La admiración por la economía china y sus métodos es un rasgo curioso de nuestro tiempo. De Passos Coelho y Portas, que le vendieron con avidez algunos tesoros nacionales portugueses, a algunos líderes de izquierda y economistas insospechados, hay una especie de consenso susurrado que elogia los éxitos chinos como modelo o, al menos, como inspiración.
Este modelo demuestra que un estado fuerte y un sistema financiero controlado por las autoridades públicas pueden reducir el impacto de las crisis económicas o incluso evitar algunas. Pero también demuestra que, al poner este sistema al servicio de la acumulación de capital, se generan insaciables contradicciones. No se puede tener sol en la era y lluvia en el nabal.
Éxito
Más allá de reticencias sobre sus cuentas, es indiscutible que la economía de China será la ganadora en 2020. En el tercer trimestre, la recuperación fue fuerte, con un crecimiento del 4,9%, y mientras el PIB mundial caerá un 5 % este año, China será la única economía con saldo positivo (el FMI prevé un crecimiento del 1,85% en 2020 y del 8% en 2021). El motivo más importante de este relanzamiento, luego de una drástica contención que congeló la producción, fue una inversión masiva: en julio la formación bruta de capital fijo creció un 8,3%, en agosto un 9,3% y en la industria un 5,6%. Se realizaron grandes inversiones en logística, infraestructura y en la reanudación de la actividad empresarial. Por tanto, la deuda pública se disparó hasta el 285% del PIB (porcentaje superior al portugués), pero nueve décimas partes son ahorros nacionales y no dependen de divisas extranjeras, por lo que es controlable.
Por tanto, la razón del éxito es fácil de identificar: es la inversión pública como respuesta a la recesión, ni existe ningún otro recurso. Este ha sido siempre el caso y, a lo largo de la historia reciente de China, este éxito se puede medir de varias maneras. El Banco Mundial indica que en cuatro décadas han salido de la pobreza 800 millones de personas, las autoridades chinas incluso han anunciado el fin de la pobreza extrema (que recibe menos de 2 euros al día o 60 al mes).
El mundo empresarial
Sin embargo, el autoritarismo social que acompaña a este éxito económico es el motivo más atractivo para la ubicación de empresas extranjeras. Cuentan con el Partido Comunista Chino para impedir la libertad sindical y la organización de los trabajadores. Pero también hay un mercado gigantesco, incluso de productos de lujo: además de Unilever (alimentación), empresas como Adidas (equipamiento deportivo) y L’Oréal (cosmética) venden más en China que en Estados Unidos.
Además, China domina la capacidad innovadora en los mercados de más rápido crecimiento: desde 2013, su sistema de ventas online ha superado al norteamericano y hoy ya tiene un volumen superior al de EEUU y Europa juntos. Las empresas chinas han creado plataformas de venta que multiplican los servicios, los juegos, el acceso al crédito, la información, las actividades sociales, el entretenimiento: el mundo en un teléfono móvil. Esta es quizás la innovación económica más importante de la década y solo ahora se está comenzando a imitar.
No hay brillo sin mácula
Y luego están los problemas. En noviembre pasado, dos días antes de la mayor venta de acciones en la historia del capitalismo moderno, que fue la ampliación del capital de Ant, el brazo financiero de Alibaba de Jack Ma, el proceso fue suspendido por las autoridades chinas. La empresa fue acusada de prácticas monopolísticas: Alibaba obligaría a los proveedores a firmar contratos exclusivos. La prensa sugirió que se trataba de una represalia contra un reciente discurso del empresario, quien se burló del banco nacional chino. En cualquier caso, fue una reafirmación del poder ante una parte del sistema financiero privado que se agiganta. Ant tiene, además, un sistema empresarial que sólo financia directamente el 2% del crédito que otorga y obtiene el 98% restante de la banca tradicional, jugando siempre a lo seguro. En todo caso, la disputa revela la lucha por el control del crédito, y la tensión aumentará.
El segundo factor de tensión es la resistencia social. Hace unos días, el 19 de diciembre, los trabajadores de Pegatron, una fábrica en Shanghai, de capital taiwanita y que produce para Apple y Microsoft, se declararon en huelga para rechazar su traslado a una ciudad a 70 kilómetros de distancia. Una publicación especializada de Hong Kong, China Labor Bulletin, ha registrado 503 huelgas de este tipo en los últimos seis meses. A sabiendas del valor que producen, los trabajadores chinos no parecen dispuestos a celebrar que el país tenga salarios reprimidos y un nivel de pobreza de 60 euros al mes. Y esta exigencia de democracia laboral es la otra cara del modelo.
Francisco Louça es economista y activista del Bloco de Esquerda de Portugal, es miembro del Consejo de Estado.
Fuente: https://www.esquerda.net/opiniao/sucessos-e-abalos-chineses/72242
Traducción: G. Buster (https://www.sinpermiso.info/textos/china-exitos-y-maculas)