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El colonialismo y Tony Blair (¿otra vez?)

Fuentes: Voces del Mundo

Una de las conversaciones más terribles que he tenido en este siglo tuvo lugar en Washington Square, en Greenwich Village, el 11 de septiembre de 2001. El hedor de las torres en llamas del World Trade Center y de sus ocupantes y demás contenidos flotaba en el aire, y el humo azulado era una niebla de olor repugnante. Acababa de encontrar a mi amigo, cuyo lugar de trabajo estaba a sólo unas manzanas de la estructura que se derrumbaba, y estuvimos sentados en el parque bebiendo una botella de vino. Un pequeño grupo de jóvenes de veintitantos años hablaba entre ellos cuando uno se volvió hacia mí y me preguntó qué pensaba que se debía hacer con los autores. Respondí que se debía encontrar, arrestar y juzgar a los responsables. Uno de los jóvenes del grupo no estaba de acuerdo. Como la mayoría de sus amigos, quería la guerra. Contra alguien. Este comentario no me sorprendió especialmente; al fin y al cabo, estábamos en Estados Unidos, donde la guerra siempre se sugiere como solución. Le pregunté qué creía que debería pasar después de su guerra. Fue entonces cuando un hombre negro del grupo tomó la palabra. Sus palabras fueron sencillas: «Colonizarlos a todos. Así es como podemos civilizarlos». Perdí los nervios. Le dije que era la historia del colonialismo la que había creado la situación que, en última instancia, había provocado que los autores de los atentados cometieran ese acto atroz y que más colonialismo no iba a cambiar eso. Él repitió su afirmación. Uno de sus amigos le preguntó si descendía de aquellos a quienes Estados Unidos había esclavizado. Él asintió con la cabeza. Le pregunté si entendía que el sistema de esclavitud estadounidense era un resultado directo del colonialismo. Empezaba a responder cuando se derrumbó el edificio conocido como Número 7. Nuestra conversación se vio interrumpida por el alboroto que provocó el derrumbe del edificio; mi amigo y yo fuimos a por algo de comida y más vino.

El colonialismo es una lacra que se niega a desaparecer. Su legado incluye decenas de millones de muertos, aún más de esclavizados y entornos destruidos. Su propósito era (y es) enriquecer a las potencias colonizadoras, neutralizar los movimientos de revoluciones populares y liberación nacional y garantizar el dominio de los pueblos del planeta por parte de unos pocos cuya arrogancia sólo es superada por su ansia de poder. Adopta muchas formas, militaristas y económicas, liberales y reaccionarias. A veces se vende como una forma de proporcionar libertad a los oprimidos y rechazados de la nación colonizadora; otras veces se presenta como un medio de desarrollo económico. En un ensayo titulado «Blind Imperial Arrogance» (La ciega arrogancia imperial), publicado el 20 de julio de 2003, Edward Said escribió: «Sin embargo, todos los imperios se dicen a sí mismos y al mundo que son diferentes a todos los demás imperios, que su misión no es saquear y controlar, sino educar y liberar». Por supuesto, y pase lo que pase, el colonialismo existe para enriquecer al poder colonial a expensas de los colonizados. Hasta que los colonizados no se liberen del colonizador, nunca conocerán la liberación. Esto es cierto tanto en el extranjero como dentro de la nación colonizadora más poderosa del mundo, Estados Unidos.

Se ha informado recientemente de que Estados Unidos está apoyando un plan que instalaría al ex primer ministro británico Tony Blair como jefe de la denominada Autoridad Internacional de Transición de Gaza (GITA, por sus siglas en inglés). Este plan volvería a situar a los agentes del Norte Global en el papel de supervisores coloniales en el sector de Gaza de Palestina. Con el pretexto de que las Naciones Unidas dirigirían esta autoridad colonial, las potencias coloniales occidentales volverían a controlar directamente parte de Palestina. Aunque el papel de Israel como guardián imperial no se vería necesariamente mermado, su actual matanza genocida ha limitado su eficacia en ese papel en el futuro inmediato. Esto no se debe a que Washington, Gran Bretaña y el resto de los gobiernos occidentales tengan un problema con la actuación de Tel Aviv a la hora de impedir la lucha palestina por la autodeterminación, sino porque demasiadas personas en las naciones occidentales que arman la matanza se oponen firmemente a ella. Al crear esta supuesta autoridad de transición —una autoridad con la que prácticamente ningún palestino ha manifestado su acuerdo en público—, Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea esperan frenar las protestas populares contra el genocidio israelí en sus respectivos países. Seamos claros, esto no es un paso hacia una Palestina soberana e independiente, sino otro intento de mantener el control de la región por parte de las potencias occidentales. Desde el mandato británico original tras la caída del Imperio otomano hasta el establecimiento del Estado sionista de Israel por parte de las potencias occidentales que buscaban mantener el control de la región conocida como Palestina, pasando por los Acuerdos de Oslo y esta Autoridad ideada por Occidente e inspirada en su mentalidad colonialista, el objetivo sigue siendo esencialmente el mismo: impedir la autodeterminación palestina.

No puedo evitar recordar la invasión y ocupación estadounidense de Iraq a principios de este siglo, cuando se impuso una «Autoridad» con un nombre similar al devastado pueblo iraquí. Conocida como la Autoridad Provisional de la Coalición en Iraq (CPA, por sus siglas en inglés) y quizás más famosa por su corrupción, arrogancia y mentalidad colonial sacada directamente de un discurso de Winston Churchill o de un villano de una novela de Joseph Conrad, la CPA existió como gobierno títere durante su breve existencia de un año. El hecho de que Tony Blair, el perro faldero de “Dubya” Bush, sea promocionado como jefe de esta Autoridad parece hacer que esas comparaciones sean aún más acertadas. Otra similitud es que se impide la participación de los grupos de resistencia armada. Si recordamos la situación en Iraq, fue una situación similar la que creó la resistencia iraquí a la ocupación. Además, el hecho de que el plan para imponer la GITA a los palestinos fuera supuestamente ideado por el yerno de Donald Trump y el especulador inmobiliario de los ricos Jared Kushner sólo da más credibilidad a sus intenciones colonialistas y a su posible fracaso. No nos cansaremos de repetirlo: ninguna «solución» a las demandas palestinas de soberanía y paz será impuesta desde Tel Aviv, Washington, Bruselas, Londres u otra capital mundial. Todos los esquemas, todos los planes de paz presentados por potencias extranjeras, ya sea por gobiernos individuales o bajo los auspicios de las Naciones Unidas, están destinados al fracaso si la mayoría de los palestinos no los apoyan. La historia lo ha dejado bien claro.

Texto en inglés: CounterPunch.org, traducido por Sinfo Fernández.

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/09/29/el-colonialismo-y-tony-blair-otra-vez/