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Bajo el volcán de AfPak

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Parte I

Bienvenidos a Pastunistán

 There must be some way out of here

Said the joker to the thief

There’s too much confusion

I can’t get no relief

Bob Dylan (All Along the Wachtower) [1]

Algo está sucediendo en AfPak, pero Vds. no acaban de entenderlo, ¿verdad, señores de los think tank de Washington?

Mientras Washington se dedica a ablandar a los «talibanes» -ya sean neo-talibanes afganos o del Tehreek-e-Taliban pakistaní (TTP, por sus siglas en inglés)-, en seguimiento de la lógica del Imperio del Caos para justificar el estacionamiento perenne en AfPak de tropas de EEUU y la OTAN, un número creciente de los pastunes que viven a ambos lados de la frontera han aprovechado la oportunidad y han empezado a considerar a los talibanes como un facilitador oportuno para la aparición de Pastunistán.

Pero el Pentágono no se llama a engaño y sabe exactamente cómo jugar su Nuevo Gran Juego en Eurasia. La balcanización de Afpak -la fragmentación tanto de Afganistán como de Pakistán- fraguará, entre otros estados, un Pastunistán y un Balochistán independientes. La lógica del Imperio del Caos sigue siendo una nueva versión del imperial divide y vencerás británico que postula que, al menos en teoría, es mucho más fácil controlar territorios sometidos.

No se metan con el nacionalismo pastún

Los pastunes tribales (desde Afganistán oriental hasta Pakistán occidental) nunca han renunciado a estar de nuevo unidos. Cualquier conocedor de AfPak sabe que la región sigue pagando el precio por la fatídica -y muchas cosas más- decisión imperial británica de «divide y vencerás» adoptada en 1897 para separar las tribus pastunes a través de la artificial Línea Durand. Esa Línea continúa constituyendo la frontera artificial entre Pakistán y Afganistán. Cualquiera que la haya cruzado, por ejemplo, por Torkham, al pie del paso Khyber, sabe lo que esto significa; la gente que pulula a ambos lados de la misma son todos primos que nunca han dejado de soñar con el imperio afgano pre-colonial Durrani, que se extendía por gran parte del Pakistán contemporáneo.

Pocos se han dado cuenta de que recientemente los pastunes estaban insistiendo en una demanda muy básica: que la Provincia Fronteriza Noroccidental (PFNO) en Pakistán cambiara su nombre a Pakhtunkhwa («Tierra de Pastunes»). En septiembre pasado, los punjabis, que son mayoría en Pakistán, desestimaron la demanda. Los nacionalistas pastunes protestaron en masa en la legendaria Peshawar, la capital de la PFNO. La liberación nacional pastún está en un momento álgido. Los Guevaras pastunes están listos para lanzar un llamamiento a las armas.

Pero, al igual que Washington, que ahora cuenta con algo de ayuda en el gobierno de Islamabad de su amigo/cliente el Presidente Asif Ali Zardari, ha emprendido desde 2001 una guerra fundamentalmente dirigida contra los pastunes, éstos no representan un movimiento monolítico. Todo se debe a la máxima de principios del siglo XXI que postulaba que prácticamente todo talibán es pastún, sin embargo, no todo pastún es talibán. Hay sectores importantes de pastunes laicos que rechazan al TTP y su rama de dogma diatópico fundamentalista islámico, aunque las masas pastunes puedan ver en el TTP el vehículo ideal para el advenimiento de Pastunistán.

Si seguimos el curso del dinero, vemos que el TTP, en Pakistán, está siendo en estos momentos mayoritariamente financiado por los acaudalados y piadosos hombres de negocios del Golfo y no por Islamabad. Los financieros se interesan más por la yihad que por el nacionalismo pastún, y eso socava la legitimidad de los talibanes como vehículos para el nacionalismo pastún. Al mismo tiempo, si el TTP y sus aliados se las han arreglado para establecer un control total sobre el estratégico corredor que se extiende desde el este de Afganistán al oeste de Pakistán, con o sin apoyo yihadista, y también, parcialmente, sobre Peshawar, el golpe de relaciones públicas no podía ser mayor: significa un emirato islámico constituido, a todos los efectos prácticos, como Pastunistán.

Otros factores que coadyuvan, además del TTP, en la deriva hacia Pastunistán: Los paquetes económicos y de ayuda de Occidente a Afpak son miserables y no llegan nunca hasta el pastún medio. La «revelación» en EEUU de lo que nunca fue un secreto en Afganistán, de que Ahmed Wali Karzai, el hermano del «ganador» de la sucia campaña electoral presidencial afgana, ha estado durante años a nómina de la CIA, ha eliminado cualquier posibilidad de que los pastunes crean en nada que emane de Kabul.

