La pandemia ha abierto la posibilidad, yo diría que la necesidad, de reenfocar algunos de los postulados que la ortodoxia económica daba por incuestionables. Uno de ellos es el que concierne con las pretendidas ventajas de la “globalización”, término impreciso, un verdadero cajón de sastre, donde se ha instalado uno de los paradigmas sagrados del pensamiento conservador.