Hay momentos que parten la historia de un pueblo en dos. Los jacobinos pretendieron establecer otro calendario luego de la Toma de la Bastilla: la Revolución francesa dividió la historia de Occidente. El Ecuador fue otro después de la gesta alfarista. América fue distinta después de la Revolución cubana. Hoy vivimos la agonía de lo […]
Hay momentos que parten la historia de un pueblo en dos. Los jacobinos pretendieron establecer otro calendario luego de la Toma de la Bastilla: la Revolución francesa dividió la historia de Occidente. El Ecuador fue otro después de la gesta alfarista. América fue distinta después de la Revolución cubana.
Hoy vivimos la agonía de lo que André Malraux, refiriéndose al nazismo, llamó la «era del desprecio»; el fin del poder imperial absoluto y de la acumulación salvaje del capital multinacional que han provocado millones de muertos tanto por las invasiones norteamericanas cuanto por el empobrecimiento masivo de miles de millones de habitantes, cuyo indicador dramático es la reducción del promedio de vida de la población subsahariana.
¿Vivimos los albores de una nueva era? Depende de los pueblos; depende de nosotros que la crisis del neoliberalismo derive en un trascendente viraje de la organización económica y social y de la vida política y cultural del Ecuador.
Lo singular de este período histórico es que el pueblo ecuatoriano ha expresado en los últimos tiempos, amén de una indeclinable voluntad de cambio, su exigencia por ser el protagonista de su historia. Lo demostró cuando se movilizó masivamente en plazas, calles y carreteras para imponer al gobierno la caducidad de los contratos con la Occidental Petroleum y la no firma del TLC con los Estados Unidos. Lo está demostrando ahora cuando quiere ser poder constituyente.
Llamamos a mantenernos fieles a ese espíritu. La primera vuelta electoral creó lamentablemente una estructura de poder fiel al viejo Ecuador oligárquico, con el triunfo (¿fraudulento?) de una corriente unificada de ultraderecha (PRIAN, PSC, PSP, UDC) que hoy, frente al fracaso de su labor de sabotaje, pretende limitar los alcances de la Asamblea Constituyente a la mera reforma de ciertas instituciones políticas.
En la primera vuelta, el EC. Rafael Correa recogió la movilización democrática de las capas medias de Quito y Cuenca, los célebres forajidos que derrocaron a Lucio Gutiérrez y que fueron los que plantearon con mayor fuerza, y una intensa connotación moral, el tema de la reforma política.
El triunfo electoral de Rafael Correa en la segunda vuelta fue expresión de una realidad mucho más amplia y diversa: el Ecuador profundo de los trabajadores, campesinos, indios, negros, cholos, montubios, sectores populares urbanos, las madres del bono solidario, los trabajadores ocasionales, los desocupados, los que sufren persecución de la justicia… Fue un poderoso movimiento antioligárquico y antiimperialista que recogió la tradición combativa que se expresara contundentemente en los dos plebiscitos convocados por los gobiernos de Durán Ballén y Alarcón, y los sones de las grandes gestas libertarias que han construido lo mejor del Ecuador actual y de nosotros mismos: la Revolución liberal, la Juliana, la Gloriosa, las huelgas nacionales obreras de los 80 y 90, los levantamientos indios de los últimos lustros que incluso conmovieron la conciencia del continente, las vastas movilizaciones policlasistas que liquidaron a los gobiernos entreguistas de Bucaram, Mahuad y el citado Gutiérrez.
La segunda vuelta desbordó a la primera. Por ello, convocamos a todos a pasar definitivamente de la reforma política al cambio global del Ecuador, de las capas medias urbanas al Ecuador profundo, del decrépito régimen neocolonial al Ecuador soberano en una América Libre.
Tan poderoso movimiento libertario no se limitó a postular una reforma política. El espíritu de la segunda vuelta propició un horizonte mucho más amplio, un cambio radical del actual modelo económico y político, una transformación de las bases sociales del poder, una nueva cultura, un cambio histórico que ponga en acción las raíces de nuestro país.