Los medios corporativos estadounidenses interesados en el kabuki (con arroz) de las elecciones presidenciales afganas mientras ignoran que lo que hace la inteligencia de la OTAN es sobornar a los altos señores de la guerra para que le proporcionen la «seguridad» sobre el terreno (un negocio bárbaro para ellos), además de los sobornos a los talibanes para que les permitan no acabar asesinados con sus artefactos explosivos. Aparte, cómo no, de los autosobornos. Los talibanes, a través de su ex ministro de asuntos exteriores, el Mullah Muttawakkil, acaban de rechazar una oferta estadounidense de ocho bases permanentes de la OTAN a cambio de seis gobernadores provinciales talibanes. Quieren que su arroz sea de Kabul, y quieren también comérselo.

El establishment del ejército y la seguridad en Islamabad, un estado dentro de otro estado, continúa siendo un anexo de Washington; los pastunes ven la actual ofensiva en Waziristan como la venta de Zardari a Washington, lo mismo que hizo antes «Busharraf», el Presidente Parvez Musharraf. Un gobierno fallido pakistaní, éste o cualquier otro, tiene cero posibilidades de controlar lo que son de facto tierras afganas en el lado pakistaní de la Línea Durand. Sólo en 2009, más de dos millones de pastunes se han visto forzados a convertirse en refugiados; se está hablando mucho de «genocidio pastún».

Así pues, sería mucho más fácil, e infinitamente menos sangriento, que Washington adoptara todo el tiempo la línea del Pentágono: permitidnos hacer lo que en Yugoslavia; permitidnos balcanizar; permitidnos restaurar el imperio afgano Durrani.

El segundo advenimiento

Una bestia dura, su hora por fin ha llegado: Pastunistán está alumbrándose ya.

Para empezar, aquellos «primos» a ambos lado de la frontera son todos pastunes tribales, mayoritariamente rurales. Siguen los mismos rituales religiosos conservadores, consagrados por la ultra-reaccionaria escuela Deobandi del Sur de Asia del Islam sunní, propagados por una inmensa red de madrazas (seminarios) made-in-Pakistán. Su negocio florece, como puede atestiguarse con una visita a Spinbaldak, en el sur de Afganistán, en la ruta entre Kandahar y Quetta; el pez grande prospera alimentándose del contrabando y narcotráfico, y todos los demás prosperan a través del transporte o negocio maderero. El flujo de dinero, dentro y fuera, es masivo, especialmente el que proviene de las transferencias de los trabajadores pastunes que trabajan duro en la zona del Golfo y más allá.

Políticamente, los pastunes están representados por partidos como el Jamaat-e-Ulema-e-Islami (JUI). Diplomáticamente, están muy bien conectados con el Golfo Pérsico y con la mayoría de los países de la Organización de la Conferencia Islámica. Desde un punto de vista militar, están representados por toda una miríada de grupos talibanes, no sólo por el TTP. Y, estratégicamente, exhiben una ironía deliciosa: un movimiento nacionalista, rural y ultra-religioso que lucha con uñas y dientes contra un gobierno de base urbana, corrupto, como si fueran una fantasía post-colonial del buen salvaje –a la Rousseau– combatiendo al Occidente colonial.

Esto puede que no sea lo que los izquierdistas intelectuales pastunes, relativamente laicos, tengan en mente; mantienen que las agencias de seguridad infestadas de punjabis controlan tanto el ejército pakistaní como a los talibanes, y preferirían librarse de ambos. Un grupo nacionalista como el Movimiento por la Conciencia Pastún cree que los mismos pastunes deberían librarse de los talibanes, no el ejército pakistaní bajo la bota del Pentágono. Al igual que en el predominantemente pastún Partido Nacional Awami, que está en el poder en la PFNO y que tiene que acoplarse un tanto con Islamabad, su sueño de un Pastunistán más equilibrado sigue teniendo aún un largo camino por delante.

Puede que tan sólo falte una cosa para que Pastunistán alcance la mayoría de edad: un pasaporte. No es difícil ver quién se beneficiará de ello.

Parte II

No parece muy difícil despedazarlo todo

«El horror… el horror». Al General Stanley McChrystal, el supremo del Pentágono en Afganistán, le están vendiendo masivamente en EEUU como una especie de guerrero Zen: una encarnación fiel del «mejor y más brillante» del siglo XXI. No obstante, puede que sea un intelectual guerrero más del estilo del Coronel Kurz que del Capitán Willard del Apocalypse Now de Francis Ford Coppola. En Iraq, estuvo al frente de una elite de escuadrones de la muerte y, por todos sus esquemas de maniobras de contrainsurgencia social a lo Confucio, continúa aún sin entender de qué van que realmente los pastunes.

