Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
El Gobierno chileno está utilizando armamento y experiencia militar israelí para llevar a cabo una represión brutal, y no por primera vez, escribe Belén Fernández.
En 2018, Chile e Israel acordaron una mayor cooperación en educación, entrenamiento y doctrina militar [AFP]
Al menos 19 personas han sido asesinadas desde que comenzaron en Chile hace dos semanas las protestas populares por la desigualdad económica extrema.
En el transcurso de solo cuatro días más de 5.400 personas fueron detenidas por las fuerzas de seguridad chilenas y abundan los informes de tortura, violencia sexual, palizas y otras violaciones de los derechos humanos.
En un notable retroceso a los tiempos de la dictadura fascista de Augusto Pinochet apoyada por Estados Unidos, que duró desde 1973 hasta 1990, el presidente chileno de derechas, Sebastián Piñera, proclamó que «Estamos en guerra» -una de las frases favoritas del dictador hacia los finales de su presidencia- pero se vio obligado rápidamente a retroceder.
Reuters señala que «Piñera pidió perdón por los sucesivos gobiernos, tanto de izquierda como de derecha, que no actuaron antes para detener las profundas desigualdades en la quinta economía más grande de América Latina», una reacción bastante generosa proveniente de exactamente un multimillonario.
Poco después de que estallaran las protestas The Independent publicó un artículo de opinión de Benjamin Zinevich sobre la vibrante historia de la colaboración militar entre Chile e Israel, reflejada en el subtítulo: «En los últimos años, el [ejército israelí] ha usado aparentemente una táctica de mutilar a los manifestantes palestinos en lugar de disparar a matar, y eso es algo que nosotros hemos visto en Chile esta semana».
Por supuesto y dado que el ejército israelí también ha logrado hacer cosas como matar a 59 manifestantes en un solo día en la Franja de Gaza, parece que la táctica es algo flexible.
Zinevich nos recuerda que en la era de Pinochet -durante la cual hubo decenas de miles de detenidos, torturados, asesinados y desaparecidos– Israel era un principal proveedor de armas a los militares de la junta.
La asociación no terminó con la caída de la dictadura, en 2018, por ejemplo, los dos países firmaron un acuerdo comprometiendo una mayor cooperación en educación, capacitación y doctrina militar, entre otros beneficios. Zinevich escribe que en ambas regiones «los más afectados [por la alianza] negativamente son la clase trabajadora y los pueblos indígenas».
La policía chilena toma medidas enérgicas contra manifestantes antigubernamentales en Santiago [Getty]
La Misión Canarias, un equipo dedicado a alentar la caza de brujas al estilo McCarthy en los campus de los EE.UU. y la identificación de cualquier crítica a las políticas asesinas de Israel con el antisemitismo, incorpora a Zinevich como organizador en la Universidad de Nueva York de -¡Dios no lo permita!- Jewish Voicefor Peace (JVP) y Students for Justice in Palestine (SJP), además de apoyar el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). Sigue un útil catálogo de sus actividades en las redes sociales percibidas como transgresiones, aunque la lista aún no se ha actualizado para reflejar la intervención en Chile e Israel.
No vale la pena un pequeño error en el artículo de Zinevich: su afirmación de que solo se han tratado 10.511 bajas palestinas en el contexto de la Gran Marcha del Retorno y que casi el 60 por ciento de ellos fueron disparados por el ejército israelí en las extremidades inferiores, la mayoría con munición real. Pero el artículo del Times of Israel que confirma estos cálculos fue publicado en diciembre pasado, lo que significa que las víctimas son obviamente muchas más ahora.
El 26 de octubre el doctor Ghassan Abu Sitta, fundador del programa de medicina de conflictos en el Centro Médico de la Universidad Americana de Beirut y visitante frecuente de la Franja de Gaza para tratar a las víctimas de los ataques de Israel, informó de que, justo el día anterior, «el ejército israelí disparó a 30 palestinos en las piernas con balas de alta velocidad provenientes de francotiradores».
Mientras tanto, en Chile, las piernas de los manifestantes parecen haber recibido una buena cantidad de proyectiles, aunque los ojos y otras partes del cuerpo también han sido objeto de ataques desproporcionados.
«Los productos de seguridad de Israel son particularmente útiles en un mundo neoliberal caracterizado por divisiones cada vez más fortificadas entre los que tienen y los que no tienen».
Y si bien es imposible argumentar que Israel y solo Israel tiene la culpa del comportamiento de gatillo fácil de las fuerzas de seguridad chilenas, el vínculo militar chileno-israelí no es algo que debamos pasar por alto.
Un informe de 2018 titulado «Militarismo israelí en América Latina», cortesía de miembros del movimiento regional BDS, detalla algunas de las contribuciones duraderas de Israel a la represión en Chile y en otros lugares, incluida «la militarización de la Araucanía [región que] ha sido un instrumento de opresión del pueblo mapuche [indígena]… para mantener el negocio de los grandes selvicultores, empresarios y proyectos energéticos que devastan el medio ambiente y el territorio».
