En el marco del mes donde se celebra el día internacional de la lucha campesina por la tierra (17 abril), y el día de la Tierra -que son todos los días- (22 abril), presentamos la tercera entrega (2), donde se trata de conceptualizar la agricultura campesina como un referencial socioeconómico cultural, insurgente contra el modelo […]
En el marco del mes donde se celebra el día internacional de la lucha campesina por la tierra (17 abril), y el día de la Tierra -que son todos los días- (22 abril), presentamos la tercera entrega (2), donde se trata de conceptualizar la agricultura campesina como un referencial socioeconómico cultural, insurgente contra el modelo desarrollista, consumista. Nos queda pendiente, la cuarta y quinta entrega, referidas al cuestionamiento político de este ensayo, y la agricultura campesina y naturaleza, respectivamente.
La compresión es la antesala de cualquier acción de transformación liberadora. En se sentido, este escrito trata de introducir una línea de pensamiento sobre la agricultura campesina (AC), que la reafirme y potencie pero sobre todo que la distinga como uno de los referenciales socioeconómicos culturales, insurgentes contra el capital (3). Planteamiento medular para evitar su desintegración por el mercado con nuestra complicidad. Y ardua su concreción en un mundo donde las economías se encuentran estrechamente interconectadas. Para este propósito, nos ayudamos con los aportes del enfoque antropológico denominado «economía cultural» o «etnoeconomía», del cual nos reconocemos aspirantes (4). Nos adherimos entonces al planteamiento de Bird-David (1997), de «que si se trata de estudiar las economías no capitalistas, hay que desarrollar una teoría alternativa en términos apropiados, una teoría que se desprenda de la dimensión calculadora y lógica injertada en lo económico en la sociedad capitalista».
Para ello, se realizó una descripción e interpretación de la forma de organización y de los criterios de valor de la agricultura campesina desde la cosmovisión de sus protagonistas. Visualicémonos con un ejemplo: Samir (2008) en su estudio sobre la agricultura familiar como ‘agriculturas capitalistas o agriculturas en el capitalismo’, señala que constituyen un segmento indisociable de la economía capitalista, a la cual se integran completamente en los niveles de la realidad social (producción total para el mercado, propiedad de los medios de producción, equipamiento y rentabilidad). Aunque, «no son más que un subcontratista atrapado en las pinzas que forman por arriba el agronegocio, la industria, las finanzas, y por abajo la comercialización» (Ibíd., pág. 14). Manifiesta, que se podrían considerar ‘no capitalistas’ si se toma en cuenta la no división del trabajo; una renta que no corresponden con el capital invertido ni los salarios con los de los obreros industriales (de allí las subvenciones), la no destrucción de potencial ecológico y que los pocos asalariados no son explotados (Ibíd., pág. 13).
Samir realiza este abordaje en términos del modelo del desarrollismo productivista-industrial: productividad (producción por trabajador/año); eficacia como criterio de la adecuación de superficie, equipamiento y mecanización; capacidad de absorber innovaciones; flexibilidad de adaptación ante la demanda; la modernidad como sinónimo de mecanización, incluso menciona las «poco y muy modernizadas». Enfatiza que la baja productividad de la ‘agricultura campesina’ comparada con las agriculturas ‘familiares capitalistas’, radica en que no están equipadas con tractores y otros materiales, a menudo poseedora de pequeñas parcelas cultivables. Debilidad que se traduce en la pobreza del mundo rural (tres cuartas partes de las víctimas de la subalimentación son rurales), y en la incapacidad creciente de estos sistemas para garantizar el suministro alimenticio de las ciudades (5) (Ibíd., pág. 15). Samir, deja de lado en su análisis, precisamente lo que denominamos ‘la insurgencia de la agricultura campesina’ frente al capital: el auto aprovisionamiento, la no dependencia, el intercambio- redistribución-reciprocidad, la eficiencia biológica y energética, el cuidado de la naturaleza. Cuando comparó la agricultura campesina con la de la institucionalidad capitalista -como la única posible- (etnocentrismo), no sólo limitó la comprensión de esa otra economía, sino que perdió los rasgos que la identifican como una cultura económica diferente a la hegemónica, conduciéndolo a descalificarla como no moderna (6).
Lo anterior, nos lleva a precisar que en este trabajo nos estamos refiriendo a la agricultura que otrora caracterizara Chayanov como la «unidad doméstica campesina» (7), o más bien utilicemos la denominación que le diera Rosa Luxemburgo (s.f.): «economía natural (8)». La entendemos, como un mundo materializable, como una economía existente que sobrevive y confronta las leyes de mercado desde sus particularidades (ver ejemplo en Polanco-Loaiza, 2008) (9). Desde esa perspectiva decimos que la agricultura campesina confronta al capital cada vez que intercambia su semilla local, la conservan y la mejoran con prácticas autóctonas, cuando intercambia sus insumos biológicos, y servicios colectivos, cuando se organizan colectivamente y se apropian del proceso de producción, comercialización, distribución equitativa, y consumen y procesan lo local; cuando adoptan policultivos y sistemas asociativos, orgánicos, heterogéneos, cuando comparten en colectivo y cuidadosamente ‘los bienes comunes’ (tierra, agua, aire, semillas, otro). De esta manera, protege la naturaleza, diversidad, semillas, agua, alimentos y su procesamiento, y respeta los complejos y holísticos ciclos de los ecosistemas. Rescata y protege los conocimientos ancestrales (cultura, etnobotánica, transformación, gastronomía, otros). Lo confronta cuando sus valores, significados y creencias, no obedecen a agentes racionales que persiguen racionalmente solo sus intereses (10). Queda claro entonces, que en este trabajo nos referimos a aquellos campesinos y campesinas «que amanecen haciendo revolución».
