En Economía –como en la Ciencia en general– la mentira suele ser aliada de la simpleza: las cosas más complejas se explican, en múltiples ocasiones, de forma tan sencilla, tan elemental, que hurtan la realidad; que se alejan de ella, aunque suenen convincentes. Y pueden calar en la opinión pública, justamente por la ausencia de matices, de explicaciones, de argumentos. Lo extremadamente sencillo, avalado por alguna declaración puntual y escogida, gana terreno en los medios de comunicación y entierra o arrincona los datos más prolijos: esa realidad más alambicada, mucho más veraz y, por supuesto, más difícil de aprehender.