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El nuevo príncipe japonés saluda el sol naciente mientras bailan los esqueletos acribillados

Adiós Koizumi, hola Abe

Fuentes: Counterpunch

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Germán Leyens

Tokio. No importa lo que intente estos días la segunda economía del mundo, el Japón moderno, el de la supertecnología, resuena un siniestro traqueteo de viejos huesos del tiempo de la guerra – literalmente en este caso, incluso cuando marca el inicio del primer Primer Ministro nacido después de la Segunda Guerra Mundial.
Tokio y los medios del mundo están pendientes mientras comienza un proceso de una semana en el que el secretario del gabinete y presunto heredero Shinzo Abe, (que cumple 52 años el jueves) y conocido como El Príncipe, asumirá como primer ministro. Reemplaza al primer ministro saliente, apodado ridículamente «Corazón de león» Junichiro Koizumi, de 64 años, fan de Elvis, con permanente, que hace cinco años comenzó su período con una aclamación entusiasta pero insatisfecha.
Ambos son burócratas del aparato del conservador Partido Liberal Democrático (PLD) que ha gobernado Japón, con una pequeña interrupción, durante medio siglo de monotonía aletargadora. Por lo tanto nos preguntamos: ¿Qué hay de nuevo? Koizumi era diferente, decían, pero lo demostró de un modo inesperado para sus fanáticos.
No introdujo muchas de las reformas prometidas de la economía japonesa, que apenas se recupera, que a pesar de ello está lastrada actualmente con el ratio más elevado de deuda en relación con la producción. En lugar de hacerlo, Koizumi manifestó una capacidad coherente de enajenar a sus vecinos más próximos, China y las dos Coreas, con demostraciones descaradas de neonacionalismo durante cinco visitas anuales a un santuario de Tokio que honora a 14 de los peores criminales de guerra de Japón.
Las relaciones exteriores en el este de Asia se deterioraron en medio de estas manifestaciones de ambiciosos sueños de antigua gloria nacional. Para todos los que se aferran a esperanzas decrecientes de que podría tratarse de una aberración, la sucesión de Abe asegura un conservadurismo más beligerante que ignora las deudas impagas de Japón a sus antiguas víctimas.
Luego, en el momento preciso, aparecieron esas mismas víctimas. Justo antes del primer voto del miércoles para confirmar la ventaja de Abe sobre sus dos debilitados rivales en su partido, y así asegurar la confirmación parlamentaria el próximo martes, emergieron los viejos huesos – bajo un bloque de apartamentos residenciales en Toyama, Tokio.
Un periodista de AP publicó en todo el mundo la espeluznante historia de una enfermera, de 84 años, que confesó haber enterrado entre 60 y 100 cuerpos en ese sitio en agosto de 1945, para ocultarlos a las fuerzas de ocupación usamericanas que se aproximaban. La necesidad mantener el secreto se debía a que era casi seguro que los cadáveres y los trozos de cuerpos, algunos con agujeros perforados en huesos y cráneos, provenían del laboratorio de vivisección humana de Japón, la Unidad 731, que tenía una morgue secreta en Toyama.
Como informé en CounterPunch [27 de mayo de 2006, «The Pentagon and the Japanese Mengele»], la unidad de investigación de guerra bacteriológica de Japón, dirigida por el general del ejército y médico, Dr. Shiro Ishii, de 1932 a 1945, fue más grande y más amplia que cualquiera en Alemania nazi. El principal laboratorio ocupaba 60 kilómetros cuadrados en Pingfan, Manchuria, invadida por el ejército imperial en 1931 para iniciar su guerra de 14 años contra China. Allí, y en otras unidades como la morgue en Toyama, miles de civiles y soldados capturados, sobre todo chinos, pero también rusos y probablemente algunos prisioneros de guerra aliados, fueron sometidos a operaciones quirúrgicas experimentales sin anestesia. Ninguno sobrevivió.
China afirma que los japoneses mataron a 10 millones de sus ciudadanos y que Tokio nunca ofreció reparaciones adecuadas por este hecho o por la destrucción de sus ciudades. Japón se ha disculpado varias veces – Abe ofreció una disculpa poco entusiasta a principios de este mes – pero no manifiesta mucha convicción en su arrepentimiento. Un ejemplo: Tokio se niega a realizar pruebas de ADN de ninguno de los restos de las víctimas de la Unidad 731, a pesar de repetidas solicitudes de los parientes.
Y así vuelven, los horripilantes fantasmas y relictos de las brutalidades de Japón en Asia. Pero tal vez no sea justo. ¿Debemos perdonar y olvidar el pasado desvaneciente? Tal vez, pero el propio Abe trae consigo recuerdos indecorosos de todo el asunto.
Nació para gobernar, dicen, y su conservadurismo patriótico concuerda con el resurgente nacionalismo de Japón y su continua negativa de inclinarse ante las exigencias asiáticas de reparaciones. Abe dijo recientemente: «Durante los últimos 60 años, Japón se ha desarrollado como un país pacífico y democrático mientras reflexiona honradamente sobre el hecho de que numerosos japoneses han sufrido mucho miseria y que Japón causó muchos sufrimientos y dejó cicatrices en gentes de muchos países.»
Luego agregó: «Respecto a la evaluación de la guerra, sin embargo, pienso que debería quedar en manos de los historiadores.» Es una maniobra derechista familiar en Japón para evitar la culpa y perpetrar el argumento de Japón de que la guerra del Pacífico fue de autodefensa contra la agresión de USA y Gran Bretaña. Por cierto, está justificación exacta aparece junto a los objetos expuestos en el museo de la guerra próximo al santuario memorial Tasukuni («país pacífico») que es visitado por Koizumi.
