos, deberíamos escuchar a los iraníes sobre el terreno que están realmente luchando de forma directa por la democracia. Los dirigentes del Movimiento Verde y los defensores iraníes de la democracia y los derechos humanos se han opuesto rotundamente a las amplias sanciones y han advertido de que la confrontación, aislamiento y extenso castigo económico solo servirá para socavar la causa de la democracia y el imperio de la ley en Irán. Un nuevo informe de la International Civil Society Action Network (ICAN) documenta cómo las sanciones están destruyendo las fuentes del cambio social en Irán. ‘La clase media urbana, que ha jugado históricamente un papel central a la hora de impulsar el cambio y el progreso en Irán, es la principal víctima del régimen de sanciones’, según el informe.
Como documentaba el informe con un relato de primera mano sobre el terreno, las sanciones no están haciendo que la clase trabajadora se una al movimiento por la democracia en Irán, están haciendo todo lo contrario: diezmar a la clase media iraní, que ha estado en el núcleo del movimiento por la democracia al intensificar sus luchas económicas. El mayor impedimento que afronta el movimiento por la democracia iraní -como vimos cuando se produjeron las protestas del Movimiento Verde en 2009- es que los iraníes de las clases trabajadoras, que están dedicados a poder sobrevivir financieramente, son incapaces de enrolarse en una lucha por las libertades políticas.»
Es tan horroroso el sufrimiento acarreado por ese régimen de sanciones que algunos están empezando a sostener que sería más humano matar a los iraníes con un ataque aéreo. Ese fue el argumento avanzado hacia varios días por el editor-administrador de la revista Foreign Policy, Blake Hounshell, quien reflexionaba que estaba «empezando a preguntarse si ataques aéreos limitados contra Irán podrían realmente ser un curso de acción moralmente más sensato». Estaba contemplando la posibilidad de ataques aéreos, explicó después, porque quizá mereciera la pena «un par de miles de muertos» para evitar que «se destruyeran los medios de vida de 75 millones de personas».
Parte del anuncio de Hounshell es simplemente la forma en que las elites de la política exterior estadounidense de forma casual exigen acciones que saben perfectamente que van a acabar con la vida de cifras enormes de seres humanos inocentes: puede que sea el momento de causar «un par de miles de muertos», sugería con un bostezo casi audible. Y parte de eso es lo que la presidenta emérita del Council on Foreign Relaciones, Leslie Gelb, describía candorosamente como «la disposición e incentivos» entre los profesionales de política exterior de EEUU de «apoyar guerras que conserven credibilidad profesional y política». Es decir, por definición, apoyar una acción militar es lo que los influyentes comentaristas de la política exterior estadounidense hacen reflexivamente para medrar en sus propias carreras y llegar a ser importantes.
Pero parte de las declaraciones de Hounshell reflejan la dificultad para reconocer que el régimen de sanciones provoca una miseria humana tan intensa y extendida -en el pervertido mundo de Washington en el que los ataques aéreos y las sanciones son solo dos de las opciones cognoscibles- que extinguir las vidas de «un par de miles» de inocentes iraníes pueda realmente ser una opción más humanitaria cuando se sopesan los actuales sufrimientos de 75 millones de personas a causa del régimen de sanciones. Eso es lo que están consiguiendo las devastadoras sanciones.
Lo más extraordinario de todo esto es que el extremado sufrimiento humano causado por las sanciones impulsadas por EEUU apenas aparece recogido en el discurso político dominante en ese país. Una razón de que los estadounidenses se quedaran tan desconcertados tras el ataque del 11-S (¿Por qué nos odian tanto?) es la misma razón por la que continúan sorprendiéndose tanto de las protestas antiestadounidenses en el mundo musulmán (¿Por qué están tan enfadados?): es decir, que la mayoría de los estadounidenses no tienen ni idea, literalmente, porque nunca nadie se lo dice, de que la imposición por su gobierno de sanciones contra Iraq causó la muerte de cientos de miles de niños y, de forma muy parecida, no tienen ni idea de que el sufrimiento de los ciudadanos iraníes normales y corrientes es cada vez más intenso y grave.
Los pueblos del mundo musulmán (que son incesantemente descritos como víctimas de la propaganda) son bien conscientes de la devastación humana que las sanciones estadounidenses han causado, mientras que a los estadounidenses (que piensan que se benefician de una prensa libre y dinámica) se les oculta en gran medida todos esos hechos. Esa forma de pensar es, en parte, lo que explica los puntos de vista irreconciliables entre los pueblos de esas dos partes del mundo.