Para apoyar esta agricultura, requerimos un nuevo pensamiento que conduzca a una nueva ciencia, una nueva academia, una nueva institucionalidad, al servicio de la vida y no de los intereses dominantes. Referenciales al respecto, los podemos encontrar con el movimiento internacional ‘Vía Campesina’ (www.viacampesina.org), y con ‘La Red Campesina Navdanya’ en India (www.navdanya.org). Insistimos en la idea de darnos cuenta de que estos mundos existen, en comprenderlos y asumirlos desde su racionalidad-accionar en el marco de sus propias teorías. Consideramos, que sin este nuevo conocimiento, corremos el riesgo de que la dinámica hegemónica la destruya, antes de lograr la sustitución del modelo hegemónico por el de un ‘buen vivir’. Una muestra feroz son los programas para la industrialización de la agricultura como los de la FAO, quienes mediante la ‘Iniciativa sobre el Aumento de los Precios de los Alimentos’ (IAPA), apoya las agriculturas familiares de más de 20 países de América Latina y el Caribe, con el objeto de aumentar su producción mediante un mayor acceso a insumos tales como semillas y fertilizantes. Buscan quebrar su autonomía, y lo consiguen con la complicidad de la institucionalidad nacional:
«El alza en los precios no es incentivo suficiente para que los pequeños agricultores incrementen su producción, ya que ellos no tienen acceso a los insumos agrícolas necesarios para hacerlo. Para que produzcan más, es esencial facilitarles el acceso a los insumos modernos y proveerles crédito». Uno de los proyectos sub-regionales, consiste en «aumentar los rendimientos y la producción de los cultivos de granos básicos en América Central hasta en un 60 % al cabo de tres años, a través de la oferta de semillas mejoradas a la agricultura familiar campesina en la región» (FAO, 2008) (se subraya el pretexto, la estrategia de erradicación, y la acción concreta).
Con el mismo proceder, han arremetido en el comercio climático con el ‘el rescate’ de la agricultura después de cada desastre (ver PNUMA, 2007: 181-200). Una estrategia diferente, son las «nuevas oportunidades para el desarrollo de la agricultura familiar a partir de la provisión de servicios ambientales» (11), donde la mercantilización de la naturaleza no tiene paragón, y los que pagan continúan con el mismo modo de producción depredador, so pretexto de conservacionistas. No queremos menospreciar las valiosas experiencias en este sentido pero se objeta el continuismo del modelo hegemónico. La invitación es repensar los principios proclamados en Bali 2002 sobre Justicia ambiental, y buscar cumplirlos fuera la organicidad-estructura marcada por el simbolismo económico del capital.
A lo anterior, le debemos agregar la venta y/o transferencia barata, comodato o arrendamiento de hasta 90 años de grandes superficies de tierra fértil por parte de los gobiernos nacionales al ‘agroimperialismo’ (China, Japón, países árabes, USA, Europa) (12), para la producción de alimentos y agro combustibles (desiertos verdes: soja, eucalipto, palma, otro). Lo que devendrá en desplazamientos masivos y destrucción de las formas de organización social de la producción, explotación, pauperización e inseguridad alimentaria. Petras (2008), señala que después de esta etapa, viene la toma de control de los insumos y servicios de las cadenas agrícolas y su monopolio. Para los que todavía tengan duda sobre la planificación del capital para la mercantilización del agro, puede revisar el último informe del Banco Mundial: Agricultura para el desarrollo 2008, en especial la parte II, una oda al neoliberalismo: ¿Qué puede hacer la agricultura a favor del desarrollo? (BM, 2008).
Mientras, leemos sin sorpresas la declaración final del G8 y los invitados especiales (G5: Brasil, China, India, México y África del Sur, así como Argentina, Australia y Egipto), del primer encuentro sobre agricultura, realizado entre el 18 y el 21 de abril de 2009, Treviso, Italia, la cual podríamos sintetizar como sigue: ante el hambre, el desastre climático y financiero, estimularemos inversiones en la agricultura en el ‘interés de toda la comunidad internacional’. La productividad agrícola, calidad, y ‘la competitividad’ de las ‘empresas agrícolas’, se asumirán como estrategias en las políticas económicas y de desarrollo (13).
«Hasta ahora, el enemigo no ha cesado de vencer» (Walter Benjamín. 1892-1940).
En próxima entrega, disertaremos sobre la agricultura y el alimento como arma sociopolítica económica. Estrategia de ayer y hoy.
