Las mujeres de las aisladas áreas rurales de Nepal resistieron junto a sus hombres durante la guerra civil (1996-2006) que derrocó a una monarquía opresora, pero ahora muchas combaten la violencia doméstica en sus propios hogares. Rachna Shahi tenía apenas 15 años cuando se integró al maoísta Ejército de Liberación Popular, en 2004. Actualmente ha […]
Las mujeres de las aisladas áreas rurales de Nepal resistieron junto a sus hombres durante la guerra civil (1996-2006) que derrocó a una monarquía opresora, pero ahora muchas combaten la violencia doméstica en sus propios hogares.
Rachna Shahi tenía apenas 15 años cuando se integró al maoísta Ejército de Liberación Popular, en 2004. Actualmente ha sido expulsada por la familia de su esposo, que la presiona para que le conceda el divorcio, mientras que su propia familia se niega a aceptarla de regreso.
«Me uní a la guerra para luchar por la igualdad de las mujeres y por nuestros derechos, pero (…) ahora no sé cómo sobreviviré», dijo Shahi a IPS.
Dhanasara Majhi, quien también vive en el aislado distrito de Dailekh, ubicado 700 kilómetros al oeste de Katmandú, se habría suicidado de no ser porque no quiere dejar a sus cuatro hijos a merced de su padre abusivo.
Su marido, Keshab Majhi, la golpea con lo que sea que tenga a mano, como una vara de hierro o un martillo, e incluso ha amenazado con matarla con un hacha.
Él se pone particularmente violento luego de beber alcohol. «Habitualmente corremos hacia las colinas y nos escondemos en el bosque hasta que se le va la borrachera», dijo la esposa.
Su principal preocupación es su hijo mayor, Rosan, de 12 años, que exhibe los síntomas de una alteración mental.
Dhansara Majhi no recurre a la policía por temor a que esto enfurezca todavía más a su esposo, y porque sabe que no obtendrá ningún apoyo de la comunidad local. «A menudo mis vecinos me acusan de provocarlo. No sé a quién pedirle ayuda», relató.
Esta mujer y Shahi comparten los problemas de muchas nepalesas, especialmente en las áreas rurales, donde tienen poco o ningún acceso a protección legal y terminan viviendo con un miedo constante y en medio de los abusos cotidianos.
Pese a la alarmante proporción de los casos de violencia contra las mujeres, el gobierno ha hecho poco por protegerlas, según activistas por los derechos femeninos.
En 2011 se registraron casi 700 hechos de violencia, 40 por ciento de los cuales fueron en el hogar, según el no gubernamental Centro de Servicios del Sector Informal (Insec).
«Muchos incidentes nunca se reportan por temor a las represalias y por falta de acceso a asistencia legal», explicó Khadga Raj Joshi, coordinador regional del Insec en la región occidental.
El año pasado, 54 mujeres fueron asesinadas por sus familiares en Nepal por desobedecer a sus esposos o a parientes políticos, por motivos tan insignificantes como objetar que sus maridos bebieran alcohol. La mayoría de los perpetradores quedaron libres e impunes por falta de evidencias, según el Insec.
El Colegio de Abogados de Nepal brinda servicios legales «pro bono» (para el bien público, en latín), pero esta posibilidad resulta demasiado inaccesible para las mujeres que viven en áreas rurales aisladas, señaló Joshi.
Según la trabajadora social Deepa Bohara, «básicamente, las mujeres están solas y no tienen ninguna protección social, ni siquiera de parte de sus propias familias».
«Está socialmente aceptado que las mujeres sean abusadas por sus esposos, lo que es una actitud realmente perturbadora», dijo.
Un estudio de 2001 realizado en el marco de la encuesta demográfica y de salud de Nepal, concluyó que gran cantidad de nepalesas, tanto urbanas como rurales, pensaban que era permisible que un hombre golpeara a su esposa por no desempeñarse adecuadamente en la cocina, por salir sin permiso o por negarse a mantener relaciones sexuales.
Actitudes similares prevalecen en toda Asia meridional. Pakistán e India, los vecinos más grandes de Nepal, se ubican tercero y cuarto respectivamente en un estudio mundial de las percepciones sobre las amenazas a las mujeres, que van desde los abusos domésticos y la discriminación económica hasta el feticidio femenino.
Los resultados de la investigación, divulgados en junio de 2011 por TrustLaw, un servicio de noticias legales administrado por la Thomson Reuters Foundation, señalaron el hecho de «que un gobierno sea corrupto y que los derechos femeninos estén en puestos muy bajos en la agenda significa que se recurre poco o nada a la justicia».
En Nepal, las mujeres rurales encuentran cierto apoyo del gobierno en los servicios paralegales de los Comités de Desarrollo de las Aldeas, que son el peldaño más bajo del sistema administrativo rural.
Pero esos comités «tienen poca autoridad para tomar decisiones legales, y todo lo que pueden hacer es alentar un acuerdo dentro de la familia», dijo Bindu Khadka, abogada del Foro para las Mujeres, la Ley y el Desarrollo.
La única esperanza que les queda a las mujeres rurales es la policía local, adjunta a los 3.915 comités de desarrollo del país, pero a menudo no denuncian a los perpetradores en aras de una paz rápida.
«A menudo vemos que la policía (…) presiona a las víctimas para transigir a fin de mantener la paz y la armonía en la sociedad», explicó Joshi, del Insec.
«Estoy cansada de pedirle ayuda a la policía. Ellos no hacen nada y piden pruebas de la violencia (que padezco); mi palabra no les alcanza», dijo Hastana Raut, de 25 años, cuyo esposo la abandonó luego de tres años de matrimonio.
Tras el derrocamiento de la monarquía, Nepal experimentó muchas reformas legislativas dirigidas a la igualdad de género, que garantizan mayores derechos económicos, ciudadanos y políticos a las mujeres, salvaguardando sus derechos sexuales y reproductivos.
Poco después del fin de la guerra civil, en 2006, el país aprobó la Ley de Igualdad de Género, que confiere iguales derechos de herencia a las mujeres y penaliza la violencia doméstica y sexual.
Sin embargo, los activistas sostienen que estos derechos todavía no han llegado a todas las nepalesas.
«Siento que tendré que vivir así el resto de mi vida. ¿Quién me va a ayudar?», preguntó Pavitra Majhi, de 21 años, cuyo esposo desapareció hace tres años, dejándola a merced de los constantes abusos de su suegro y las golpizas de su suegra.
Fuente original: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100513