Pacifistas canadienses consideran que es tiempo de que su país vaya más allá de la tradicional participación en misiones militares internacionales y asuma la compleja tarea de resolver conflictos y consolidar la paz. Los activistas canadienses quieren evitar los habituales reclamos de mayor gasto militar de los dos principales partidos políticos, que suelen coincidir con […]
Pacifistas canadienses consideran que es tiempo de que su país vaya más allá de la tradicional participación en misiones militares internacionales y asuma la compleja tarea de resolver conflictos y consolidar la paz.
Los activistas canadienses quieren evitar los habituales reclamos de mayor gasto militar de los dos principales partidos políticos, que suelen coincidir con las elecciones nacionales, en este caso previstas para el 23 de enero.
Las habilidades que Canadá debería poner en práctica no pueden ser aprendidas de un día para el otro, sino que requieren un departamento nacional federal de paz que se dedique a cultivarlas, dijo Bill Bhaneja, un diplomático retirado e investigador de la Universidad de Ottawa.
Ciudadanos de 11 países, incluido Canadá, están ejerciendo presión similar sobre sus gobiernos para obtener cambios en el modo en que se organizan la defensa y los asuntos exteriores.
Bhaneja recuerda cuán embarazoso le resultó, mientras ejercía funciones diplomáticas, que organizaciones no gubernamentales (ONG) europeas le preguntaran si Canadá podía contribuir enviando al exterior a unos pocos miles de funcionarios de paz profesionales y entrenados. «Contesté: ‘No estoy al tanto de ningún programa del gobierno canadiense'», relató a IPS.
Bhaneja cree que hay un amplio acuerdo en la comunidad de entidades dedicadas a la resolución de conflictos en cuanto a que está obsoleta la forma en que Canadá gasta sus recursos de defensa, que no sintoniza con los deseos de los canadienses de que su país sea un verdadero mediador global.
Además, esa concepción de la defensa es parcialmente responsable de que se estropeen los procesos de reconstrucción en las posguerras, conocidos como acciones de consolidación de la paz.
Bajo la nueva luz que buscan los pacifistas, «países que dependen económicamente del desarrollo de armas y maquinaria de guerra comenzarán, en cambio, a trabajar por la desmilitarización, centrándose en la promoción de los derechos humanos y la justicia para los marginados dentro y fuera de sus fronteras», dijo.
Aunque el gobierno dispensa asistencia internacional y promueve el desarme, la democracia y los derechos humanos, esos asuntos están «enterrados» y tienen escasa prioridad en ocho departamentos federales, incluyendo los ministerios de Asuntos Exteriores y Defensa Nacional, la Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional, y el Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo, sostuvo.
«En cada uno hay una variedad de actividades y no todas se llevan a cabo. Asuntos Exteriores y Defensa piensan que se dedican a operaciones de paz. Incluso la CIDA cree que su mandato de alivio de la pobreza es pacificador. Pero no hay un punto central, no hay un marco de trabajo coherente, no hay un enfoque integrado», agregó.
Organizar una campaña para el cambio burocrático en Ottawa puede resultar demasiado, pero Bhaneja se las ha arreglado para cosechar algún apoyo en las altas esferas. Participan de la campaña el ex ministro de Asuntos Exteriores liberal Lloyd Axworthy y el ex senador, escritor y presidente de Middle Powers Initiative (Iniciativa de los Poderes Medios), Doug Roche.
«Es tiempo de dar un perfil propio a la paz en Canadá y concentrar la atención del gobierno en los valores fundamentales de este país, que construyen las condiciones para la seguridad y la paz humanas», dijo Roche. «Hay una considerable cantidad de trabajo realizándose, pero es hora de centralizarlo y canalizarlo».
Mientras, la duda se cierne sobre algunas de las principales organizaciones no gubernamentales que ejercen presión en Ottawa.
Ernie Regehr, asesor político de la organización ecuménica Project Ploughshares (Proyecto Arados), vio con preocupación que se aíslen las operaciones de consolidación de la paz en un único departamento. Y señaló que «la consolidación de la paz y la seguridad humana tienen un tipo de perfil en el gobierno que no han tenido durante mucho tiempo».
Regehr admitió que el ímpetu pacifista de Ottawa podía no ser suficiente, pero se preguntó si la centralización era el camino correcto: «¿Una reorganización logrará cambiar el ritmo y galvanizar la voluntad política? Es difícil decirlo».
Voces críticas sugieren que la imagen que Canadá tiene de sí mismo como mediador global resultó desacreditada con su participación en fuerzas de ocupación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Afganistán, invadido en octubre de 2001 por Estados Unidos.
Un informe escrito por Regehr y Peter Whelan alega que el gasto militar de Canadá es excesivo. De su presupuesto para operaciones de paz y seguridad internacional, estimado en unos 14.000 millones de dólares, 76 por ciento es destinado a defensa.
«Las amenazas más prominentes a (la seguridad humana) provienen de fuentes no militares, como condiciones económicas, sociales y políticas desfavorables», aseveró el informe.
Bhaneja no concibe un departamento canadiense de paz que duplique las actividades y los programas diplomáticos de la cancillería. Esta última es muy «reactia» a los focos de crisis en el mundo y no está creada para el tipo de planificación, investigación y países inestables con estados ruinosos.
El ex diplomático cree que Canadá debería seguir el ejemplo de Alemania, cuyo servicio civil de paz apoyado por el gobierno financia el entrenamiento personal especializado en paz y resolución de conflictos. Estos funcionarios son enviados a países como Colombia para trabajar con organizaciones no gubernamentales como las Brigadas Internacionales de Paz, las Fuerzas de Paz No Violentas y los Equipos Pacificadores Cristianos.
La diferencia es que un gobierno nacional puede entrenar y exportar trabajadores de paz a una escala imposible para estas organizaciones de voluntarios, explicó Bhaneja.
Aunque no formuló comentarios sobre las misiones militares lideradas por la OTAN en Afganistán, Bhaneja cuestionó la capacidad de los soldados para participar en la consolidación de la paz. «Ellos están en el negocio de pelear y ganar guerras», dijo.
La veterana pacifista y entrenadora Lyn Adamson dijo que las acciones de consolidación de paz contarían con considerable impulso si se establece un departamento gubernamental ad hoc.
Adamson trabajó con las Brigadas Internacionales de Paz, que actúan principalmente en pequeños equipos de voluntarios internacionales para acompañar a activistas nacionales en circunstancias potencialmente violentas. Ahora integra la dirección de las no gubernamentales Fuerzas de Paz Noviolentas (sic), dedicada a enviar a zonas de conflicto a miles de trabajadores de paz con experiencia y asalariados, en lugar de efectivos militares.
El incierto destino de los trabajadores de Equipos Pacificadores Cristianos que fueron tomados como rehenes por un grupo desconocido en Iraq no debería ser utilizado para desestimar el valor de estos trabajadores en países que los invitaron, dijo Adamson.
«Es inevitable que haya pérdidas de vidas en la alternativa no violenta. Pero, para ponerlo en perspectiva, debería notarse que las Brigadas Internacionales de Paz han enviado a unos 1.000 miembros a lugares como Colombia, Indonesia, Haití y las (meridionales) regiones mexicanas de Guerrero y Chiapas desde 1981, y no han sufrido una sola baja», destacó.