Estimaciones de Naciones Unidas cifran en cerca de 6.500 los civiles tamiles probablemente muertos desde principios de año como consecuencia de la «ofensiva final» del Ejército cingalés en contra de la guerrilla de los Tigres de Liberación de Tamil Eelam (LTTE), aunque el organismo internacional precisa que este extremo no ha podido ser confirmado por la prohibición de Colombo de acceder a la zona.
El Gobierno ha cifrado en de 15.000 a 20.000 personas la población tamil atrapada en una franja costera del distrito de Mullaitivu junto a varios cientos de miembros del LTTE, pero la ONU calcula que hay todavía 50.000 civiles que permanecen bloqueados en las zonas de combate, según Elisabeth Byrs, portavoz de la Oficina de Ayuda Humanitaria. Ésta añadió que alrededor de 95.000 consiguieron llegar a los campos de refugiados y calificó la situación de las víctimas de «catastrófica».
Según estimaciones de Naciones Unidas, la última fase de la ofensiva militar cingalesa iniciada en enero se ha cobrado la vida de 6.432 civiles tamiles y ha dejado un saldo de 13.946 heridos. Estas cifras supondrían que unos 2.000 tamiles han muerto sólo en esta última semana.
No obstante, el Ejército cingalés rechazó ayer detener la ofensiva contra la guerrilla tamil, cercada en un territorio de entre diez y doce kilómetros cuadrados, según fuentes militares. «Nuestra prioridad es rescatar primero a los civiles y luego ir a por el líder del LTTE», dijo el portavoz del Ejército, Udaya Nanayakkara.
Por eso, fuentes del Ejército indicaron que las tropas ralentizarían su avance para «proteger» las vidas de la población que continúa en esa zona y añadieron que los guerrilleros del LTTE «están disparando pero no estamos respondiendo por el temor de alcanzar a los civiles». Erigidos en «defensores» de la población civil, los responsables militares afirmaron que «no nos importa dedicar más tiempo a recapturar todo el área».
Un trabajador humanitario señaló que «van a continuar con una ofensiva sólida, aunque teniendo más cuidado debido a las presiones internacionales [de estos días]. Ahora no tienen ninguna prisa».
Las agencias humanitarias han denunciado reiteradamente que los civiles están siendo víctimas de los bombardeos del Ejército y de los propios tigres.
Mientras, son ya 105.274 los civiles que han huido del reducto de Mullaitivu en los últimos días (de un total de 193.960 desplazados por el conflicto), según Defensa, que admitió que 4.736 de los casi 11.000 «evacuados» por el Comité Internacional de la Cruz Roja son «pacientes» que necesitan atención médica.
Pero el LTTE rechazó esta versión y aseguró en un comunicado que quedan 125.000 tamiles dentro de la zona y acusó al Gobierno de pretender matarlos de hambre bloqueando la llegada de ayuda.
Punto de observación
Ubicado cerca de la zona de combate, el pueblo de Puttumatalan, a donde el Ejército accedió el martes, se convirtió ayer en punto de observación para periodistas. Desde allí, una zona estrictamente prohibida hasta ahora a los medios de comunicación, se escuchan las explosiones y los disparos de armas automáticas.
Este pueblo costero constituía el último punto de suministro de la guerrilla durante la ofensiva en la que las tropas gubernamentales han ido recuperando el territorio que controlaba el LTTE. Rechazados hacia la costa, los tigres vieron caer la localidad en manos del Ejército a principios de semana, lo que les privó de la posibilidad de abordar las embarcaciones con provisiones y de evacuar a los heridos.
Según el testimonio de Nicolas Revise, de la agencia France Presse, durante el tras lado de Kilinochchi a Puttumatalan los periodistas descubrieron un paisaje de guerra, con casas destruidas y pueblos desiertos.
«Las dos partes nos disparan», explicaba uno de los escasos habitantes, un anciano que trata de abandonar la zona, ya devastada por el maremoto de 2004.
Para los periodistas es imposible, en cambio, acercarse a los aproximadamente 100.000 civiles tamiles que han conseguido salir de las zonas de combate. Ante los representantes de los medios de comunicación, por primera vez en el lugar desde el comienzo de este éxodo, al Ejército cingalés le era prácticamente imposible desmentir que a consecuencia de los combates se hayan producido numerosas víctimas civiles.
«Se ha pedido a los soldados que sean muy prudentes en su avance», aseguraba Udaya Nanayakkara, quien insistía en que el LTTE utiliza a los civiles como «escudos humanos» y añadía que «el principal reto es salvar a los civiles sin causar víctimas entre ellos». Algo que, agregaba, es muy difícil porque los guerrilleros tamiles «cambiaron sus uniformes por ropas de civil».
El líder de los Tigres de Liberación de Tamil Eelam (LTTE), Vellupillai Prabhakaran, se esconde en el último reducto de la guerrilla en el norte de Sri Lanka y está decidido a luchar «hasta el final», aseguró un alto mando militar cingalés. Citado por el diario local «Daily Mirror», el brigadier Shavendra Desilva indicó que Prabhakaran resiste junto a su hijo, Charles Anthony, y los jefes de la inteligencia guerrillera, Pottu Aman, y de sus fuerzas navales, Soosai, en unos diez kilómetros cuadrados de territorio aún en poder de los tigres tamiles.
Desilva dijo que un portavoz del LTTE que se entregó esta semana señaló que Prabhakaran se preparaba apara dar la última batalla junto a sus combatientes, ya que aseguró que permanecerá en ese lugar «hasta el último momento». No obstante, el brigadier indicó que «hasta el último minuto intentará escapar» y apuntó que es probable que el líder guerrillero trate de salir de la isla en un submarino, aunque añadió que la Marina cingalesa ha establecido un bloqueo total de la costa en las zonas de concentración guerrillera por lo que las probabilidades de que logre escapar con «muy remotas».
El comandante que supervisa la ofensiva contra el LTTE atendió a periodistas en Kilinochchi, antiguo cuartel general de la guerrilla tomado por el Ejército en enero, y allí les mostró morteros y pequeñas armas que habían pertenecido a los combatientes tamiles. Desilva dijo que su unidad mató a 5.953 guerrilleros e hirió a 2.938 desde setiembre de 2007, cuando el Gobierno de Colombo rompió unilateralmente la tregua, y dijo haber perdido 15 hombres.