Como siempre, no vayan a pensar que el Partido Demócrata pone alguna objeción a todo esto. Hasta el punto que si tocan el tema del régimen de sanciones es, como de costumbre, para festejarlo: como prueba de la «agresividad» de Barack Obama y su lealtad a los intereses israelíes. Eso fue también así durante los años de Clinton, cuando muy pocos miembros del Partido Demócrata no se molestaron siquiera (y menos aún se opusieron) en reconocer la devastación letal causada en los civiles iraquíes, incluso ahora muy pocos consideran la noción de que las sanciones son estratégicamente desatinadas y moralmente indefendibles, y cuando discuten algún aspecto alaban a Obama por tomar medidas drásticas contra la economía iraní.
En resumen, la misma mentalidad que lleva a los demócratas a apoyar los ataques con aviones no tripulados, es lo que lleva a mantener ese apoyo a las sanciones: apoyan tácita e irreflexivamente la asunción de que EEUU va a acabar inevitablemente agrediendo y matando musulmanes, y después se dan a sí mismos palmaditas en la espalda por apoyar que se mate a los menos posibles (apoyo los aviones no tripulados porque son mejores que las invasiones a escala total; apoyo las sanciones porque son mejores que los ataques aéreos). Al parecer son incapaces de concebir una tercera alternativa: que EEUU podría o debería abstenerse de matar a gente inocente sobre todo en países musulmanes.
El apoyo de los demócratas a las sanciones contra Irán comparte algún otro atributo con la mentalidad a favor de los aviones no tripulados. No importa cuántas veces se documente que esos aviones no hacen que disminuya la amenaza del terrorismo sino todo lo contrario -generando odio hacia los estadounidenses que provoca más terrorismo-, pero los defensores de los aviones no tripulados insisten: tenemos que hacer esto para detener a los terroristas.
De forma idéntica, no importa cuántas veces se documentara que las sanciones contra Iraq realmente sirvieron para fortalecer el régimen de Saddam al matar de hambre literalmente a la oposición y al hacerles más dependientes del apoyo de ese régimen, los defensores de las sanciones insisten: tenemos que imponer sanciones que hagan daño a los iraníes normales para derrocar al régimen de Irán. Es exactamente como mostrar un estudio de un paciente de cáncer de pulmón para demostrar que fumar causa cáncer de pulmón, y después cruzarse de brazos mientras insisten en que van a aumentar la ingesta de cigarrillos para combatir ese cáncer.
Incluso si fuera verdad que las sanciones producen menos daños a los civiles que un ataque total sobre Irán, eso no debería justificar las sanciones. Pero, como prueba de que el sufrimiento humano causado por las sanciones en Irán no deja de crecer, incluso la premisa de esa afirmación, con todo lo irrelevante que es, parece cada vez menos convincente.
Terrorismo con aviones no tripulados
El político más popular de Pakistán, Imran Khan, se unió ayer con 32 valientes estadounidenses en una marcha hacia Waziristan contra los aviones no tripulados, en la cual Khan dijo: «La guerra contra el terror se ha convertido en una guerra de terror». Khan hizo también votos de que si saliera elegido Primer Ministro, echaría abajo los aviones no tripulados de EEUU que invadieran el espacio aéreo de Pakistán. Para comprender por qué la campaña estadounidense con aviones no tripulados puede denominarse de forma muy apropiada campaña de terror, véase el excelente análisis de Digby.
Nota de actualización:
Se me ocurre una pregunta más: Si el «terrorismo» obliga a usar la violencia contra los civiles para inducir el cambio político de su gobierno, ¿cómo se denomina cuando se impone a una población civil un intenso sufrimiento económico para inducir el cambio político de su gobierno? ¿Pueden distinguirse a nivel moral esas dos tácticas?
Glenn Greenwald es un ex abogado constitucionalista estadounidense, columnista, bloguero y escritor. Greenwald trabajó como abogado especializado en derechos civiles y constitucionales antes de convertirse en un colaborador de Salon.com , donde se centró en el análisis de temas políticos y jurídicos. Ha colaborado también con otros periódicos y revistas de información política como The New York Times, Los Angeles Times, The Guardian, The American Conservative, The National Interest e In These Times. En agosto de 2012, dejó Salon para colaborar con The Guardian.
Fuente original: http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2012/oct/07/iran-santions-suffering