La primera vuelta de las elecciones presidenciales del 5 de julio deja frente a frente a un general en la reserva y la presidente saliente. Seis años después de la caida del dictador Suharto, el juego electoral en Indonesia sigue monopolizado por la élite social y militar del país. El recuento de votos no ha […]
La primera vuelta de las elecciones presidenciales del 5 de julio deja frente a frente a un general en la reserva y la presidente saliente.
Seis años después de la caida del dictador Suharto, el juego electoral en Indonesia sigue monopolizado por la élite social y militar del país. El recuento de votos no ha terminado en este archipiélago del sudeste asiático con 238 millones de habitantes (127 millones de electores), pero será necesaria una segunda vuelta, el próximo 20 de septiembre, para elegir entre un general en la reserva, Susilo Bambang Yudhoyono, y la presidente saliente Megawati Sukarnoputro.
El candidato que quedó tercero es otro general en la reserva, Wiranto, considerado como uno de los principales responsables de los terribles crímenes cometidos bajo su mando en Timor oriental. En cuanto a Susilo, 54 años, formaba parte como su rival del entorno inmediato del dictador derrocado, posteriormente fue superministro de Seguridad bajo dos presidencias consecutivas y ha impuesto la ley marcial en 2003 en Atjeh, frente a un movimiento independentista.
El peso de los generales en la carrera por la presidencia refleja el papel que sigue ocupando en la sociedad indonesia (y particularmente en la economía) el cuerpo de oficiales superiores. El aparato administrativo y político de la dictadura no ha sido desmantelado tras el derrocamiento, por la movilización popular, de Suharto en 1998. Megawati, hija del padre de la independencia indonesia /1, fue llevada al poder pero no ha sabido responder a las aspiraciones sociales y democráticas de sus electores. No ha querido nunca atacar los privilegios de una élite indonesia de la que forma parte íntimamente.
Tras pasar un bache, después de 1998, el Golkar, partido de la dictadura, ha podido así consolidar de nuevo sus posiciones y vencer en las elecciones legislativas del 5 de abril pasado con el 22% de los sufragios y 129 escaños en la Cámara de representantes (el general Wiranto era el candidato de Golkar a la presidencia). El PDI-P de Megawati no había obtenido entonces más que el 19% de los votos.
La batalla para la segunda vuelta de las presidenciales, prevista para el próximo 20 de septiembre, comienza por ásperas negociaciones para saber a quien, Megawati o Susilo, apoyará el Golkar si su propio candidato (Wiranto) es definitivamente de la carrera, como indican los recuentos parciales de los resultados. El antiguo partido de la dictadura sigue estando en el corazón del juego político. Pero el control de los aparatos y de los notables sobre los electores parece debilitarse. Mucha gente habría votado por un candidato distinto del de la organización a la que pertenecen. Lo que ha permitido a Susilo llegar a la cabeza de la primera vuelta de la elección cuando el Partido Democrático (DP) al que pertenece solo ha obtenido el 7% y 54 escaños en las legislativas.
Una parte de las capas estudiantiles y populares considera que no tenía ninguna oportunidad en estas elecciones, coto vedado para la élite. Otra parte intenta hacer oir vía las urnas sus exigencias sociales, pues la degradación del nivel de vida es la preocupación mayor de la población (fuera, al menos, de los territorios en los que se plantea la cuestión de la autonomía o de la independencia). Los medios de negocios han emprendido inmediatamente una campaña para que Susilo no ceda a las «presiones populistas» retrasando el programa de privatización exigido por los inversores extranjeros.
La primera vuelta de la elección presidencia se ha desarrollado en un ambiente de calma. Pero las instituciones financieras y la burguesía (tanto internacional como indonesia) no debería tener la memoria demasiado corta. Fué la ceguera del Fondo Monetario Internacional (FMI), atrincherado en sus dogmas y diktats liebales, quien provocó en 1998 la explosión de la crisis social y la caída del dictador. Los mismos que desean hoy permitir a los capitales nipo-occidentales apropiarse de las inmensas riquezas del archipiélago, forzando la privatización del importante sector público heredado del movimiento de independencia, y de la era Suharto. La población tiene así la impresión de que un poder corrupto está dispuesto a vender todo, incluso su propio futuro. Cualquiera que sea el vencedor en la segunda vuelta de las presidenciales, esta cuestión seguirá siendo una bomba retardada.
1. En 1945, Sukarno y Hatta proclaman la República indonesia. Pero los holandeses vuelven. La República Federal indonesia será proclamada el 27 de diciembre de 1949, tras cuatro años de guerra.