Aunque los enfrentamientos bélicos no han concluido, y es de suponer que deriven hacia una variante de guerra irregular con atentados, sabotajes, etc., la caída de Trípoli y la mayor parte del territorio libio en manos de las heterogéneas fuerzas del llamado Consejo Nacional de Transición apoyado por la OTAN, parece ser un hecho, por […]
Aunque los enfrentamientos bélicos no han concluido, y es de suponer que deriven hacia una variante de guerra irregular con atentados, sabotajes, etc., la caída de Trípoli y la mayor parte del territorio libio en manos de las heterogéneas fuerzas del llamado Consejo Nacional de Transición apoyado por la OTAN, parece ser un hecho, por el momento, irreversible. La OTAN, participó no solo con su intensa e indiscriminada campaña de bombardeos -manipulando desvergonzadamente el mandato de la ONU-, sino con entrenamientos, suministro de moderno armamento, información de inteligencia, y con mercenarios y oficiales de sus fuerzas especiales que dirigieron combates sobre el terreno. Fue una guerra de la OTAN, montada sobre planes subversivos inicialmente elaborados por los servicios secretos franceses, asumidos por los ingleses y apoyados por los EEUU. Después se sumaron a la agresión, de una forma u otra, incluso árabes, como Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes
Los errores, debilidades e incoherencias del gobierno de Gadafi, que pudieron haber generado protestas y manifestaciones, no sirven para justificar la criminal acción. Si los comportamientos irresponsables y criminales valieran para tratar de legalizar bombardeos, intervenciones y deposición de gobiernos, hace mucho tiempo que la OTAN debiera haber ejecutado estos contra Israel, país practicante de terrorismo de estado, violador y desconocedor de las resoluciones de NNUU, quien mantiene ocupado por la fuerza, desde hace décadas, territorios que no le pertenecen. Pero el estado sionista, por ser socio incondicional de la OTAN y brazo armado de los EEUU, posee «licencia para matar».
Es evidente que ante las sublevaciones que surgieron con espontaneidad en Túnez y Egipto, cuyos mandatarios eran aliados fieles de los EEUU y de sus socios en la UE, éstos se pusieron de acuerdo para diseñar un plan que les permitiera controlar el desarrollo de los acontecimientos, evitar cambios desfavorables a sus intereses en la región e inducir o promover otros que pudieran beneficiarlos. Los países del Norte de África y del Medio Oriente, constituyen una zona de especial valor para ellos aún antes de que proclamaran el «nuevo concepto estratégico de la OTAN», denunciado por Fidel Castro en junio de 1999, durante la Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de América Latina y el Caribe con la Unión Europea, celebrada en Río de Janeiro.
Ha quedado claro que la llamada «periferia» de la Alianza se puede extender indefinidamente, incluso a América Latina. Hace tiempo que están matando en Afganistán y ahora, lo sucedido en Libia, nos confirma lo que puede deparar el futuro. Su Secretario General, Anders Forgh Rasmussen, quien acaba de declarar, de forma cínica, que no posee información que confirme la existencia de bajas civiles provocadas por los bombardeos, es un connotado ultraderechista cuya propuesta para presidir la Organización Noratlántica fue inicialmente vetada por Turquía por considerar mantenía posiciones anti islámicas.
Entonces, después de Libia ¿Hacía donde pueden ir los acontecimientos?
Estados Unidos y la OTAN, quieren sumar a su aparato militar represivo e intervencionista, un brazo compuesto por aliados incondicionales árabes, que cumplan misiones a cambio de darles protección. Algunos de estos países ya vienen sirviéndole desde hace tiempo y la base fundamental estaría constituida por los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), organización a la que se ha dicho pretenden incorporar a Jordania y Marruecos, para completar una especie de selecto club de antidemocráticas y corruptas monarquías, emiratos y sultanatos. Un avance o ensayo de esto lo vimos en la represión lanzada por fuerzas sauditas y emiratíes contra el pueblo sublevado en Bahrein y en la participación qatarí en la agresión a Libia.
Ahora, la situación en la zona se está complicando más de lo que generalmente suele estar. Existen en la región tres potencias islámicas que se mueven con intereses propios o subordinados, y que están actuando cada vez con más decisión:
-Arabia Saudita, es un gigante petrolero y financiero. Pero la monarquía wahabita tiene los pies de barro, padece de problemas internos, absoluta falta de democracia, contradicciones con la importante minoría chiita, corrupción y atraso social, y no es considerado un poder militar importante. Sin embargo, posee capital suficiente para pagar y corromper. Es posiblemente quien esté financiando la sublevación contra el gobierno del Partido Baas en Siria, con el cual desde hace mucho tiempo tiene importantes contradicciones, pues Damasco es fuerte aliado de Irán a quien la Casa de Saud considera su principal opositor en la región. Entre otras cosas, acusa a Teherán de alentar la sublevación de la mayoría chiita en Baharein y de conspirar con la población de esta misma confesión que habita en la zona este del Reino.
