Ban Ki-moon terminó sus 10 años como secretario general de la ONU en la víspera de Año Nuevo en Times Square viendo caer la bola, una costumbre en la medianoche del 31 de diciembre en la emblemática plaza de Nueva York. «Estaré en Times Square viendo caer la bola. Millones de personas me verán dejar […]
Ban Ki-moon terminó sus 10 años como secretario general de la ONU en la víspera de Año Nuevo en Times Square viendo caer la bola, una costumbre en la medianoche del 31 de diciembre en la emblemática plaza de Nueva York.
«Estaré en Times Square viendo caer la bola. Millones de personas me verán dejar mi trabajo», escribió en su cuenta de Twitter, refiriéndose a que los años de cortar cintas, de apretones de manos y de selfis se habían por fin terminado.
Ban, un diplomático de carrera que fue canciller de Corea del Sur, se abocó a sus deberes protocolares de forma incansable durante sus dos períodos de mandato al frente de la Secretaría General de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
Pero en lo que se refiere a las grandes responsabilidades que conlleva el cargo, son varias las críticas contra su gestión.
Los secretarios generales deben recorrer un delicado camino entre diplomacia y burocracia. Son funcionarios de los 193 estados miembro, pero también tienen la responsabilidad de ser una «verdadera voz» de la Carta de la ONU, observó Stephen Lewis, cofundador de la organización internacional AIDS-Free World, en diálogo con IPS.
«Con el estado actual del mundo, necesitamos un secretario general que le diga la verdad al poder, que diga lo que piensa y que adopte posiciones fuertes, lo que no fue una característica de los últimos años de mandato de Ban Ki-moon», remarcó Lewis, ex subdirector ejecutivo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y exembajador de Canada en la ONU.
También opinó que Ban pudo hacer mucho más, como lo hicieron sus predecesores Kofi Annan, de Ghana, y Dag Hammarskjold, de Suecia, dos secretarios generales admirados por su capacidad de hacer frente a los estados miembro cuando fuera necesario.
«Es la diferencia entre alguien que use las medias tintas para tratar de satisfacer a todos y alguien que diga, mi trabajo es conducir a este mundo según ciertos principios, respetar la Carta y decirle a los estados miembro que están equivocados y que violan sus derechos humanos», añadió.
La Carta es el documento fundador de la ONU, creada en 1945 al final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
El experto, Richard Gowan, quien trabaja en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, coincidió en que Ban trató de ser diplomático y no entrar en desacuerdos con los estados miembro.
«Ban es un diplomático tradicional hasta la médula. Siempre consideró que ofender a las grandes potencias era tabú», apuntó.
Aunque, según Gowan, quien siguió de cerca su carrera, con el tiempo, Ban fue adoptando posiciones más firmes.
«Tras la crisis en Sri Lanka de 2009, sintió que debía subrayar las graves violaciones de derechos humanos. Es un hombre con moral», indicó.
Sin emabrgo, Gowan lo consideró demasiado cauteloso frente a las graves crisis que tuvo que afrontar la ONU, como los conflictos actuales en Siria y Sudán del Sur.
«La constante cantinela que escuché de funcionarios de la ONU en la última década es que Ban era demasiado cauteloso y estaba demasiado preocupado por proteger su propio cargo frente a las grandes crisis», apuntó Gowan.
Ban puede haber tenido una influencia limitada en las respuestas de los estados miembro a los desastres más duraderos del mundo, pero sí asumió su responsabilidad en lo que respecta a la respuesta del foro mundial.
Eso incluye la supervisión de los soldados de las fuerzas de paz, que aumentaron a 100.000 durante su mandato.
Las fuerzas de paz se vieron envueltas en escándalos, como los de abuso sexual, sin embargo, las críticas fueron contra la tibia respuesta que las autoridades de la ONU dieron a esos problemas.
La reacción del foro mundial durante la gestión de Ban parecen reflejar su falta de conocimiento sobre las particularidades de las operaciones de paz.
«Los secretarios generales no son magos. La burocracia de la ONU es difícil de manejar, y las operaciones de paz son especialmente difíciles de controlar», observó Gowan. «Pero Ban nunca pareció tener preciso sentido operativo de lo que la ONU hacía en el terreno», apuntó.
«Cuando las grandes crisis golpearon a una misión de la ONU o cuando estalló un escándalo de abuso sexual, siempre parecía estar a contrapié. Le reconozco el esfuerzo de tratar de hacer lo correcto respecto del cólera en Haití, pero actuó con lentitud», observó.
Gowan se refería al brote de cólera llevado por los soldados de Nepal a ese país caribeño en 2010 y que se propagó, en parte, por las aguas servidas sin tratar que se vertieron de una base de la ONU a las fuentes locales.
Las disculpas que pidió Ban a principios de diciembre de 2016 «fueron características de las medias tintas que satisfacen solo parte de su trabajo», opinó Lewis.
«Nunca aceptó la responsabilidad de llevar el cólera a Haití, solo pidió disculpas por las consecuencias de la enfermedad. En otras palabras, no llegó a hacerse cargo de una importante cuestión de principio», criticó.
La posición de Ban puede deberse a que asumir totalmente la responsabilidad de la ONU podría significar que los estados miembro tuvieran que pagar indemnizaciones al pueblo haitiano, pues miles de personas sucumbieron a la enfermedad.
Sin embargo, durante su mandato hubo avances en otras áreas, por ejemplo se considera que avanzó en materia de derechos de personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI) dentro del foro mundial, al expresar abiertamente su apoyo a la situación de ese colectivo.
Su sucesor, António Guterres, ex primer ministro de Portugal, asumió el cargo de secretario general el 1 de este mes, el inicio oficial de sus cinco años de mandato, con un mensaje de paz mundial.
«Esperamos que Guterres sea un Hammarskjold», indicó Lewis, refiriéndose al secretario general sueco admirado por su respeto y dedicación a la Carta de la ONU.
Traducido por Verónica Firme