El pasado mes de marzo, en Cataluña, España, leí un pequeño artículo publicado por el diario catalán La Vanguardia, sección tribunales, con el título, «Condenado a 5 años el mantero que hirió a un urbano con una rama.» Mantero es un vendedor callejero, usa una manta sobre la que coloca sus mercancías; el artículo trata […]
El pasado mes de marzo, en Cataluña, España, leí un pequeño artículo publicado por el diario catalán La Vanguardia, sección tribunales, con el título, «Condenado a 5 años el mantero que hirió a un urbano con una rama.» Mantero es un vendedor callejero, usa una manta sobre la que coloca sus mercancías; el artículo trata sobre la condena a un par de vendedores callejeros, inmigrantes africanos de Senegal, uno de ellos acusado por la justicia en Barcelona de haber agredido, un año atrás, a un policía con una rama que él mismo cortó de un árbol, enojado por la confiscación de sus mercancías.
Por esa agresión el inmigrante recibió una pena de 5 años de cárcel, que en España puede substituirse por la expulsión del país, y su compañero 2 años y medio. El artículo destaca las palabras de la juez que condenó a este vendedor y a su compañero, quien recalca que la dureza de la pena se debe a que la violencia que ejercieron fue gratuita, pues no estaban tratando de recuperar sus mercancías, y que «únicamente perseguían agredir a los agentes.» La juez documenta además que en dictar sentencia ha considerado «la gravedad de los hechos y la alarma social» que este incidente ha causado. Y sin embargo, no nos cuesta tanto entender que la frustración ha generado esa respuesta agresiva o que es normal que otros vendedores acudan al lugar alarmados, identificándose quizás con los manteros detenidos.
Leyendo el artículo trato de imaginarme como hubiera sido la reacción en Canadá frente a un hecho similar, y pienso que hubiera sido diferente, seguramente tratado como una pena menor, el mantero y su compañero podría esperar seguramente moderación de parte de la justicia, que reflexionaría sobre lo que podría interpretarse como una actitud discriminatoria, esto porque en Canadá existe una ley de multiculturalismo que está incluida y parte del acta constitutiva de derechos y libertades. Luego me imaginé la suerte del mantero y su compañero en Estados Unidos, qué habría sido de ellos si se hubieran atrevido a agredir a patadas y puñetazos a tres policías y hubieran arrancado una rama de un árbol para darle a otro policía en la cabeza y romper con ella el vidrio de la ventanilla de un vehículo policial, seguramente los hubieran acribillado a balazos, ya que por mucho menos, incluso por nada, han sido asesinados por la policía ciudadanos negros en Estados Unidos.
Cuatro días después de la publicación de este artículo, el 12 de marzo, en el mismo periódico, aparece un artículo sobre inmigración y ciudadanía, de un muy conocido filósofo y ensayista, en el que el autor compara como lidia Canadá con asuntos de inmigración con respecto a como lo hace Europa, y argumenta que la política de inmigración europea fracasa por la falta de un ministerio o departamento dedicado a la inmigración. Sin duda Canadá ha desarrollado una política de inmigración coherente, y además basada en el multiculturalismo, política que fue anunciada por el gobierno de Pierre Trudeau (padre del actual Primer Ministro, Justin Trudeau) en 1971 y que se implementa como ley en 1988, aunque ya en 1982 el multiculturalismo fue reconocido por la sección 27 de la acta constitutiva de los derechos y libertades de los canadienses. El autor del mencionado artículo destaca no sólo el multiculturalismo como ley sino la conciencia que han desarrollado los canadienses al recibir inmigrantes de diferentes formaciones y culturas sobre el significado que esto tiene para la sociedad toda, una transformación para quienes llegan y para quienes están. El resultado de la aplicación del multiculturalismo debería ser en la práctica en Canadá tolerante, incluso solidario donde no hay lugar para la discriminación racial o étnica, y sin embargo en la práctica, aunque mejor que en otros países, esto no es así.
