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Nuestra salud no flota, por así decirlo, en el aire. Existen los llamados “determinantes sociales de la salud”: las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen son tan determinantes que afectan a la esperanza de vida, la prevalencia de enfermedades o el riesgo de suicidio. Si esto es así, imaginemos en el caso de la covid-19, una pandemia mundial a lo largo de casi ya un año, que, además de producir enfermedad y muertes, afecta al trabajo, el ocio, las relaciones personales o el modo de vida. El aislamiento social, el miedo al contagio, la incertidumbre, la inseguridad económica, el duelo; todo ello, además de la propia enfermedad, tiene un impacto sobre la salud integral de las personas, no solo sobre sus pulmones. Puede afectar y afecta, muy notablemente, a la salud mental.