McChrystal sigue desconcertado ante el hecho de que, en Afganistán, la mayoría de los pastunes jóvenes decidan convertirse en talibanes: Porque Kabul es inmensamente corrupta; porque los estadounidenses han bombardeado sus casas o asesinado a sus familias y amigos; porque no pueden mejorar su estatus social. Sencillamente, no quieren venderse por un puñado de dólares [devaluados] estadounidenses. Su infinita ofensiva tiene como objetivo expulsar a los ocupantes y reestablecer el Emirato Islámico de Afganistán, gobernado por la ley de la Sharia. En este sentido, los soldados de McChrystal son los nuevos soviéticos, no se diferencian del Ejército Rojo contra el que emprendieron la guerra en Afganistán durante los años de la década de 1980.

McChrystal -con toda su cháchara acerca de «asegurar a la población»- posiblemente no puede ser franco con el pueblo estadounidense en relación a los talibanes. Los afganos saben que si no fastidias a los talibanes, los talibanes no te fastidiarán a ti. Si eres un cultivador de la amapola del opio, los talibanes sólo te sacarán un pequeño impuesto por ello.

Conquistar los corazones y mentes de los pastunes al estilo Westmoreland [2], perdón, al estilo McChrystal, no es una propuesta para ganar. No hay ningún soldado de McChrystal que hable pastún para que pueda contrarrestar la sencilla frase que le dice el talibán al campesino: «Hacemos la yihad para echar a los extranjeros».

En cuanto al nexo talibanes/al-Qaida, sencillamente, los talibanes de ahora no necesitan a al-Qaida, y viceversa. Al-Qaida está estrechamente vinculada con los grupos pakistaníes, no con los afganos, tales como Lashkar-e-Taiba. Si McChrystal quiere encontrar a los yihadistas de al-Qaida, debería abrir tienda en Karachi, no en el Hindu Kush.

Durante el verano de 2009, 20.000 tropas estadounidenses y de la OTAN, practicando el dogma de hierro de «expulsar, ocupar y construir», pudieron tan sólo asegurar una tercera parte de la desértica provincia de Helmand. Los talibanes controlan al menos once provincias en Afganistán. Es fácil hacer los cálculos de lo que podría llevar «asegurar» las otras diez provincias, por no mencionar el país entero: hasta 2050, como el alto mando británico ha estado especulando. No es de extrañar que Washington se ahogue en un mar de cifras; se especula que McChrystal quiere 500.000 botas sobre el terreno antes de 2015. Si el confuciano McChrystal no las consigue, adiós a la contrainsurgencia; se volverá al infierno devastador de la guerra de misiles lanzados desde los aviones no tripulados.

Fragmentando, controlas

El Pentágono, así como la OTAN, no promoverán nunca un Pakistán fuerte, estable y realmente independiente. Las presiones de Washington sobre Islamabad seguirán siendo implacables. Y entonces se verá el regreso de lo que ahora se está reprimiendo: el escalofriante temor del Pentágono a que Islamabad pueda convertirse completamente un día en estado clientelista chino.

Los ocupantes de los cómodos sillones de cuero de los think tank contemplan el sueño de un estado pakistaní arrasado para siempre, víctima del choque entre el ejército de los punjabis contra los pastunes. ¿Qué falta entonces para que EEUU intente la balcanización de AfPak? Algunas jugosas perspectivas: lo más importante es neutralizar la también implacable ofensiva china para conseguir un acceso terrestre directo desde Xinjiang, y a través de Pakistán, hasta el Mar Arábigo (a través del puerto de Gwadar, en la provincia de Balochistán).

La lógica de Washington para ocupar Afganistán -nunca explicitada tras la historia tapadera de «combatir el extremismo islámico»- se basa en el puro y total espectro del dominio del Pentágono: para espiar mejor tanto a China como a Rusia con puestos de avanzada del imperio de las bases; para ocupar Oleoducstán [3] a través del oleoducto trans-afgano (TAPI), si es que alguna vez se construye; y para controlar la vía afgana del narcotráfico surtido por los señores de la guerra. Heroína barata está fluyendo hacia Rusia, Irán y Europa Oriental. No por casualidad, Moscú considera el opio/heroína como el factor más importante a enfrontar en Afganistán, no el fundamentalismo islámico.