En Canadá el 20 por ciento de la población es nacida fuera del país, el país recibe aproximadamente 300.000 inmigrantes por año, todos procesados por el Ministerio de Inmigraciones, cifra que planea recibir este año entre ellos incluyendo 40.000 refugiados muchos de ellos seguramente del Medio Oriente. Se teme un aumento de indocumentados desde Estados Unidos debido a que en ese país han aumentado el número de deportaciones y las negativas a quienes aplican por refugio, en particular durante los dos primeros meses de este año, cuando la policía canadiense interceptó 1.134 buscadores de asilo cruzando la frontera que tenemos con Estados Unidos ilegalmente. Justin Trudeau ha expresado, un poco demagógicamente, que: «Aquellos que arrancan de la persecución, terror y guerra serán bienvenidos en Canadá no importando su fe.» Esta declaración alimenta falsas expectativas de refugio, especialmente para ciudadanos mexicanos que junto con los ciudadanos chilenos no necesitan visa para visitar Canadá, los únicos en Latinoamérica, y que en el caso de los mexicanos ya han aumentado en un 1000 por ciento las solicitudes de refugio, de las cuales es de imaginar que un porcentaje pequeño calificara para refugio. El 2016 Canadá recibió casi 39.000 refugiados sirios, seleccionados desde los campos de refugiados; se recibieron además 15.196 solicitudes de refugio de las cuales 4070 fueron rechazadas. Este cuadro parece muy normal y funcional pero veremos que analizado en más detalle el proceso en Canadá no es tan diferente del proceso en otros países occidentales.
Canadá y Estados Unidos fueron fundados por descendientes de europeos que llegaron a América como colonizadores imponiendo por la fuerza su ideología, sus reglas y su civilización sobre los habitantes originarios del lugar, y lo hicieron a menudo en forma cruel e inhumana. Los colonizadores conquistan territorios para explotarlos y acumular riquezas, que se remiten a la potencia colonizadora; el proceso colonizador incluye el manejo de los habitantes originarios, el crecimiento y desarrollo de las colonias misma, y culmina generalmente con un proceso independentista del que emergen estados independientes. El sujeto inmigrante cumple un papel importante precisamente una vez que emergen los estados independientes, los inmigrantes son imprescindibles para materializar los planes de los nuevos estados.
En Canadá y en Estados Unidos la prioridad durante el siglo 19 es eliminar, o reducir, a los pueblos aborígenes que aún poblaban la mayor parte del centro y oeste, al tiempo que aumentaban la población total de ambos países con la llegada de inmigrantes europeos. Estos abandonaban Europa especialmente porque la industrialización europea no alcanzaba a emplear a toda la población y había creciente pobreza. Millones de inmigrantes europeos llegaron a trabajar en industrias, a trabajar la tierra, los bosques y las minas de ambos países y a implementar una colonización interna extendiéndose hacia el oeste. La mayoría de estos inmigrantes llegaron pobres y murieron igualmente pobres, incluso muchos de sus hijos también vivieron y murieron en la pobreza. En Canadá la inmigración jugó un papel importante en la población de territorios, ciudades y pueblos; para el siglo 20, sin embargo, su número favorecía el exceso de mano de obra por lo que contribuían, sin planearlo, a mantener los salarios bajos. Muchas veces, fueron inmigrantes quienes organizaron los primeros sindicatos, luchando a favor de mejores condiciones laborales y sociales; muchos de estos sindicalistas pagaron con cárcel y a veces con su vida. Fue también común, sin embargo, usar mano de obra inmigrante para debilitar los levantamientos por mejoras de la población y quebrar huelgas en fábricas y minas.
