La política de la mayor potencia mundial se orienta hacia el proteccionismo comercial y al cierre de fronteras, ha relocalizar al país en el concierto mundial detrás del lema «América Primero». La arquitectura neoliberal y el orden mundial están fuertemente cuestionados. Finalmente llegaron el día y la hora señalada y Donald Trump asumió como presidente […]
La política de la mayor potencia mundial se orienta hacia el proteccionismo comercial y al cierre de fronteras, ha relocalizar al país en el concierto mundial detrás del lema «América Primero». La arquitectura neoliberal y el orden mundial están fuertemente cuestionados.
Finalmente llegaron el día y la hora señalada y Donald Trump asumió como presidente de los EEUU, sus propuestas, sus amenazas y un estilo personal agresivo, xenófobo, sexista, antiecológico y poco formal han puesto al mundo bajo una fuerte tensión.
La hiperactividad desarrollada por el nuevo presidente de los EEUU está modificando velozmente muchos de los parámetros con los que se guiaba el mundo. Ofensiva contra México, renegociación del NAFTA, retiro del EEUU del Acuerdo Transpacífico; amenaza de elevar aranceles a los productos mexicanos y chinos y a los automóviles europeos. Desfinanciación de organismos internacionales como la ONU y la OTAN; descalificación de la UE, poniendo bajo la lupa la política de fortalecer el espacio europeo vigente desde los años ’50 del siglo pasado. Cuestionamiento a las políticas de una sola China y de la solución dos estados para Palestina. Desconocimiento del cambio climático y sus consecuencias. En contrapartida busca trabar una alianza de larga duración con Rusia, cuando esta ha extendido su área de influencia tanto en Europa como en Medio Oriente y obligar a China a una negociación bilateral.
Una economía de bajo crecimiento
El ciclo de crecimiento de la economía estadounidense es el más bajo en 30 años, hace una década que no logra superar el 3 por ciento. La nueva administración intenta recuperar el crecimiento y parte de los 5.000.000 millones de puestos de trabajo perdidos bajo la globalización mercantilista y la implantación de nuevas tecnologías. Se propone renegociar los acuerdos comerciales, especialmente con México y China para reducir el déficit comercial, del orden del 5 por ciento de su PBI. El déficit con el país latinoamericano es del orden de los 60.000 millones de dólares (sobre un intercambio total de 530 mil); mientras que con la potencia asiática es de 300.000 millones (sobre un intercambio de 560 mil)
Ciertos análisis impresionistas ya dan por seguro una guerra comercial abierta, sin embargo los intereses comerciales en juego son de una magnitud que de ellos depende buena parte de la inestable estabilidad mundial. El 80 por ciento de las exportaciones mexicanas y el 20 por ciento de las chinas van a EEUU, mientras que casi 3.5 millones de puestos de trabajo dependen de las exportaciones de EEUU a ambos países. La economía mexicana está estructuralmente integrada a la estadounidense, la integración de esta con la canadiense es casi total; más del 30 por ciento del comercio mundial es intrafirma, organizado por las corporaciones en cadenas de valor globales que incorporan productos de varios países; por si algo faltara, China detenta el 7 por ciento de la deuda pública de EEUU… Por lo tanto no pareciera que la política de Trump vaya a desembocar en una guerra comercial sino que busca forzar renegociaciones bilaterales para disminuir su déficit comercial, en paralelo presiona a las corporaciones para que inviertan en el país (las multinacionales tienen ganancias acumuladas en el exterior por 2.5 billones) y lanza un ambicioso programa keynesiano de obras públicas.
Un mundo desordenado
En estas cuatro décadas largas de neoliberalismo los países imperialistas tradicionales (EEUU, Inglaterra, Francia, Japón) han cedido espacios a nuevos centros capitalistas -proto imperialistas- como China y Rusia dando lugar a nuevas rivalidades geopolíticas y guerras localizadas que lo han tornado muy inestable. Así ha desembocado en un desorden internacional de características estructurales y en una crisis de la dominación, que está en la base de la crisis de larga duración abierta en el 2007-2008.
El reciente Foro Económico Mundial estuvo cruzado por las preocupaciones y temores que provoca este escenario, donde resaltan triunfos como el de Trump o el Brexit y los posibles avances políticos de las derechas extremas en las próximas elecciones europeas (Holanda, Francia, Alemania, tal vez Italia). Estas preocupaciones ya estaban presentes en la convocatoria: «El debilitamiento de múltiples sistemas ha erosionado la confianza en los niveles nacionales, regionales y globales. Y en ausencia de pasos innovadores y creíbles hacia su renovación, aumenta la probabilidad de una espiral descendente de la economía global impulsada por el proteccionismo, el populismo y el nativismo.»
Es que la globalización, ha entrado en una fase menguante. Los intercambios y las inversiones globales están creciendo a la mitad de lo que lo hacían hasta la crisis del 2008, la ronda de Doha está desbordada y la OMC prácticamente estancada. Paradojalmente cuando EEUU avanza hacia una suerte de neonacionalismo y proteccionismo, el presidente chino se asume en Davos como líder de la globalización mercantilista.
Es en este escenario por demás convulso que la administración Trump cuestiona tanto la arquitectura neoliberal levantada en los últimos cuarenta años como el orden y los equilibrios políticos construidos desde la salida de la 2da. Guerra mundial.
Ocurre que hay una contradicción estructural -que es histórica pero exacerbada por la globalización- entre la mundialización de la acumulación y su territorialización estatal, entre las burguesías mundializadas y las mercado internistas. EEUU sigue siendo la primera potencia económica y militar mundial y ha extendido su influencia cultural, sin embargo su peso en el concierto internacional ya no es lo que supo ser, tiende a abandonar su rol de administrador del desorden global y deja espacio a las potencias que quieran asumirlo. La administración Trump expresa esta tendencia, aunque no abandonará su rol de gendarme mundial.
El capital está en busca de un nuevo hegemón o de una alianza de potencias con la capacidad de contener e integrar los intereses estratégicos de diversos Estados. No en vano en Davos los principales magnates del mundo reclamaron «Un liderazgo sensible y responsable»
Lo que se quiere y lo que se puede
La nueva administración controlara el ejecutivo, la cámara de Representantes y el Senado, también la Corte Suprema de Justicia, ¿será suficiente para contrarrestar las fuerzas y poderes que se le opongan? ¿Cómo se resolverán los problemas económicos internos? ¿Cómo operaran las fracciones del capital con intereses diversos? ¿Qué del complejo militar industrial y de las corporaciones multinacionales? ¿Cómo se moverán las piezas en el damero geopolítico?
Juegan también las resistencias sociales, que en EEUU fueron iniciadas y dirigidas por mujeres y ellas fueron mayoría en las movilizaciones y no solo en el corazón del imperio. Las del pasado 21 de enero fueron históricas. Como dice la activista feminista Penélope Duggan «Por primera vez desde las marchas contra la guerra del 15 de febrero de 2003, millones de personas en diferentes países y en los siete continentes se manifestaron el mismo día y por las mismas razones, a la vez en un gesto de solidaridad internacional y también por saber que las mismas dinámicas políticas están en juego internacionalmente.
¿Hasta dónde llegará Mr. Trump? o mejor dicho ¿hasta dónde lo dejarán llegar? Es temprano para arriesgar lo que va a pasar pero no hay dudas que asistimos a un cambio cualitativo de proporciones no calculadas que tendrá consecuencias en el escenario mundial.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI -Economistas de Izquierda
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.