El Mandatario Rafael Correa ha adherido al postulado del «socialismo del Siglo XXI». Por ahora, ese gran proyecto andino y de la humanidad entera se expresa en algunos cambios inmediatos, que tendrán que realizarse por acción del Gobierno y de un poder constituyente de alma forajida.
Urge la construcción de la soberanía del pueblo sobre todos los órdenes de la vida nacional y que requiere de la soberanía plena del Ecuador sobre su patrimonio, declarándolo inmune e inembargable, inalienable e irreductible con la estricta prohibición de bases o tropas extranjeras; de la soberanía plena del Ecuador sobre sus recursos naturales, servicios fundamentales y áreas estratégicas; de la reversión de las privatizaciones y del corporativismo privatizador; de la soberanía plena del Estado sobre la conducción de la economía, manteniendo total independencia frente a los organismos financieros internacionales, los conglomerados transnacionales y las presiones geopolíticas norteamericanas, expresadas a últimas fechas en los TLCs bilaterales, el IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional de Sud América) y la ILB (Internacional Latinoamericana de la Balcanización), con sede en Santa Cruz (Bolivia), entidad que estaría detrás el plan de «balcanización» del secesionista Proyecto de Ley Orgánica del Régimen del Sistema Autonómico que promueve el socialcristiano Jaime Nebot Saadi.
Tal es una condición mínima para que el Ecuador se convierta en dueño del Ecuador y parte de una América Latina libre y soberana.
Pero tal aspiración quedará en letra muerta si no se enfrenta de manera decidida la deuda externa, cuyo pago condena a nuestros países a la agonía perpetua. Mientras más pagamos más endeudados quedamos: tal es la tragedia de nuestras patrias. Todos sabemos, en especial nuestros acreedores, que América Latina ha sido saqueada y sometida a una sangría interminable y que ha dado a los Estados imperiales mucho, muchísimo, más de lo que ha recibido de ellos. La deuda externa es un crimen de lesa humanidad. Saludamos la decisión del Gobierno de enfrentar de raíz el problema, no sacrificar la vida ni el futuro de un solo ecuatoriano para pagarla, e impulsar la inversión social -salud, educación, seguridad social- con nuestros propios recursos.
El desarrollo del país requiere de la reactivación de la producción agrícola y pecuaria a partir de una auténtica reforma agraria que, entre otras metas, integre los minifundios en unidades productivas técnicamente recomendables, distribuya las tierras no cultivadas o de urgente necesidad social, desprivatice el agua para el regadío y se constituya en soporte de la reconstrucción de la industria y de la manufactura y de la promoción de la grande, mediana y pequeña producción manufacturera, en especial aquella comunitaria y autogestionaria.
Se ha dicho que el Ecuador tiene vocación agrícola. Pero, en el campo jamás han mandado los productores, los campesinos, los jornaleros agrícolas, parte consustancial del Ecuador profundo, y que fueron actores fundamentales en la segunda vuelta. Han mandado los exportadores, los banqueros y una tecnoburocracia «dorada» atada umbilicalmente a los oligopolios transnacionales y nativos. La promoción de la agricultura requiere de un cambio drástico de poder en el campo. Revitalización de la banca estatal, créditos preferenciales, precios justos y precios de sustentación son algunas de las medidas en esa perspectiva. Pero sobre todo, la reforma agraria y la declaración de que todas las fuentes acuíferas son de patrimonio nacional y de uso público y social con la total prohibición de su apropiación y uso privado excluyente.
«Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje» fue el emblema de la poesía latinoamericana de las primeras décadas del siglo XX que requería acabar con los abalorios y fastos europeos para encontrar la raíz americana. «Torcerle el cuello» a la banca y el capital financiero que sacrifica el país al consumo suntuario por la vía de las importaciones y que expresa los intereses antinacionales de esa burguesía de distribuidores que ha perdido toda sangre ecuatoriana, es el único camino para construir el Ecuador de los productores y de los trabajadores. Así, junto a una nueva política frente a la deuda, contribuiremos a emancipar al país de la dictadura del capital financiero nacional e internacional.