En cuanto a esos de los think tank, siguen incorregibles. La pasada semana, en un guateque sobre Afganistán patrocinado por Rand en el Edificio Russell de la Oficina del Senado, el asesor de seguridad nacional del ex presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, el hombre que le regaló a los soviéticos su Vietnam en Afganistán, anunció que en 2001 había aconsejado a la administración de George W. Bush que invadiera Afganistán, pero que también le había dicho al supremo del Pentágono, Donald Rumsfeld, que el Pentágono no debería permanecer allí «como una fuerza extraterreste». Eso es exactamente lo que el Pentágono, justo ahora, está haciendo.

Y sin embargo, Zbigniew cree que EEUU no debería salir de Afganistán; que debería «utilizar toda nuestra capacidad de apalancamiento» para obligar a la OTAN a cumplir su misión, cualquiera que ésta sea. No es sorprendente que Zbigniew no pudiera ayudar a revelar cuál es el realmente el núcleo de la «misión»: Oleoducstán, es decir, construir el TAPI como sea.

China, India y Rusia pueden estar de acuerdo en que una solución regional -no estadounidense- para Afganistán puede ser el único camino a seguir, pero todavía no pueden ponerse de acuerdo sobre cómo formalizar una propuesta que debería ofrecerse en el marco de la Organización de Cooperación de Shanghai. Li Qinggong, el número dos del Consejo de China para Estudios sobre Política de Seguridad Nacional, ha sido una voz clave en esta propuesta. Washington, y no debe sorprendernos, quiere proseguir su marcha unilateralmente.

Todo evoca una publicación de la Institución Brookins escrita por Geoffrey Kemp y Robert Harvaky en 1997: Strategic Geograpy and the Changing Middle East, en la que identifican una «elipse estratégica energética», con un nódulo clave en el Caspio y otro en el Golfo Pérsico, que se concentra sobre el 70% de las reservas globales de petróleo y sobre el 40% de las reservas de gas natural. El estudio pone énfasis en que los recursos de estas zonas de «baja presión demográfica» estarían «amenazados» por la presión de miles de millones de seres que viven en las regiones pobres del Sur de Asia. Así pues, el control de los «estanes» del Asia Central musulmana, así como de Afganistán, sería esencial para levantar un muro tanto contra China como contra la India.

Así pues, desde las atalayas, los príncipes de la guerra siguen erre que erre. Esto significa siempre balcanización. Es un espectro de dominio total contra la red de seguridad energética asiática. El Pentágono sabe bien que AfPak es el puente terrestre clave entre Irán, al oeste, y China e India al este; y que Irán tiene toda la energía que tanto China como la India necesitan. Lo último que desea el espectro del dominio total es tener el teatro de AfPak sujeto a una mayor influencia de Rusia, China e Irán.

No podría haber una ilustración más gráfica de la lógica en acción del Imperio del Caos que el teatro de AfPak. Mientras el show de McChrystal divierte a las galerías, lo que está realmente en juego para Washington es cómo orquestar el envolvimiento progresivo de Rusia, China e Irán. Y el nombre del juego no es realmente AfPak, aún con todo el desmembramiento y balcanización que pueda conllevar. Todo gira alrededor del Nuevo Gran Juego para controlar Eurasia.

N. de la T.:

[1] Versos de la canción de Bob Dylan «All along the watchtower»:

Debe haber alguna forma de salir de aquí,

dijo el bromista al ladrón

Hay demasiada confusión

No logro sentir ningún alivio

[2] El escritor se refiere al general del ejército estadounidense William Westmoreland, célebre comandante en jefe de las operaciones militares estadounidenses de la Guerra de Vietnam entre 1964 y 1968.

[3] A este respecto, véase en Rebelión un anterior artículo de Pepe Escobar titulado «La guerra líquida»: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=82960

Pepe Escobar, nacido en Brasil, fue uno de los primeros periodistas que en su día llegaron a Kabul tras la retirada de los talibanes y, más recientemente, ha explorado e informado desde Iraq, Irán, Asia Central, Estados Unidos y China. Actualmente escribe una columna llamada The Roving Eye para Asia Times Online y es corresponsal y analista de información para The Real News Network. Escobar es autor de dos libros: «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y «Red Zone Blues: A snapshot of Baghdad During the Surge» (Nimble Books, 2007). Acaba de editarse su nuevo libro con el título de «Obama does Globalistan» (Nimble Books, mayo de 2009).

Fuentes Parte I y II:

http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/KK06Df01.html

http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/KK07Df01.html