El Próximo foro en 2026 será en Benín, África
Katmandú, Nepal, se convirtió entre el 15 y el 19 de febrero en la capital internacional del altermundialismo al albergar una nueva edición del Foro Social Mundial (FSM).
Según los organizadores, participaron 50 mil personas –al menos 15 mil en la marcha de apertura– provenientes de 98 países y 1.400 organizaciones. Hay que remontarse a seis años atrás, a marzo de 2018, para recordar un foro tan concurrido. Entre medio, la edición postpandemia de 2022 en México, de débil participación, había marcado un reflujo de este espacio altermundialista nacido en enero de 2001 en Porto Alegre, Brasil.
Los convocantes a Nepal comunicaron que se realizaron más de 400
actividades, enmarcadas en trece temas diversos, entre ellos (aunque no
exclusivamente) la economía, la migración, la discriminación, el género, la
cultura, la guerra y la paz, el cambio climático, los grupos indígenas, los
derechos humanos, los movimientos sociales, etc. En la Plaza de las
Declaraciones se registraron más de 60 comunicados de organizaciones de todo el
mundo comprometiéndose a seguir trabajando por otro mundo más justo y
equitativo.
El día anterior a la apertura del evento de Katmandú, António Guterres,
secretario general de las Naciones Unidas envió un mensaje de saludo y
solidaridad. “El Foro Social Mundial representa un espacio importante para
alzar voces, centrarse en los más vulnerables, devolver la esperanza y
encontrar soluciones innovadoras para las personas y el planeta”. Guterres
defiende la necesidad de “unirse por el bien común”, como una necesidad
fundamental en “un momento en que los conflictos se recrudecen y las divisiones
geopolíticas aumentan”. Y concluye que un mundo de paz, dignidad y
sostenibilidad no sólo es posible, sino necesario (https://alter.quebec/message-dantonio-guterres-au-fsm-2024-au-nepal/).
“Participaron los más marginados”
Al momento del balance de este encuentro realizado en el mero
corazón de Asia, “sobresale la fuerte presencia local y regional, especialmente
de Nepal mismo y de la vecina India. Y en particular de los sectores más
marginados, como los Dalit (casta de los Intocables), campesina-os, muchas
activistas feministas de base, sindicalistas, pueblos originarios
históricamente marginados”, explica Carminda Mac Lorin, quien viajó desde
Canadá acompañada por una delegación mayoritariamente juvenil. Mac
Lorin, fue una de las coordinadoras de la edición del FSM de Montreal, en junio
de 2016, forma parte del Consejo Internacional –la instancia facilitadora del
FSM– y es la directora de la ONG Katalizo (https://www.katalizo.org/).
La militante canadiense evalúa que “se respiró un aire renovador y fresco
durante esos cinco días de foro, con una fuerte presencia de jóvenes”,
especialmente entre las y los 750 voluntarias-os que apoyaron la logística del
encuentro. “La renovación generacional es un imperativo esencial para asegurar
la continuidad y el avance de cualquier iniciativa de este tipo. No puede haber
cambios sistémicos sin la juventud y sus aportes innovadores”, sostiene Mac
Lorin.
También es esencial mantener y profundizar el perfil internacional del FSM. En
esta edición, aunque hubo participantes no asiáticos, estos fueron los menos:
no muchos europeos y norteamericanos y casi nula representación de África. Con
el agravante de que “un FSM sin la fuerza de la presencia de Brasil y de
Latinoamérica es como si le faltara un brazo o casi medio cuerpo”, explica la
joven militante canadiense. “Ha sido un dilema constante y desde siempre. El
mundo es grande y cada FSM siempre quedará lejos de alguien según donde se realice:
a Montreal en 2016 pudieron llegar muy pocos representantes africanos; en las
ediciones de Brasil, casi no hubo asiáticos… y así sucesivamente”.
Superar las deficiencias
Entre los problemas más significativos del evento de Nepal, Mac Lorin recapitula:
“fallamos en la circulación de la información previa; faltó una presencia
esencial de medios de comunicación, incluso los alternativos y solidarios; nos
cuesta innovar en las metodologías propias al evento; es fundamental aumentar
la presencia de los movimientos sociales en el FSM y en el Consejo
Internacional, como lo tematizaron, especialmente, representantes campesinos
africanos de La Vía Campesina”.
En cuanto a una próxima edición, confirma que “se barajaron propuestas para realizarla en un país del oeste africano y que en su reunión posterior al Foro el Consejo Internacional decidió convocarla en Benín, en 2026. Será una gran oportunidad para revitalizar la participación africana en el Foro”.
En lo que respecta a la delegación canadiense, propuso convocar
un Foro Social Mundial de Intersecciones en 2025, novedoso concepto que busca
promover el encuentro de generaciones, de género, del mundo rural y urbano, de
los más variados sectores discriminados, entre otros, para potencializar sus
experiencias, confluencias y respuestas comunes.
Más movilización, respeto a los nuevos valores
Mac Lorin coincide con el análisis reciente emitido desde Nepal por el historiador y militante belga Eric Toussaint sobre el peligro creciente que representa el crecimiento de la extrema derecha en diversas regiones del planeta y en la necesidad de constituir un amplio frente internacional, incluyendo al FSM pero más amplio que éste, para combatirlo (https://www.cadtm.org/Lanzar-un-gran-frente-internacional-contra-la-extrema-derecha).
“El análisis de Toussaint es muy interesante y totalmente pertinente. Se deben buscar nuevas formas de movilización comunes y unitarias”, afirma Mac Lorin. Y concluye que “dicha propuesta se enriquecería con la movilización que genera el propio FSM, que sigue siendo un espacio abierto que también tiene su importancia y pertinencia”.
Es imprescindible tener presente las nuevas formas de
participación, debate y funcionamiento que se han ido creando en estos más de
20 años de este proceso construido en torno al FSM, sostienen Mac Lorin. Y
concluye: “Cuenta con valores especiales que pretenden ir más allá de fórmulas
tradicionales de la militancia. Por ejemplo, la escucha y el respeto en la
diversidad; el aprendizaje común sin criterios de autoridad; la promoción de
una nueva cultura política; la horizontalidad de las relaciones y el compartir
experiencias, propuestas y agendas comunes, asegurándole siempre una presencia
viviente y activa a los que hoy, en el mundo, no tienen voz”.
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