Dentro de la historia de los inmigrantes en Canadá, hay que incluir a los 100 mil niños y niñas británicos, en inglés Home Children, muchos de ellos huérfanos que llegaron desde Gran Bretaña entre 1868 y 1930. Eran parte de una campaña para salvarlos (salve a un niño y ayude al imperio) que se transformó en una historia vergonzosa de abuso a niños de incluso tres años de edad. Venían a trabajar y fueron abusados en granjas rurales y en hogares urbanos; no han recibido aún disculpas del gobierno canadiense. Recibieron disculpas de Gran Bretaña (Gordon Brown) el 2010, y de Australia (Kevin Rudd) el 2009.
Durante la Primera Guerra Mundial, Canadá declara la guerra al Imperio Austro-Húngaro, que dominaba una parte de Ucrania, y entonces declaran enemigos a todos los inmigrantes llegados desde ese lugar a Canadá. Los inmigrantes-enemigos fueron recluidos en 24 campos de concentración por sospechas a través de todo el país. Eran hombres, mujeres e incluso niños inmigrantes que sufrieron trato injusto durante varios años. La mayor parte de los campos estaban en la provincia de Ontario, pero uno de ellos estuvo ubicado en el Parque Nacional de Jasper, allí sus descendientes colocaron una placa recordando el hecho. Canadá tampoco se disculpó nunca.
Durante la Gran Depresión, en 1932, y por orden del Primer Ministro R.B. Bennett fueron creados los famosos campos de desempleados, en inglés «Relief Camps,» donde fueron internados más de 170.000 hombres, muchos de ellos inmigrantes, que tuvieron que trabajar gratuitamente en un sistema de semi-reclusión simplemente porque el desempleo era muy alto y se temía un levantamiento y dominaba entonces un anticomunismo enfermizo dentro del gobierno mismo canadiense. Finalmente, en 1942, el gobierno canadiense le declara la guerra a Japón, detiene a todos los japoneses y descendientes de japoneses del país en violación de sus derechos humanos y declarándolos enemigos de guerra. Se les confiscan además todos sus bienes, negocios y propiedades, que son vendidos con velocidad a precio malos para que con los dineros obtenidos se financien los gastos de mantención de ellos mismos en los campos de concentración donde son confinados. Sufren además la abierta discriminación de la población, considerados «despreciables.»
Durante los años 50 y 60, la demanda de trabajo y crecientes oportunidades, la progresiva sindicalización de los trabajadores -que encontraron un clima más propicio, dejaban atrás y quizás temporalmente olvidada esa etapa canadiense de violación de derechos fundamentales que incluían los derechos de los inmigrantes. Con la creación del estado de bienestar social, decrece la opresión y el racismo contra inmigrantes, aunque persiste igual especialmente en zonas donde el empleo es más precario. Estos cambios, sin embargo, no llegaron a favorecer el respeto y trato digno a canadienses aborígenes ni a los afro-canadienses, el trato hacia ambos ha continuado siendo racista y discriminatorio hasta nuestros días.
Los aborígenes representan al 4.3 por ciento de la población canadiense. El año 2007 el gobierno federal acepta su responsabilidad por el abuso a 150 mil niños y niñas aborígenes que, desde 1880 hasta 1996, pasaron por escuelas internados auspiciadas por el gobierno federal y bajo la administración de instituciones religiosas cristianas. El proceso fue un proceso de reconciliación que incluye reconocimiento del abuso perpetrado, petición oficial de disculpas e indemnización monetaria a los afectados -para que esto tenga acceso a terapia y medidas de su elección para superar los efectos del abuso. El proceso ha sido extenso, incluyente y complicado por lo que en particular la última etapa, de indemnizaciones, se ha enlentecido y solo parcialmente concretado. La posición del gobierno ha sido positiva pero el racismo contra los aborígenes persiste, cubierto y descubierto en muchas áreas de la vida diaria de la sociedad canadiense, en la población general, en la policía, en el sistema judicial, y hasta en las actitudes de los inmigrantes.
