“Este sistema arrogante subestima la fragilidad biológica del ser humano”
Médico pediatra con una Maestría en Salud Pública, Bernard Borel, cuenta con una larga experiencia de más de 40 años en su profesión. Además, ha realizado numerosas misiones de cooperación en Asia, África y, particularmente, en América Latina, sea para la Organización Mundial de la Salud, como para diversas Organizaciones No Gubernamentales. “La pandemia actual desnuda los límites del sistema y anticipa eventuales y nuevos paradigmas de la sociedad planetaria”, enfatiza en esta entrevista.
P: ¿En su larga experiencia médico-sanitaria, sea en Europa como en países del Sur, se confrontó alguna vez con una situación como la actual?
Bernard Borel (BB): Creo que ni yo ni nadie vivimos algo así. Hubo una alerta seria en el 2009 con la gripe H1N1, que, por suerte, al final, no resultó tan grave y rápidamente se logró una vacuna. Más allá de algunos especialistas, no hubo entonces ninguna toma de consciencia a nivel político o de sociedad sobre lo que podía acaecer con este tipo de pandemias. Hemos vivido en los últimos 50 años con la confianza propia de la arrogancia típica de la sociedad de consumo impuesta por la globalización neoliberal, olvidándonos de nuestra propia fragilidad biológica en tanto sociedad humana.
“Se subestimó la pandemia”
Q: ¿Qué es lo que más le sorprende de la crisis actual?
BB: La negación, en un primer momento, de parte de la Organización Mundial de la Salud y de casi todos los gobiernos, de la gravedad de la epidemia. Y la dificultad de ofrecer una respuesta concertada a nivel regional, lo que prueba la falta de preparación. COVID-19 nos agarró por sorpresa. Cada quien pensó que eso era un problema de los otros, pero de pronto, estaba aquí, difundiéndose a ritmo acelerado por todo el planeta. Y por tratarse de un virus nuevo, no se podía prever bien cómo iba a evolucionar la enfermedad. Pero quedó claro que era muy contagiosa, que no tenía tratamiento específico y podía ser mortal. Y eso conllevó a un movimiento de pánico, en Europa por lo menos, ya que este virus atacaba a todos por igual, ricos y pobres. Al final, los gobiernos, no tuvieron otra opción que imponer el confinamiento, con diferentes matices, para frenar la difusión del virus y evitar lo más posible la sobrecarga en los hospitales. Y eso conlleva a una semiparalización de la economía: por ejemplo, según primeros cálculos moderados, de 25% en Suiza y no menos del 35% en Francia. En perspectiva, tendrá un impacto mucho mayor que el que produjo la crisis financiera del 2008. Y esto, en la Europa próspera de los últimos 50 años, aparece como inaudito.
P: Desde la perspectiva europea, la pandemia parece dejar una lección: no hay países ricos ni “potencias” que puedan, realmente, subestimar su impacto. Francia, Italia, España, constituyen ejemplos paradigmáticos…
BB: Es cierto. Nos recuerda que todos somos seres humanos, con nuestra propia fragilidad biológica. En este caso, hay dos elementos importantes que están en juego: cuál es la población con más riesgo de complicación (ya que es una enfermedad sin tratamiento específico) y cómo el sistema de salud puede hacer frente a una ola enorme de pacientes. Por lo que se observa, por suerte, los niños tienen pocos síntomas, y son los ancianos los que más mueren. En Europa, por la tendencia demográfica actual, ese sector de la población es significativo. En la última década, se ha criticado mucho, aquí, a los sistemas públicos de atención médica, acusándoles de ser “caros e ineficientes”. Como consecuencia, se ha reducido muchos las camas hospitalarias y los puestos de trabajo en el sector en toda Europa, pero sobre todo en los países del sur del continente, (Italia, Grecia, España y Francia). Ahora se paga el costo de esta visión cortoplacista y neoliberal de la salud. Pero hay algo aún más importante. Esta pandemia se debe a nuestra economía globalizada. Los vectores fueron los viajeros por avión, principalmente cuadros de las grandes empresas transnacionales y de los diferentes gobiernos, y los turistas del autodenominado primer mundo. ¡Los vectores no han sido los migrantes económicos o climáticos, ni los refugiados que huyen de los conflictos y llaman a las puertas de Europa o de los Estados Unidos!
La salud, en el centro del debate
P: A la luz de esta crisis se abrió un verdadero debate sobre el rol del Estado y de la salud en tanto bien público …
BB: En el primer mundo, el sector salud representa un “mercado” importante, y por supuesto el sector privado, que cuenta con un fuerte lobby en los parlamentos, no ha dejado de criticar al sistema público por *ineficiente*. Pero, ese mismo sector, nunca quiso encargarse de los casos que necesitan cuidados intensivos. Operan en cadena, en los hospitales privados y sin demora, por ejemplo, caderas, ya que la población de la tercera edad es numerosa y ese tipo de cirugía resulta un buen negocio. Pero si hay complicaciones, trasladan inmediatamente a los pacientes al sector público. Esos mismos sectores lograron convencer a la clase política -con un cierto aval de la población-, de que el sistema de seguridad social es demasiado caro y que había que recortar presupuestos. Esto significó una reducción de camas hospitalarias a la mitad en 10 años, recortes sistemáticos de personal, y salarios a la baja. Un médico puede ganar más trabajando en el sector privado, sin hacer guardias, que sus pares que en los hospitales públicos asumen las emergencias. Muchos de ellos desertaron el sector público.