Las grandes movilizaciones de los pueblos indios a partir de los 90, la presencia activa de los afroecuatorianos en diversos ámbitos de la vida nacional, han hecho evidente el carácter pluricultural y multiétnico del Ecuador. La creación de estructuras político-estatales que reconozcan dicho carácter y los derechos de los pueblos indios y afroecuatorianos, la vigencia y promoción de la lengua quichua y la defensa de las formas de vida y de los territorios de las comunidades étnicas, son algunas medidas mínimas para consolidar un Ecuador unitario y las relaciones interculturales.
Las políticas de flexibilización («flexplotación») laboral y la supresión de derechos -a través de múltiples decretos y de la Constitución neoliberal del 98- han condenado al trabajo a la opresión y la miseria, al «trabajo basura». Urge propiciar que los trabajadores recuperen su fuerza y su dignidad que los convirtió en actores fundamentales de la historia del país. Para ello es fundamental la prohibición de toda forma de intermediación, tercerización o contratación laboral por horas, y la vigencia irrestricta de los derechos de manifestación, reclamación y huelga y el derecho de organización de todos los trabajadores del sector público y privado, en particular de los de la construcción y de las empresas agropecuarias.
El retorno a una visión ancestral de la naturaleza, la paccha mamma de nuestros pueblos indios, el cuidado del medio ambiente, la equidad de género, el respeto a la diversidad sexual, la protección de las personas con discapacidades son tareas prioritarias en todos los niveles.
La seguridad ciudadana no puede estar alimentada por el terror, la venganza y el uso excluyente de las fuerzas represivas tal como lo promueven los órganos del poder imperial y sus acólitos criollos, sino por la participación de las comunidades y los barrios y la solidaridad con los excluidos tal como lo señala el Sermón de la Montaña que declaró «bienaventurados los que sufren persecución por la justicia» y que el Presidente Correa recogió en su primer Mensaje al país.
El Ecuador no puede realizar tamaña transformación aisladamente. En estos últimos años se han dado grandes pasos, aunque aún insuficientes, para el establecimiento de una integración sudamericana, latinoamericana y caribeña de nuevo tipo, fundada en la complementación, la cooperación y la solidaridad, antes que en criterios puramente crematísticos. El poder imperial viene oponiéndose frontalmente a las nuevas iniciativas de integración-integradora como el ALBA, el TCP y la coordinación energética latinoamericana, y busca sabotearlas a través de algunos gobiernos serviles. La integración no puede continuar siendo únicamente «política de comercio exterior», sino parte decisiva de la política global del Ecuador y correlato de profundas transformaciones económico/sociales endógenas.
Si la transformación del Ecuador sin contar con la integración regional sería difícil e incompleta, sin el papel protagónico de los pueblos es imposible.
La llamada reforma política solo puede ser entendida como un cambio radical del Estado y del poder, el derrocamiento de esas clases dominantes/dominadas que empiezan a camuflarse en «corrientes ciudadanas» (Nebot dixit). No estamos de acuerdo con una concepción liberal-individualista de una revolución ciudadana conducida por «nuevos notables», tampoco con un estatuto para la Asamblea que marcaría la convalecencia de una partidocracia oligárquica y filooligárquica ni con una negociación que limite los poderes de la Asamblea Constituyente.
El pueblo ecuatoriano está compuesto de fuerzas sociales vivas, de pueblos indios y afroecuatorianos, de montubios y proletarios urbanos, de desocupados y trabajadores ocasionales, de intelectuales, empleados, maestros, estudiantes, de los movimientos de mujeres, ecologistas, de los GLBT… Son esas fuerzas las que constituyen el verdadero sujeto de cambio y las que deben tomar el poder en sus manos.
«Caminante no hay camino/se hace camino al andar». Consideramos que estos ejes fundamentales para abrir el horizonte de un nuevo Ecuador tienen varios caminos que recorrer.
