Comandante: Somos muchos los hombres y mujeres que hemos hecho de la solidaridad con el pueblo de Nicaragua y en particular con la revolución sandinista un rasgo distintivo de nuestras propias vidas. Los años ochenta fueron un regalo. Los mejores años. Los que nos dieron la oportunidad de participar activamente en un proceso social y […]
Comandante: Somos muchos los hombres y mujeres que hemos hecho de la solidaridad con el pueblo de Nicaragua y en particular con la revolución sandinista un rasgo distintivo de nuestras propias vidas. Los años ochenta fueron un regalo. Los mejores años. Los que nos dieron la oportunidad de participar activamente en un proceso social y político original desde la lealtad a los valores y principios de la revolución sandinista y con el afán de hacernos mejores. Siempre daremos las gracias a un pueblo que tomó su decisión, a los que murieron por una patria libre y más justa y a los que sobreviviendo ejercieron responsabilidades nada fáciles en un tiempo de cólera del Imperio. También a usted le damos las gracias por aquellos años, de corazón.
Sin embargo, los años noventa han sido frustrantes para miles y miles de internacionalistas que han terminado por dar la espalda a Nicaragua, olvidando tal vez que nuestro compromiso era con el pueblo empobrecido, independientemente de los comportamientos del partido que usted dirige. Pero no debe extrañarnos este distanciamiento ni desde lo humano ni desde lo político: la promesa que usted nos hizo en aquella histórica jornada del 26 de febrero de 1990 de gobernar desde abajo se fue convirtiendo progresivamente en una práctica política de pactos para un reparto de poder con aquellos que fueron económica, política y militarmente, agentes activos de la contrarrevolución. Si el protocolo de Transición tuvo sentido para dar estabilidad al país tras el cambio traumático del poder, de ninguna de las maneras es explicable la decisión de la dirección nacional del FSLN de pactar con uno de los personajes más corruptos de la historia de Nicaragua como es Arnoldo Alemán.. Ustedes se re partieron el poder judicial, desconsiderando la división de poderes que es principio de la democracia, con el fin de autoprotegerse y blindar actividades cuando menos irregulares. De este modo, comandante, las gracias por los años ochenta son compatibles con la crítica radical que le hacemos por los poco ejemplares años noventa. Son las políticas pactistas del FSLN en la búsqueda de un bipartidismo para el reparto del Estado las que han extendido entre la solidaridad internacional la sombra de que usted ya no es lo que fue. Ni usted ni el Consejo Sandinista Nacional.
Los que suscribimos esta carta, a pesar de todo, nunca hemos dejado de estar activamente vinculados a Nicaragua. Ello nos ha permitido dar seguimiento político a la metamorfosis que se ha venido produciendo en dirigentes connotados del sandinismo -a algunos de los cuales hemos querido de veras en los años noventa por su defensa encendida de los logros revolucionarios-, que han sustituido los ideales y la mística por el mundo de los negocios, haciendo del Frente un partido para la defensa corporativa de un grupo de interés que lo controla. Este escenario nos duele y nos recuerda unas palabras del escritor brasileño Jorge Amado quien con un lirismo desgarrado describe el dolor de gentes que lo dieron todo por sus ideales hoy extraviados: «Sé de hombres y mujeres, magníficas personas, que de repente se encuentran desamparados, vacíos, sumergidos en la duda, en la incertidumbre, en la soledad, perdidos, enloquecidos. Lo que los inspiró y condujo por la vida, el ideal de justicia y belleza por el cual tantos sufrieron persecuciones y violencia, exilio, cárcel y tortura, y otros muchos fueron asesinados, se transformó en humo, en nada, en algo sin valor, apenas fue mentira e ilusión, mísero engaño, ignominia». Así es comandante: mucha gente siente ahora que sus años vividos, su entrega, apenas sirvió porque su partido, el partido de su vida, el de sus colores, el de su pasión, se conduce hoy por una senda equivocada.
Sí, por un camino errático que poco tiene que ver con los valores de la izquierda. Sucede, comandante, muchas mujeres y hombres internacionalistas estamos perplejos ante su reacción frente a la candidatura del señor Herty Lewites. Lo que hemos leído y oído: «Agentes de la CIA» «Sicarios del Imperio» «Representantes de la oligarquía» y otras sentencias, revelan el lado más oscuro de una ideología dogmática y peligrosa que parece regresar al estalinismo. No se pueden decir semejantes infamias de sus propios compañeros de ayer mismo y no hacer inmediatamente una autocrítica pública, comenzando por usted mismo como líder que representa al actual Consejo Sandinista Nacional. Vetar de este modo o por procedimientos legalistas lo que deber ser un ejercicio sano de la libertad y el derecho que han de tener la bases de elegir significa un retroceso enorme en las creencias y comportamientos de la izquierda. Vetar es ejercer la dictadura, comandante, lo justifique como lo justifique. La democracia interna ha de ser siempre un principio del sandinismo, de su naturaleza, no algo que usted puede conceder o no arbitrariamente. Para nosotros que no tenemos nada a favor ni en contra del señor Henry Lewites, l o de menos es su perfil. Este es un asunto de derechos: de cada miembro para ser candidato y de las bases para votar libremente. Y los derechos no se discuten, sencillamente se deben ejercer.
Usted debe poner fin a lo que para la izquierda social y política del mundo entero es un despropósito dictatorial. Usted debe aceptar, con humildad, que puede ser discutido, criticado; debe aceptar que pueden presentarse otros candidatos para representar al sandinismo en la lucha por la presidencia de la República. Lo que usted no puede hacer, ni moral ni políticamente, es lanzar al Consejo Supremo Electoral, a los jueces y a la policía, contra quienes ejercen un derecho a la competencia en el interior de un partido político que no es propiedad de sus dirigentes cualesquiera que sean, so pena de devolvernos a las cavernas de verticalismos represivos obsoletos. Usted no debería, para tomar estas medidas, tratar de hacerse valer ante las bases mediante el uso de soflamas antiimperialistas. No olvidamos que los dirigentes soviéticos, usando el lenguaje del marxismo, construyeron una sociedad vertical, con poder autoritario, y ellos fueron de los primeros que se pasaron de campo cuando la caída del Muro era inevitable. Hace falta más humildad y más espíritu de unidad. Somos muchos los antiimperialistas que no estamos hoy día con usted.
El sandinismo tiene la imperiosa necesidad de recomenzar. Se trata de un proceso. Para que tenga éxito habrá que desplegar todas las potencialidades de la democracia interna, del diálogo y de la búsqueda incansable de la unidad. Pero, además, será imprescindible el resurgir de movimientos sociales independientes, listos para ejercer un pensamiento crítico y para pensar un nuevo modelo de sociedad. Un partido sandinista con futuro, con capacidad de gobierno para las mayorías, será aquél que se alimente de las luchas sociales, de sus señalamientos y de sus propuestas. Será también aquel en el que brille la pasión por servir a las mayorías empobrecidas. Será por fin aquel en el que la democracia interna, la libertad de elegir y ser elegido sea un principio sagrado inviolable. En este horizonte debe tener su espacio una nueva solidaridad internacionalista. Y en ella estaremos.
Firman también esta carta:
Bernadette Fieux – Francia, Nicholas Albrecht – Francia, Miguel Nuñez – España, Dilcia Figueroa – España e Iñaki Markiegi – España