Hoy, frente a la pandemia, se constata que el sector público está en la primera línea, al frente del combate epidemiológico, aun careciendo de muchos de los recursos necesarios. En Francia, por ejemplo, en todo el año 2019, el sector de emergencia de los hospitales protestó permanentemente por la sobrecarga, pero no hubo respuesta del gobierno, aun a pesar de huelgas importantes. Y ahora se ve el caos, y la gente empieza a darse cuenta de la gravedad de haber dejado sin recursos suficientes al sector público.
Pero hay algo más: esta pandemia puso en relieve la fragilidad del aprovisionamiento de insumos de los sistemas de salud en Europa: 80% de los medicamentos se producen en India o China; casi el 100% de máscaras viene de Malasia; la solución hidro-alcohólica (para desinfectar las manos) es también importada. Y como acumular reservas pareciera ser caro, de ahí la penuria de insumos, pruebas y medicamentos en muchos países europeos.
P. ¿Y en cuanto al impacto económico-productivo de la crisis?
BB: La crisis económica ya empieza a sentirse también aquí, y va a afectar mucho más a las empresas pequeñas y a los independientes, dado que no pueden trabajar por el confinamiento, pero tienen cargas fijas que pagar. Es una situación muy particular porque el parate productivo no es por falta de demanda sino por una decisión política -por correcta que ésta sea. De ahí la responsabilidad esencial que deberían asumir los Estados de financiar con subvenciones o préstamos no rembolsables (en su totalidad o por lo menos una parte significativa de menos de los dos tercios) a esos sectores más frágiles. Si no, muchos de esos emprendimientos y actividades, van a quebrar y la precarización de la sociedad va a aumentar.
Desgraciadamente, eso no es lo que se vislumbra. Los gobiernos se van a endeudar, pero para garantizar préstamos que van a otorgar bancos privados. Se va a resolver el problema de liquidez a corto plazo, pero lo de la deuda va a quedar, reforzando el poder del sistema financiero. Y a largo plazo, la deuda pública, va a ser una oportunidad para las derechas conservadoras para exigir presupuestos de austeridad y recortes sociales. Lo mismo va a pasar con las iniciativas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial: financiar los países con pocos recursos para afrontar la crisis COVID-19, en particular en África, pero también en América Latina, reforzando el mecanismo de la deuda, una pesada espada de Damocles sobre los pueblos.
“Otro paradigma posible, pero con lucha”
P: ¿Puede la crisis actual provocar una lógica de ruptura y gestar nuevos paradigmas civilizatorios?
BB: ¡Podemos esperarlo, pero esto no se hará sin lucha! El sistema económico está paralizado pero el aparato productivo está intacto y la demanda siempre existe. El sistema financiero se está organizando para mantener o aumentar su poder. Pero la sociedad civil y los movimientos sociales van a salir reforzados de esta crisis, porque ésta reveló de manera clara muchas de las reivindicaciones sociales más sentidas. No solo la defensa de la salud como servicio público sino también la lucha contra el descontrol climático. Al parar la economía, se ve que la naturaleza retoma un poco de vida. Por eso estoy convencido que tenemos que aprender a vivir en este mundo de modo diferente. Con esta crisis vemos que, con el actual modo de vida, el ser humano es la primera víctima de la irracionalidad del sistema hegemónico.
La realidad dramática del Congo
Bernard Borel acaba de regresar de una misión de dos meses en el Congo, donde trabajó para Médicos sin Fronteras en la región de Ituri, al noreste del país, otrora escenario de una de las confrontaciones militares más violentas de la historia africana y epicentro de la epidemia recurrente de Ébola, que s fase actual empezó en 2018 y todavía no se ha acabado. “Estuve en el noreste del Congo, región muy rica porque todo lo que se siembra crece, y porque hay oro, cobre, coltán y diamantes. Y encontré allí una mortalidad infantil espantosa, con un sistema de salud estatal raquítico y corrupto. Se dio en toda la RDC una epidemia de sarampión que produjo ya alrededor de 20 000 víctimas en 2019, todas menores de 5 años. Hay en esta zona un nivel de desnutrición alto relacionado en particular a la inseguridad provocada por grupos armados (que a menudo defienden intereses de los propietarios de las minas). En la región noreste hay más de 300 000 desplazados internos que no tienen ningún recurso, ni un terreno donde sembrar. Sin hablar de la malaria que es endémica y constituye la primera causa de ingreso de niñas y niños al hospital. Espero mucho que con esta situación tan difícil esta otra epidemia no sea tan grave, -por contar con una población joven-. Pero nada es seguro. Y allí, en África, se puede confinar tan fácilmente como en Europa. ¡Sería dramático y de consecuencias terribles como las que debió soportar, incluso ahora, con las epidemias del Ébola y de sarampión! Sin hablar de la amenaza fuerte en los próximos meses de plagas de langostas que pueden aniquilar cosechas enteras.