El primero es la acción política del Gobierno del Presidente Correa que tiene pocos días para dar una vuelta de 180 grados con el pasado e iniciar el cambio del rumbo histórico del Ecuador. Solo así, además, se podrá quebrar el espinazo de la conspiración oligárquica, imperial y mediática ya en marcha y ganar las elecciones de la Asamblea Constituyente con postulados nacionalistas y genuinamente democráticos. La movilización social deberá gestarse no solo para impulsar la Constituyente sino para apoyar al gobierno y presionarlo en esa perspectiva, demandándole el cumplimiento de su compromiso histórico. El poder constituyente pasa en lo inmediato por la movilización social en torno a la acción del nuevo Gobierno.
En el Mensaje de posesión del Mando, el pasado 15 de enero, el Presidente Correa delineó algunas políticas. Diversas fuerzas sociales han demandado también reformas básicas:
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Una política petrolera que revise contratos y ejecute la propiedad nacional de los hidrocarburos, la preservación ecológica, cancele las concesiones a las empresas mineras que han provocado conflictos con los pueblos de la región, la reafiliación a la OPEP.
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La eliminación de la injustificable «autonomía» del Banco Central.
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Una política de bienestar que comprenda el subsidio cruzado en el consumo de luz, agua; y de remuneraciones que aumenten la capacidad de consumo de los pobres, la mayoría de la población, a la par que se eliminan los latisueldos tanto del Gobierno Central como de las entidades autónomas.
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Abolición inmediata de la tercerización.
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Promoción de la integración sudamericana, inscripción en el ALBA.
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Definición de que el agua es un bien público.
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Renegociación soberana de la deuda externa-interna.
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Denuncia del Plan Colombia I y del Plan Colombia II como operativos geopolíticos de Washington para, entre otros fines, «criminalizar» a nuestras sociedades, controlar los recursos naturales y energéticos de la Amazonía y tonificar a Wall Street con la guerra convencional y la guerra química. Denunciar por inconstitucional el convenio de cesión de la Base de Manta.
El segundo camino a recorrer es la realización de la Asamblea Constituyente con plenos poderes. La primera y principal tarea de una Constituyente nacionalista y popular será garantizar y legitimar las reformas estructurales y el nuevo orden económico que deberá surgir de las grandes líneas que hemos trazado.
La segunda tarea fundamental deberá ser transformar de raíz la organización política vigente. En este ámbito se han postulado algunas reformas tales como la instauración del referéndum revocatorio para todas las autoridades de elección popular, la elección de los miembros de los organismos de control con la participación de la sociedad civil, la democratización de las fuerzas políticas mediante la obligación de elecciones primarias de sus candidatos, elecciones pluripersonales a medio período, la potestad presidencial para disolver el Congreso por una sola vez.
Son reformas ciertamente necesarias Pero la reforma profunda requiere de otra organización del poder en que los pueblos indios, los afroecuatorianos, los migrantes, los trabajadores urbanos y los campesinos, los movimientos sociales y formas territoriales de organización popular germinen como mecanismos de representación y dirección políticas del Estado.
Para ser coherente con la Constitución socialmente necesaria, la Asamblea deberá derogar las leyes y reglamentos que la contradicen, tales como:
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Ley de Protección de Inversiones
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Ley de Modernización del Estado
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Leyes Trole que legalizaron las privatizaciones
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El convenio de cesión de la Base de Manta
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Ley de Transparencia Fiscal
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Ley de Seguridad Nacional
El tercer camino, y quizá el prioritario, es la construcción del poder popular que comprende, en lo inmediato, la formación de un gran frente político y social que organice la fuerza popular que se expresó en la segunda vuelta electoral. El sabotaje a la convocatoria a la Consulta Popular, la movilización de la derecha y de los medios de comunicación colectiva en una acción concertada para desprestigiar al Gobierno por determinadas políticas económicas que se han anunciado, la «extraña» muerte de esa mujer firme y ejemplar que fue la Ministra Guadalupe Larriva, empeñada en reorientar a las FF. AA., muestran la necesidad de una amplia y firme unidad en la perspectiva que marcó la segunda vuelta, la de un frente antioligárquico y antiimperialista.