¿Qué pasa, por lo tanto, con la historia y este primer ministro educado en la universidad, que estudió política en la Universidad del Sur de California? Como dijo el crítico japonés y especialista en economía asiática Hiroyuki Saka: «Me pregunto si una persona que ni siquiera puede declarar su propia visión de la historia es adecuada para ser el próximo dirigente de Japón.»
Abe es también un hipócrita, porque fue él quien dirigió la reciente promoción de nuevos textos escolares en Japón que describen la guerra del Pacífico como autodefensa. Ya ha ajustado la historia a su satisfacción. Con razón los críticos asiáticos de Japón se enfurecen ante una actitud semejante.
Sin embargo, a pesar de su profeso distanciamiento de la historia, Abe se propone impulsar la abolición del histórico y singular Artículo 9 de la constitución impuesto por USA que creó un Japón pacifista prohibiendo la guerra y permitiendo sólo una genuina autodefensa. También planea continuar con la reciente incursión militar, pero no de combate, de Japón en Iraq, con más expediciones en el exterior de sus «fuerzas de autodefensa» tal vez bajo otro nombre. Hablan de Líbano.
Como dijera en su libro publicado en julio: «Toward a Beautiful Country» [Hacia un país hermoso] (o debiera llamarse ‘País sumiso’): «Sí, tu propia vida es preciosa. Pero me pregunto si los japoneses de la posguerra se han imaginado alguna vez que existen valores que deben ser protegidos incluso mediante el sacrificio de sus vidas en defensa de la patria.» Abe nunca ha experimentado el servicio militar.
No obstante, ya que parece que está de acuerdo con la idea de que nació para gobernar, ¿cuál es su origen?
Su abuelo fue Nobusuke Kishi, criminal de guerra no procesado, encarcelado por la ocupación usamericana por su papel como ministro de municiones durante la guerra del Pacífico – el equivalente japonés de Albert Speer de Alemania, cuyo puesto nazi similar le valió 20 años en la prisión de Spandau. Kishi fue liberado cuando los usamericanos pusieron las consideraciones de la Guerra Fría por sobre la justicia. Su reacción: declarar que el Tribunal de Guerra de Tokio, al que escapó por tan poco, había sido una «farsa» cuyos efectos se esforzó luego por deshacer.
Y pudo hacerlo, porque Kishi llegó a ser primer ministro de Japón en 1957. También consolidó el Tratado de Seguridad Mutua USA-Japón de 1960, lo que su nieto apoya con entusiasmo en la actualidad, mientras presiona por una participación militar japonesa más vigorosa. Pero Kishi, que contribuyó al saqueo de Manchuria por el ejército imperial, continuó su siniestro pasado cultivando a un trío de otros saqueadores millonarios que ayudaron a financiar el PLD, que en gran parte fue fundado por Kishi.
El padre de Abe, Shintaro Abe, fue ministro de exteriores bajo el primer ministro del PLD, Yasuhiro Nakasone, quien en 1982 llegó a ser primer ministro para propugnar activamente la remilitarización. Su ministro de exteriores lo apoyó con empeño, y su hijo Shinzo también heredó ese entusiasmo.
Por lo tanto, la Segunda Guerra Mundial sobrevive en Japón gracias a su política nepotista. El padre de Koizumi, Junya, fue miembro de segunda generación en la Dieta (parlamento) elegido en 1937. Sirvió bajo los extremistas militaristas del tiempo de guerra y en 1944 supervisó la construcción de un aeropuerto desde el que despegaron pilotos kamikaze en sus misiones suicida. La ocupación purgó a Junya a fines de los años cuarenta, pero volvió a la Dieta y se convirtió en acérrimo partidario de – adivinen – el primer Kishi quien, después de terminar su período, ayudó a que Junya Koizumi se convirtiera en jefe de la Agencia de Defensa en 1962.
El hijo, Junichiro, reforzó como primer ministro la conexión de tiempos de guerra al nombrar a Taro Aso como ministro de exteriores en octubre del año pasado. El padre de este último fue propietario de ocho minas de carbón, incluyendo una en la isla sureña de Kyushu donde miles de coreanos y 300 prisioneros de guerra británicos y australianos esclavizados trabajaron en peligrosas condiciones subterráneas durante la guerra. Taro Aso, rival fracasado en la competencia por el puesto de primer ministro, dirigió la compañía minera en los años setenta y al parecer permitió que se ocultaran los restos de trabajadores muertos durante esa época. Aún no ha reconocido su conexión con su esclavización.
¿Lo empleará Abe? ¿Se sumarán otros con linaje del tiempo de la guerra al gobierno de Abe? Pronto lo sabremos. Mientras tanto, algunos observadores extranjeros cínicos ya describen el nuevo régimen como «camarilla manchuriana»
En el contexto japonés tal vez «The Manchurian Candidate» [El mensajero del miedo] sea LA analogía para el equipaje bélico que trae consigo Abe, a pesar de que su historia de lavado de cerebro va demasiado lejos – y que la Unidad 731 se calificaría como suficientemente siniestra. Los demás antecedentes del nuevo primer ministro, sin embargo, brindan la oportunidad para una especulación algo inquietante.
Christopher Reed es un periodista independiente británico que vive en Japón.

Fuente: CounterPunch

En Tlaxcala.

Germán Leyens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft y se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.