Delia Polanco-Loaiza. Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela (Fagro- UCV).
Correo: [email protected]
NOTAS
1) El título pertenece a una frase de la canción ‘Campesino que amaneces’ de Albita Rodríguez en producción titulada: ‘Habrá música guajira’ (CD-Rom). Cuba. Por otro lado, nos interesa dejar claro que por revolución asumimos, la acepción de insurgir y transformar el orden hegemónico.
2) La primera entrega, titulada ‘Campesinos, cambio climático y FAO’, la puede ubicar en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=84013, y la segunda, «Agricultura familiar un buen negocio» en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=84143
3) Lander (2006:51), plantea que la actividad agrícola representa la principal frontera para la expansión de la lógica mercantil mundial, dado que -según establece la FAO-, aproximadamente el 60% de la tierra agrícola del planeta es cultivada por campesinos tradicionales o de subsistencia, mayoritariamente mujeres, los cuales asumen la actividad como un modo de vida, y no como una actividad económica dirigida a la producción de mercancías.
4) Bird-David (1997), señala que «El enfoque versa sobre la producción de un tipo específico de etnografía económica, una etnografía que conserve el sentido cultural del pensamiento, acciones e instituciones de los pueblos (…) Batista (s.f.), menciona que los seres humanos «viven en mundos ordenados y organizados simbólicamente. No hay «economía», sino «economías» que varían espacial y temporalmente. Podría afirmarse, en otras palabras, que la economía es social o culturalmente construida». Por tanto, no hay una realidad universal de economía.
5) La FAO (2007), ha reconocido que las agriculturas locales y ecológicas podrían alimentar a la humanidad. Y en ese sentido, nos preguntamos ¿por qué esos sistemas ‘tienen’ que suplir alimento a la ciudad? La ‘naturalización’ de las cosas. La propuesta es romper con la expropiación y desigual distribución del trabajo y la riqueza, de la cual, la dicotomía campo – ciudad, es una de sus máximas expresiones. Tal reflexión nos quedará pendiente para otro estudio.
6) Con los conceptos se trata de comprender las experiencias o eventos que emergen de la interacción con nuestro entorno. De allí deviene su importancia e implicaciones. Cualquier interpretación esta sujeta a la conceptualización bajo la cual se realice, y sus implicaciones se evidenciaran en los quehaceres.
7) Chayanov (1974), ubica como resultantes de la dinámica económica en la AC, la «unidad doméstica campesina» y la «explotación campesina mercantil». La primera, cultiva la tierra que le proporciona el auto aprovisionamiento a la familia acorde con su fuerza de trabajo, mientras que en la campesina mercantil, existe una desproporción entre la superficie cultivada y la fuerza de trabajo, que requiere contratación foránea u ofertar sus fuerzas de trabajo. El destino del producto puede ser para el autoconsumo o para la venta. Algunos autores como Caval (1988: 248), consideran estas formas de AC como «contradicciones conceptuales» en Chayanov.
8) Rosa Luxemburgo (1951: 234), definió la economía, como una relación simple entre lo que se necesita y la proporción requerida, mediado por el proceso productivo. No obstante, enfatizó que la ‘economía como ciencia’ nació por y para el modo capitalista de producción, y que desaparecería con el derrumbamiento de éste, y la instauración de un nuevo orden económico dirigido por las ‘fuerzas laborales de la humanidad’ (Ibíd., pág. 249). Nosotros consideramos que su defendida ‘economía natural’, la productora de alimentos, ropa, madera, herramienta, es decir, la que produce riqueza, y riqueza para todos, será subsumida por el capital sino le rescatamos.
9) Venezuela liderizó en la década de los 80, el primer trabajo para el estudio de los sistemas de producción agrícola, que fue aceptado por la Comunidad Andina de Naciones. Allí, propuso una clasificación para la agricultura campesina, utilizando como criterio la oferta de la fuerza de trabajo (FONIAP – PADRURAL, 1988:77-78). Actualmente, el Ministerio de Agricultura y Tierras está por publicar el Censo Agrícola Nacional, que probablemente nos arrojará información sobre las economías de la agricultura campesina existentes en el país.
10) Joaquín Miras, filósofo marxista, señala que «Son esas culturas de vida, moralmente fundamentadas en las ideas de igualdad, libertad, democracia, las que elaboran desde sus axiologías de valor vividas e intelectualmente defendidas, y dan sentido a las ideas de alternativa global comunitaria, democrática» (Galiza Libre, 2009).
11) Los cuatro servicios ambientales que más se destacan, son: secuestro y almacenamiento de carbono; protección a la biodiversidad, y protección de cuencas hidrográficas, y belleza de paisaje.
12) Denominación de Petras (2008). Ramonet (2009) lo señala como el ‘neocolonialismo agrario’. Un listado de los acaparadores mundiales de tierras, lo pueden encontrar en: www.grain.org/m/?id=213.
13) Puede bajar la declaración completa en la página de dicha reunión: http://www.g8agricultureministersmeeting.mipaaf.com/en/index.php?pL1=news&newsId=8895ca36c193f25a5c2a63beb291a259
Referencias bibliográficas
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