Siria e Irán, también han confrontado los intereses sauditas en Líbano, representados por el clan Hariri. Hizbulá, que ha recibido apoyo de los primeros, ha logrado salir victorioso de esta puja, ganando no solo apoyo mayoritario en el país, sino importante prestigio a nivel árabe por su firme actitud y por haber derrotado a los invasores sionistas en la guerra del 2006. Esta organización y su dirigente, Hassan Nasrallah, a quien he tenido la oportunidad de entrevistar en más de una ocasión, lo cual me ha permitido apreciar su inteligencia y firme decisión de lucha, es considerada un mal ejemplo por la reacción árabe. Su credencial islámica antimperialista, podría acercarse al concepto de una «teología islámica de liberación».
Esta contradicción entre la influencia saudita de un lado, e iranios y sirios del otro, se ha manifestado igualmente en la lucha por el control de Iraq. Es paradójico que allí los EEUU, agresor del pueblo iraquí y potencia ocupante, haya procurado entenderse con la comunidad chiita pro iraní con el fin de evitar un mayor desastre para sus fuerzas. Cabría preguntarse, sin embargo, hasta cuando podrá durar este frágil y oportunista entendimiento.
Pese a las presiones y a la subversión apoyada desde el exterior, es muy difícil que en Siria suceda lo mismo que ha ocurrido en Libia. A pesar de evidentes errores del gobierno de Bashar al Assad, de la corrupción y represión que ha existido, el poder en Damasco cuenta con suficiente apoyo interno para estabilizar y controlar la situación. Tanto Rusia como China se han opuesto a los propósitos intervencionistas de EEUU y la OTAN, y otras fuerzas regionales trabajan para evitar un cambio favorable a Occidente en este país árabe, que a pesar de las críticas de algunos sectores de izquierda, tiene el aval de haber resistido la política estadounidense y sionista, y brindado apoyo y refugio a las fuerzas progresistas de la zona.
-Irán, es un objetivo priorizado de los planes agresivos de EEUU e Israel, actitud apoyada por sus aliados europeos de la OTAN, excepto Turquía, quien mantiene buenas relaciones políticas con Teherán. El gobierno de Ankara, que ha desarrollado un voluminoso intercambio económico y comercial con el país persa, incluido suministro de gas e inversiones en el sector energético, se ha opuesto activamente a la aplicación de sanciones y a una posible agresión militar. Irán mantiene una política antimperialista con sus propias características, Israel lo considera su principal enemigo en la zona e inspirador (y suministrador) de movimientos islámicos, como Hizbulá y en cierta medida el palestino HAMAS, que le hacen firme resistencia al estado sionista. Pero la influencia de Irán, a pesar de ser una potencia regional de consideración teniendo en cuenta su gran población y territorio, su posición geográfica y su potencial militar, podría estar limitada por su confesión chiita, minoritaria en el mundo árabe e islámico. No obstante, puede ser considerada, desde muchos puntos de vista, más fuerte que Arabia Saudita.
-Turquía, el único miembro islámico de la OTAN, ha venido evolucionando de forma muy interesante. Con un partido de corte islámico moderado en el poder desde el 2002, que ha avanzado notablemente en su consolidación como fuerza interna indiscutible, ha dejado de darle la espalda al mundo musulmán y de mantener sus compromisos incondicionales con «Occidente», para cada vez más jugar un papel independiente que responda a sus intereses nacionales. El gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), está dirigido por un grupo ideológico convencido de que el país tiene las condiciones para convertirse en una potencia regional de primer orden y actúa en consecuencia.
El deterioro de sus relaciones con Israel, ya al borde de rompimiento tras la expulsión del embajador judío de Ankara, afecta no solo los vínculos con Tel Aviv, sino también con Washington. Es conocido el apoyo brindado por Turquía a la organización palestina HAMAS, considerada terrorista por los EEUU. Sus dirigentes fueron recibidos oficialmente en Ankara cuando ganaron las elecciones en el 2006 a pesar de las fuertes críticas de norteamericanos y europeos. La ayuda humanitaria enviada a Gaza, dio origen al ataque contra el Mavi Mármara, en el cual perdieron la vida 9 turcos. Cuenta pendiente que el fuerte nacionalismo turco se niega a cancelar si Tel Aviv no reconoce su responsabilidad criminal y paga justa compensación.
La derecha cristiano sionista de los EEUU, viene atacando desde hace algunos años el curso de la política turca, que ya tiene como principal socio comercial a Rusia. Su propuesta junto a Brasil para evitar sanciones a Irán promovidas por EEUU y la UE, significó un fuerte encontronazo con éstos. Israel e importantes políticos dentro de los EEUU, están llamando a sacar a Turquía de la OTAN y realmente, no son pocas las ocasiones en que el gobierno de Ankara no actúa de acuerdo a la política de la Alianza. Encuestas realizadas por agencias especializadas occidentales, muestran cada año que el pueblo turco ostenta, a nivel mundial, el mayor índice de opinión adversa a los Estados Unidos.
