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La OTAN se excusa, pero sigue bombardeando

Afganistán: otra matanza de civiles

Fuentes: Peace Reporter

Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Gorka Larrabeiti

El martes por la tarde los superbombarderos estadounidenses B-1 soltaron artefactos de una tonelada sobre las casas de adobe de algunos pueblos del distrito de Panjuayi, a lo largo del río Arghandab, a una treintena de kilómetros al oeste de Kandahar. Bajo los escombros de decenas de casas arrasadas quedaron los cadáveres de sesenta, o quizá noventa civiles. Ancianos, mujeres y niños. «Ninguno de los muertos era talibán», ha declarado a la AFP un habitante de uno de los pueblos.

La OTAN echa la culpa a los talibanes.

Los mandos de la OTAN han declarado que en los ataques «selectivos» del martes murieron sólo combatientes talibanes, al menos 48. Aun admitiendo la «credibilidad» de las noticias de «daños colaterales», o sea, de la muerte de civiles inocentes, Mark Laity, representante civil de la OTAN en Afganistán (no es casualidad que haya hablado él en lugar de los usuales generales con uniforme de camuflaje), lamenta el hecho, pero ha querido precisar, sin embargo, que no es culpa de la OTAN si «los talibanes siguen usando civiles como escudos humanos», escondiéndose en áreas habitadas.

Zona prohibida: imposible investigar.

De que la noticia de ingentes pérdidas civiles sea atendible, no hay la menor duda, pues la han confirmado distintas fuentes, que difieren sólo en el numero de muertos: 90 según fuentes locales de la agencia Pajhwok; 85 según Bismallah Afghanmal, miembro del Consejo Provincial de Kandahar; 70 según Karim Jan, habitante de uno de los pueblos arrasados; 60 según un funcionario del gobierno que ha querido preservar su anonimato «por temor de represalias».

Condenas y rabia creciente.

La UNAMA (Misión de la ONU en Afganistán) se manifiesta «muy preocupada» por el «gran número de civiles» que han muerto en ataques de la OTAN. «La salvaguarda y el bienestar de los civiles deben estar siempre en primer lugar y toda víctima civil es inaceptable, sin excepciones», se lee en el documento difundido por la Misión.

Dentro del gobierno filo-occidental de Kabul, el malestar por estos «accidentes» está dando paso a una rabia difusa. Si el presidente Hamid Karzai, para no irritar a Washington, se limita todas las veces a invitar una y otra vez a la OTAN a fin de que «use mayor cautela para evitar pérdidas civiles», muchos políticos, aun de forma anónima, expresan su cólera hacia la OTAN. «¡No basta con pedir excusas! Estos accidentes se han vuelto demasiado frecuentes», ha declarado un anónimo funcionario afgano.

Ya no se puede hablar de «accidentes».

La frecuencia de casos de civiles muertos en ataques de la OTAN es ya tal que resulta difícil seguir llamándoles así. El 18 de octubre, 8 civiles murieron en un ataque en el mismo distrito de Panjwayi. El día anterior, 17 de octubre, otros 9 civiles murieron bajo las bombas OTAN en el distrito de Helmand. En la misma provincia, el 15 de octubre más bombas cayeron en Musa Qala provocando muchos heridos civiles (ver «La pesadilla de Hamida»). Un rosario de muertes que se perpetúa desde hace meses: 50 civiles muertos en Panjwayi el 9 de setiembre; otros 21 en la misma zona el 5 de setiembre; 10 en Musa Qala el 27 de agosto, y otros 13 el 25 de agosto; 15 civiles muertos en Zhari el 22 de agosto; y así sucesivamente. Decenas, cientos de muertes civiles que -según fuentes militares fidedignas de Peace Reporter- se camuflan como «talibanes» mediante el viejo sistema de las armas puestas al lado de los cadáveres (ver «La fábrica de los talibanes»).

Texto original en italiano tomado de:

http://www.peacereporter.net/dettaglio_articolo.php?idc=&idart=6592