La experiencia política de América Latina lo enseña. No hay avances progresistas sin una poderosa fuerza política, tal como el MAS en Bolivia, el movimiento bolivariano en Venezuela, el Frente Amplio en Uruguay, el sandinismo en Nicaragua, el FMLN en El Salvador, el PRD y el zapatismo en México, el Polo Democrático Alternativo en Colombia.
Tarea inmediata es propiciar ese frente -una suerte de forma intermedia entre el Partido, los antiguos Frentes de Liberación Nacional y los órganos del poder popular– que se proyecte como la gran fuerza que conduzca al país en su nuevo rumbo por las próximas décadas.
La lista unitaria para las elecciones a la Constituyente podría ser un buen paso pero insuficiente. Se requiere la concertación de todas las voluntades. En estos momentos hay varios acuerdos en la misma perspectiva. El frente «Somos Poder Constituyente» formado por la CONAIE, el FUT, Gente Común, Ecuador Decide, FENOCIN, FEINE, el Pueblo Montubio y múltiples organizaciones sociales; los entendimientos entre Pachakutik, MPD y Partido Socialista, el Acuerdo Nacional Constituyente«; y múlitples iniciativas que se desarrollan por todo el país».
Desde una exclusiva vocación por nuestra historia y el futuro del país y América Latina, nos dirigimos a quienes no derivan privilegios del orden-desorden a que nos han conducido el neoliberalismo y una «democracia de plastilina», según el decir de Correa, para demandar la más amplia unidad orgánica. La formación del Frente deberá ser la expresión de la organización democrática del Estado que todos proponemos para la nueva Constitución: participación amplia de las bases de los movimientos sociales, formación de comités populares -que cada comunidad india, barrio, sindicato, junta parroquial, asociación profesional y estudiantil sea un comité-, presentación de precandidatos desde las diferentes organizaciones, celebración de elecciones primarias. Ninguna designación de notables por otros notables. La lista común deberá recoger la amplia participación y el carácter plurinacional del pueblo ecuatoriano.
La Constituyente como proceso organizativo del pueblo ecuatoriano debe incluír la realización de talleres, seminarios, discusiones en las bases de la sociedad y confluir en Preconstituyentes por sectores -mujeres, pueblos indios, afroecuatorianos, trabajadores, profesores, estudiantes, comerciantes informales….- y por niveles de organización territorial, de modo que la nueva Cosntitución sea el resultado de una intensa germinación en el seno del pueblo ecuatoriano.
Nunca como antes ha sido tan cierta la tesis de que son los pueblos quienes hacen la historia. Vivimos hoy los comienzos de la formación del poder popular, del poder constituyente. El impulso que viene de las profundidades y las entrañas del Ecuador es potente, tumultuoso. Hay que oírlo. Hay que saber oírlo.
Alejandro Moreano
René Baéz
Jaime Breilh
Francisco Hidalgo
Mario Unda
Abdón Ubidia
Ileana Almeida
Ilonka Vargas
Raúl Arias
Byron Cardoso
Kintto Lucas
Napoleón Saltos
Margarita Aguinaga
Henry Llánes, Coordinadora de Moovimientos Sociales
Eduardo Delgado, Ecuador Decide
María Arboleda, Gente Común
Fernando Villavicencio, Gente Común
Jenny Londoño, Coordinadora Política de Mujeres
Manuel Salgado
Gustavo Pérez Ramírez
Rosa Rodríguez
César Albornoz
Oswaldo Báez
Virgilio Hernández, Alternativa Democrática
Augusto Barrera, Concejal
Tania Arias, Alternativa Democrática
Bety Tola.
María Hernández
Lourdes Rodríguez, Movimiento Nacional de Mujeres Por la Vida
Justo Estévez
Henry Betancourt
Eduardo Tamayo
Jorge Moya, Presidente Nacional ACJ Ecuador
Fernando lópez
FEDAEPS
Natalia Sierra
Clara Merino
Margarita Vergara
Helga SerranoEliana Franco, grupo de laauditoria de la Deuda.
Cristian Artega, Grupo Cultural Machete Rabioso