Las minorías afro-canadienses tienen historia en Canadá desde el siglo 17, como esclavos, y durante el siglo 18, liberados por el Imperio Británico por haber peleado a su lado en varias guerras, y en el siglo 19, que escapan a Canadá organizadamente para ser libres. Siempre sufrieron racismo y las tierras que les eran asignadas eran luego confiscadas; incluso, hace apenas unas décadas en la provincia de Nova Scotia (sobre el Atlántico) los afro-canadienses sufrían una especie de «apartheid.» El ejemplo más vergonzante y conocido es el de «Africville» un poblado de afro-canadienses en el norte de la ciudad de Halifax, creado por ellos para vivir una vida más protegida evitando la agresión del racismo dominante, pero el municipio de la ciudad de Halifax los acosa, usando su espacio incluso para tirar basura de hospital; el acoso no terminó hasta que la iglesia de Africville y el poblado fue demolido. En ese lugar se construye luego como recordatorio un parque pero permiten que la gente lleve allí sus perros y estos hagan allí sus necesidades. Resultado de la lucha de los descendientes de Africville se reconstruye recientemente la antigua iglesia honrando la memoria y la lucha antirracista de todos estos años.
Como en el pasado, el flujo de inmigrantes es afectado por condiciones internas al país de llegada, como la necesidad que tenga ese país de mano de obra barata o de incrementar su población que no crece (o que decrece), y condiciones externas al país de llegada, como la guerra, el empobrecimiento, altísimo desempleo juvenil y general en los países de origen. Similares condiciones llevaron a favorecer la inmigración de mano de obra para suplir necesidades laborales reales o ficticias y mantener el precio del trabajo bajo en Norteamérica y Europa. En Canadá el índice negativo de crecimiento de la población ha favorecido la llegada de inmigrantes inicialmente desde Europa y luego desde India y otros países asiáticos. Para el modelo neoliberal vigente, especulativo y focalizado en «crecer,» el decrecimiento de la población es mortal. Las guerras han sido sin duda responsables de desplazamientos humanos significantes, ya como inmigrantes ya como refugiados. Incluso antes de que Canadá tuviera políticas inmigratorias que contemplaran refugiados, los favorecía cuando eran jóvenes a través del sistema de puntos y entraban al país como inmigrantes regulares. Tampoco debemos olvidar que muchos refugiados que llegan a Canadá vienen precisamente de países en los que Canadá ha estado involucrado militarmente, como es el caso de la destrucción de la antigua Yugoslavia, Somalia, Irak, Siria. Los medios de información en Canadá han jugado un papel importante en la definición de asuntos a favor de intervenciones militares, seleccionando la expresión de refugiados con particulares perspectivas de la situación que viven sus países de origen y en favor de intervención militar extranjera en ellos.
Sin duda, en Canadá las nuevas generaciones, criadas y educadas no sólo en el multiculturalismo sino en la proximidad de congéneres globalmente diversos, son abiertos y tolerantes de la diversidad racial y étnica. Este proceso de creciente tolerancia a la diversidad de identidades ha sido cultivado también por políticas que favorecen el respeto a los derechos humanos y la creciente expresión de grupos a favor de estos derechos, incluidos los derechos sexuales y de género. Las políticas mundiales han sido menos claras, sin embargo, con respecto a los derechos humanos que tenemos en conexión a nuestra posición socioeconómica dentro de la estructurada pirámide social, que en Canadá es crecientemente desigual. No ha pasado de moda culpar a los más pobres. Los discursos políticos y cotidianos hacen invisible a una proporción creciente de la población cuando nos envuelven a todos con el manto de «la clase media.» Seguimos viviendo en sociedades estructuradas por la clases sociales y los pobres siguen siendo culpados y discriminados, sean o no inmigrantes. Se, como inmigrante, que cuando el desempleo es alto somos los primeros discriminados y desempleados. Nuestra integración y superación es posible solamente si el país de llegada nos ofrece oportunidades.
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