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El historiador Ezequiel Adamovsky analiza la ola de descontento social, producto de la crisis política y económica global

Cómo la debacle de 2001 en Argentina se replica hoy en todo el planeta

Fuentes: Revista Debate

El año 2011 quedará marcado por la magnitud planetaria que adquirió la protesta social en varios países, provocada por los efectos de la crisis financiera que se disparó en 2008. A la «Primavera árabe» le siguió la impronta de los «indignados» españoles, que a su vez se propagó por Europa, y tuvo su réplica inesperada […]

El año 2011 quedará marcado por la magnitud planetaria que adquirió la protesta social en varios países, provocada por los efectos de la crisis financiera que se disparó en 2008. A la «Primavera árabe» le siguió la impronta de los «indignados» españoles, que a su vez se propagó por Europa, y tuvo su réplica inesperada en Estados Unidos, en el movimiento «Ocupemos Wall Street». El historiador argentino Ezequiel Adamovsky analiza esta ola global de descontento, la cual enmarca dentro de las protestas, iniciadas en los noventa, contra los efectos perjudiciales de la globalización económica.

¿Cuál es su mirada sobre el estado de movilización mundial que caracterizó a este 2011?

La denominación «indignados» viene de un país en particular, España, que por extensión se empezó a utilizar en otras naciones. Pero mi impresión es que, más allá de los reclamos locales y sus razones, el actual estado de movilización y protesta mundial forma parte de un fenómeno más amplio. Se vincula más bien con una oleada de formas de resistencia global que, podría decirse, comenzó a más tardar en 1999, en Seattle, con las manifestaciones en contra de la Cumbre de Organización Mundial del Comercio. Fue un nuevo momento de gran visibilidad que adquirió el movimiento, por cierto, caracterizado por tener grandes picos de despliegue y grandes reflujos. Por ejemplo, en 2001, tuvo un tiempo de reflujo a raíz de las medidas represivas que se adoptaron luego de los atentados a las Torres Gemelas; un tiempo de gran visibilidad fue la manifestación planetaria en contra de la guerra de Irak; y otra escala global del fenómeno de protesta se adquirió partir de la crisis de 2008.

Entonces, las protestas actuales, ¿se enmarcan dentro del movimiento antiglobalización de los noventa?

Sí, las observo como parte de un mismo fenómeno. Las consignas son parecidas y el reclamo es similar en el sentido de protestar frente a un sistema político que está muy imbricado con el capital, sobre todo financiero, y en un escenario donde las grandes decisiones las toman las elites nacionales con el gran empresariado globalizado. Un tema interesante, en esta última oleada, fue el intento deliberado de asociarse con revueltas del mundo árabe, que, en principio, no parecen formar parte del mismo escenario porque, en estas últimas, priman motivaciones políticas, más allá de las económicas. De ahí que haya un horizonte (que, insisto, se vio desde 1999, o antes) de activar la idea de que exista un plano global de la resistencia contra lo que algunos llaman neoliberalismo y otros, directamente, capitalismo. Se trata de instalar el reclamo por los derechos en un nivel tan global como hoy lo tiene el capital.

¿Se busca una estrategia global frente un enemigo en común?

Se impulsa una respuesta global y ello es gracias al modo en que operan las grandes decisiones económicas en todo el mundo. Por ejemplo, el FMI aplicando para todos la misma receta. Asimismo, «antiglobalización» es un nombre que impuso la prensa mundial. El caso es que no hay una voz autorizada que pueda autodefinir el fenómeno. El movimiento es múltiple y participan grupos muy distintos de todo el mundo. Y no predomina una mirada que busque salirse de la globalización, en el sentido de volver a los escenarios nacionales. Por el contrario, se trata de globalizar también los derechos políticos y económicos.

¿Qué vinculo traza con la Argentina movilizada de 2001?

Primero, desde una visión más general, se observan conexiones muy visibles entre formas de lucha, organización y discurso político entre el norte entendido como Norteamérica y Europa, y la parte del Sur que ocupa Latinoamérica. De hecho, buena parte de la ética que retoma el movimiento de resistencia global está inspirada en las consignas surgidas en 1994, en Chiapas, con el levantamiento zapatista. Lo mismo vale para el impacto que tuvo en el resto del mundo la revuelta argentina de 2001. Ésta se da en el contexto mundial que, como mencioné, inauguró el atentado de 2001, por el cual, enseguida, se derechizó el espacio discursivo y se empezaron a anunciar medidas represivas y de control del movimiento de las personas. Entonces, lo ocurrido en la Argentina, de algún modo, vino a traer un poco de aire en ese clima tan opresivo. De ahí a que todos los ejemplos de la lucha argentina dieron la vuelta al mundo. Así ocurrió con el ejemplo de las fábricas tomadas, o las asambleas barriales.

Los cacerolazos…

Así es. Con un grupo de activismo en 2002 hicimos un video documental recopilando todos los ecos que había tenido la rebelión argentina. Encontramos acciones en más de veinte países, sobre todo en Europa y Estados Unidos. Actualmente, en Grecia, una de las consignas que se gritaron fue «Que se vayan todos». Entonces, seguro hay contactos entre las distintas protestas entre el norte y el sur. El flanco más débil es qué pasa con el resto del mundo. Ahí las relaciones son más endebles. Hay puntos de contacto, aunque todavía débiles.

Las protestas contra el poder financiero y la desigualdad social, ¿hasta qué punto puede revitalizar o representar una oportunidad para recomponer fuerzas de izquierda?

Diría que esta ola, que surgió en los noventa y se extiende hasta hoy, retoma la necesidad de las luchas radicales y anticapitalistas, propia de las tradiciones de izquierda. Pero, al mismo tiempo, también expresan el agotamiento de las formas de protesta y organización anteriores. En los ochenta, ya estaba claro que los grandes movimientos políticos, que habían llevado las banderas de los cambios contra el capitalismo, se habían agotado o no estaban conduciendo a un cambio radical de la sociedad. Ahora bien, en los noventa, volvió a aparecer la resistencia, con un intento muy visible de retomar parte de ese legado pero, a la vez, de alejarse de éste, sobre todo con la parte que tiene que ver con las jerarquías piramidales, con los discursos políticos incapaces de hacer lugar a la diferencia, etcétera.

¿Es una movilización sin rumbo?

Todavía no se ve con claridad, pero puede que, en este contexto en el que estamos ahora, se esté cocinando alguna vía, salida o alternativa y estrategia más completa. Asimismo, los procesos históricos son largos. Lo que sí veo, por ahora, es una gran creatividad, una gran capacidad de resistencia, aunque falta una visión de futuro; es decir, responder al interrogante sobre qué tipo de sociedad queremos construir y cómo nos organizamos para alcanzarla.

El protagonismo de los sectores medios

En las manifestaciones de protestas que sacuden a diversos países europeos, se percibe cierto protagonismo de los sectores medios. Autor de Historia de la clase media argentina, el historiador argentino Ezequiel Adamovsky acuerda que «en las manifestaciones más visibles a nivel global se destaca la participación de personas de diferentes sectores sociales, incluso de los de menores recursos. Sin embargo, tienen un lugar protagónico los sectores medios». De todas maneras, el autor subraya que «no se puede caracterizar la naturaleza social del movimiento por ese elemento». Para Adamovsky, una de las explicaciones del fenómeno responde a la «precarización laboral que afectó a sectores importantes de la clase media, en especial a los más jóvenes, quienes no han tenido una experiencia de trabajo estable y quienes si bien tienen experiencias laborales calificadas, padecen la misma precariedad de los peores trabajos».

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar//2011/11/18/4714.php