Aunque acogió una reunión de la oposición siria en su territorio, y el primer ministro Erdogán ha hecho fuertes declaraciones presionando al gobierno de Bashar Al Assad para que inicie cuanto antes un proceso de reformas políticas y ponga fin a la violencia, no existen evidencias de que Turquía esté apoyando la subversión. Desde la llegada al poder del AKP se había iniciado un proceso de acercamiento entre ambos países, que llevó las relaciones a niveles óptimos. La larga frontera que los separa es muy importante para ambos, más si se tiene en cuenta que una parte de ella está ocupada por población de origen kurdo. A la política turca le interesa una Siria estable e independiente donde pueda ejercer una importante influencia, pero no un país sometido incondicionalmente a los intereses de Occidente.
La presencia turca ha crecido en todo el Medio Oriente, el Norte de África, y en el Asia Central islámica. Su enorme territorio, que yace entre Europa y estas regiones, tiene una posición estratégica y sirve además de base de tránsito a una buena parte de los oleoductos y gasoductos que llevan la energía a Occidente. Con 75 millones de habitantes, posee el segundo ejército más grande de los miembros de la OTAN y su economía crece situándose ya en el lugar 17 a nivel mundial.
Washington tiene en cuenta la importancia de Turquía para sus intereses y trata de evitar entrar en un plano de abierta confrontación con ella. Los dirigentes turcos conocen esto y han tomado conciencia del valor de su país, y a la vez que muestran moderación, avanzan en su plan de convertirse en una gran potencia regional que juegue un papel independiente e importante en un futuro mundo multipolar.
Mohamed Heikal, destacado político e intelectual egipcio, hace años pronosticó que la próxima gran guerra en la región sería entre Israel y Turquía. En aquel entonces, dicha afirmación parecía pura fantasía, hoy ya no lo es tanto.
Los cambios que se están produciendo en el norte de África y el Medio Oriente, apuntan también hacia un fortalecimiento de tendencias islámicas con diferentes proyecciones, y a posibles estallidos de nuevos y viejos conflictos. En Egipto, la Hermandad Musulmana, que participará en las próximas elecciones como Partido de la Justicia y Libertad, parece contar con apoyo mayoritario, pero cualquiera que sean los resultados, es de esperar que el gobierno no vuelva a ser el títere incondicional de Washington que era hasta ahora, lo cual implicaría, dado la importancia de Egipto, cambios notables en la correlación regional de fuerzas. Las maniobras estadounidenses y la utilización de la voluminosa «ayuda» económica que brindan, ya no podrán frenar la presión popular. El reciente asalto a la Embajada de Israel en El Cairo es una muestra de la indignación de este pueblo.
Por su parte, Israel ve con mucha preocupación el deterioro de sus relaciones con Egipto y con Turquía, en momentos en que fuerzas de la resistencia palestina parecen aprestarse a lanzar una nueva Intifada con características más abarcadoras, pues las movilizaciones podrían incluir a la población palestina dentro del propio territorio israelí, en Gaza y Cisjordania, así como la que vive en países vecinos, especialmente Jordania. Egipto podría abrir su frontera con Gaza y Turquía ha amenazado con enviar naves militares para proteger a los barcos que lleven ayuda humanitaria a este territorio. Ante una fuerte represión sionista contra el pueblo palestino, Hizbulá podría actuar, como ya lo hizo antes, lanzando su cohetería contra el territorio israelí.
En este mes de septiembre la Autoridad Nacional Palestina presentará ante la Asamblea General de la ONU, su aspiración a que los reconozcan como estado miembro. Estados Unidos ha declarado que se opondrá e incluso en el Congreso se ha mencionado la posibilidad de suprimir sus contribuciones a la Organización y eliminar la ayuda que otorgan a la ANP. Pero esto también tendrá un costo para la Casa Blanca.
Cansados de engaños, promesas y posposiciones de negociaciones que solo persiguen ganar tiempo para ocupar más territorios, los palestinos, si el veto se produce en ONU, podrían utilizar el momento para lanzar su nueva Intifada. Los halcones sionistas ya han anunciado planes para enfrentar ésta, y quien sabe lo que ello pueda desatar.
Otra posibilidad es que los aventureros de Tel Aviv, viéndose acorralados, se lancen en una «fuga hacia adelante», ocupen de nuevo Gaza y Cisjordania, inicien una agresión contra Irán o bombardeen las posiciones de Hizbulá en El Líbano… Cualquier variante será peor para ellos.
El escenario que se está creando es muy complejo, pero hay que confiar en el poder del pueblo y en las ideas justas. No habrá paz ni seguridad en la región si no se respeta la legalidad internacional y se pone fin a la ocupación, a la agresión y a los planes de dominación imperialistas.
Ernesto Gómez Abascal. Periodista y escritor. Ex embajador en varios países del Oriente Próximo.
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