Sin duda Israel tiene una amplia experiencia en el campo de la defensa de la usurpación de tierras indígenas. El acceso único de Israel a una población palestina cautiva en la que probar diversas formas de barbarie significa que disfruta de una ventaja considerable en términos de comercialización de sus armas y conocimientos represivos en todo el mundo.
Por cierto, en medio de la actual sublevación chilena, el periódico Israel Hayom pubicó un artículo titulado «Armados con pasaportes, los agregados militares forman la línea de defensa menos conocida de Israel», en el que el primer país listado como bendecido con un agregado militar israelí no es otro que Chile.
El ejército israelí intenta reprimir a los manifestantes palestinos en Gaza [Getty]
Según el artículo, estos enviados cumplen una miríada de funciones, como «tratar [asuntos] de ejercicios conjuntos de entrenamiento entre [el ejército israelí] y ejércitos extranjeros, compartir conocimientos y el desarrollo conjunto de armas y capacidades». También trabajan para «cultivar la esfera de la legitimidad e influencia internacional», así como «fomentar el margen operativo de Israel».
En otras palabras, tener una red de propagandistas militares estratégicamente ubicados en todo el mundo para responder por la «legitimidad» de Israel, es sin duda una buena manera de «fomentar el margen operativo» y desalentar las críticas internacionales cada vez que Israel emprende uno de sus ataques periódicos de masacre de palestinos.
Los agregados militares además «protegen y promueven los intereses de seguridad de Israel» al abordar «cuestiones como las exportaciones de defensa», que por supuesto no tienen nada que ver con la «seguridad» de Israel en sí, sino con la seguridad de la industria armamentista israelí.
Chile también tiene agregados militares en Israel donde, de acuerdo con la embajada chilena en Tel Aviv, sus nobles deberes incluyen «aumentar los lazos militares entre el Ministerio de Defensa y su contraparte israelí» para cumplir con el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile y Política de Defensa», así como «prospección de áreas de tecnología militar en la industria de defensa local que podrían ser aplicables en las áreas relevantes del Ejército de Chile».
Las tecnologías de vigilancia israelíes y otros instrumentos de opresión son parte integral del dominio global de una minoría de élite.
Claramente los productos de seguridad de Israel son particularmente útiles en un mundo neoliberal caracterizado por divisiones cada vez más profundas entre los que tienen y los que no tienen. Como demuestra Todd Miller en su nuevo libro Empire of Borders, las tecnologías de vigilancia israelíes y otros instrumentos de opresión son parte integral del dominio global de una élite minoritaria a expensas de las masas pobres.
Y, ¿saben?, las protestas chilenas son en sí mismas una reacción al neoliberalismo, lo que sugiere que el ejército chileno aún puede encontrar más «áreas relevantes» para colaborar con su homólogo israelí.
A pesar de la violencia inherente al modelo neoliberal y la violencia letal ejercida por el Estado chileno, gran parte de los medios corporativos occidentales han optado por retratar a los manifestantes como violentos por actos como arrojar piedras a la policía, comportamiento que también coloca regularmente a los palestinos en la categoría de «terrorista violento», mientras la conducta considerablemente más terrorista de Israel se excusa como defensa propia.
Por cierto, Chile ya tiene su propia ley antiterrorista, aunque, como señala Amnistía Internacional, se ha utilizado tradicionalmente para criminalizar al pueblo indígena mapuche.
Chile no es el único lugar latinoamericano que se ha beneficiado de tener un amigo en Israel. Durante la Guerra Fría, por ejemplo, los israelíes armaron a todo tipo de dictadores y escuadrones de la muerte en nombre de la guerra de Estados Unidos contra el comunismo.
Israel mantiene ahora una base de admiradores entre los líderes de extrema derecha como el dictador hondureño Juan Orlando Hernández, cuyas fuerzas de seguridad también son conocidas por matar y torturar a las personas, y que ha pagado sus cuotas de amistad al apoyar con entusiasmo a Jerusalén como la capital israelí.
A medida que surgen protestas contra la opresión en todo el mundo, es hora de que comencemos a conectar algunos puntos.
Belén Fernández es autora de Exile: Rejecting America and Finding the World (OR Books), The Imperial Messenger: Thomas Friedman at Work (Verso) y Martyrs Never Die: Travels through South Lebanon (Warscapes). Es editora colaboradora de la revista Jacobin y escribe regularmente para Al Jazeera, Middle East Eye y Current Affairs. @MariaBelen_Fdez
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no representan necesariamente las de The New Arab, su junta editorial o su personal.
Fuente: https://www.alaraby.co.uk/english/comment/2019/10/30/chile-and-israel-a-murderous-match
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