El pasado nueve de septiembre se cumplieron treinta años del fallecimiento de Mao Zedong y si bien esta fecha ha pasado desapercibida por estos lugares, los actuales mandatarios chinos, y buena parte de su población siguen reconociendo la figura de aquél como la base de la actual situación del país. El gigante chino sigue creciendo, […]
El pasado nueve de septiembre se cumplieron treinta años del fallecimiento de Mao Zedong y si bien esta fecha ha pasado desapercibida por estos lugares, los actuales mandatarios chinos, y buena parte de su población siguen reconociendo la figura de aquél como la base de la actual situación del país. El gigante chino sigue creciendo, probablemente mucho más de lo que esperaba aquel líder ideológico. Una estancia de varias semanas en el país nos ha permitido acercarnos con cierta profundidad a los acontecimientos que rodean a China.
La política exterior e interior de China están relacionadas y representan al mismo tiempo la escenificación perfecta para ver con claridad los logros del país y los avances y el rumbo que asumirá en el futuro.
En la nueva configuración de la escena internacional no se trataría tanto de hablar del tan manido «ascenso» o irrupción de China en la misma como uno de los actores principales, sino de su reemergencia, de la recuperación de su posición históruica en la aldea global.
La política exterior china se ha mostrado muy eficiente a la hora de defender los intereses de su país y de asentar las bases para el desarrollo del mismo. Uno de los factores claves sería la llamada «experiencia china de la diversidad», gracias a la cual ha logrado mantener buenas relaciones con catorce de sus vecinos territoriales, a pesar de algunos encontronazos puntuales.
Peso internacional
Junto a esa realidad, China ha logrado mantener y aumentar su peso e influencia estratégica en Naciones Unidas, ha profundizado y estrechado las relaciones con la Organización Mundial del Comercio. Además ahí está su importante posición en proyectos como la organización del sudeste asiático, «ASEAN+3», las conversaciones y negociaciones a seis bandas sobre Corea del Norte y la Organización de Cooperación Shangai.
Probablemente se podría resumir que la expresión «contención y compromiso» unido al pragmatismo chino son parte de la base de esa buena ubicación mundial. La otra columna vertebral estaría regida por los llamados «cinco principios de coexistencia pacífica» de Zhou Enlei , y que también se han visto plasmados en el llamado espíritu de la Organización de Cooperación Shangai, «confianza y beneficio mutuos, igualdad, consultas, respeto a la diversidad cultural y desarrollo común».
Toda esa red ideológica y estratégica nos permiten analizar con mayor exactitud los movimientos de fichas que viene realizando China desde hace unos años en el mundo, y que de seguir en la misma dirección probablemente le permitan alcanzar posiciones que casi nadie podía haber previsto hace poco tiempo.
El otro soporte de esta escenificación lo encontraríamos en los movimientos que se han venido desarrollando en la llamada esfera doméstica. La complejidad de éstos y la dificultad que en muchas ocasiones nos encontramos para poder descifrar determinadas maniobras internas chinas no son obstáculo para poder trazar a grandes rasgos las percepciones más profundas de la realidad de China en su política interna.
Política interna
Muchos son los retos que tienen ante sí los dirigentes chinos en un futuro próximo, y de cara a solventar algunos de estos desafíos, el gobierno de Hu Jintao lleva tiempo moviendo sus propias fichas. De cara al importante 17 Congreso del Partido Comunista chino que se celebrará el próximo año, y donde se tiene que elegir cargos muy importantes dentro de la estructura de poder político y militar del país, Hu Jintao busca consolidar su base de poder y eliminar al mismo tiempo las bolsas de poder del anterior presidente chino, Jiang Zenin, que dominó la escena política china durante más de diez años, hasta el 2002.
En esta línea, y aprovechando la llamada lucha contra la corrupción, la famosa política del «sobre rojo», el actual dirigente ha sabido maniobrar astutamente para ganar el pulso con su predecesor. Tras mantener una línea personal de cara al público de «perfil bajo», en las ultimas semanas parece que ha cerrado el círculo de su maniobra y le permite aparecer ante la población china como el máximo mandatario del país. Para ello ha situado a su predecesor Jiang Zenin como el «líder espiritual», un cargo meramente decorativo, al tiempo que promovía a sus aliados procedentes de los cuadros de la Liga de la Juventud, y finalmente asentaba un duro golpe al llamado «club o grupo de Shangai».
El arma de la lucha contra la corrupción ha permitido a Hu Jintao desembarazarse de algunos dirigentes de la línea de Zenin y aparecer ante la opinión pública china con la bandera de la lucha contra ese mal que afecta a importantes sectores oficiales del país. Es cierto que la política del «sobre rojo» está muy extendida por China, y que actividades de todo tipo tienen que afrontar esa costumbre tan enraizada. Sin embargo, conviene hacer un pequeño inciso, y señalar que si bien la corrupción se da en algunas esferas chinas, ésta no es un fenómeno exclusivo de China, tal y como apuntan malintencionadamente algunos medios.
Un periodista de la región apuntaba con altas dosis de sarcasmo que en «China la corrupción se hace sobre la mesa, en India bajo la mesa y en Indonesia, incluye hasta la mesa».
Retos y alternativa
También el gobierno chino ha tomado otras medidas que han pasado más desapercibidas pero que han tenido su calado social. Para intentar evitar que la distancia económica entre el mundo rural y urbano siga creciendo, se han puesto en marcha medidas que buscan incentivar la productividad agrícola, aprobando para ello la desaparición de determinados impuestos a los agricultores.
También buscan los dirigentes chinos evitar el flujo masivo de población del mundo rural a las ciudades, intentando que éstas no sufran un desbordamiento demográfico de consecuencias funestas en todos los ámbitos de la vida social, un fenómeno migratorio interno que podría acrecentarse de cara a las olimpiadas del 2008 en Beijing. Otros temas como la polución medioambiental y la contaminación también están siendo afrontados con seriedad por el gobierno de Hu Jintao.
Probablemente las próximas olimpiadas sean una buena oportunidad para que China muestre al mundo que es «algo más que el mayor mercado productor» del mismo. La preparación de cuadros con dominio de inglés, los convenios y acuerdos con empresas extranjeras, los importantes proyectos de cooperación que China ha desarrollado por todo el mundo (Latinoamérica y África, principalmente), son pasos en esa dirección.
La apuesta de Estados Unidos que señala que es «el caos o un mundo unipolar» no tiene futuro. Por su parte el modelo de cooperación entre países que dice defender la Unión Europea hace aguas en todos los frentes, tanto a nivel interno como externo.
A pesar de todas las dudas e incógnitas, parece que ante esa realidad, la alternativa china puede cobrar más fuerza en el tablero mundial. Para ello deberá sortear los obstáculos internos (las luchas entre los diferentes gobiernos de las provincias son un buen ejemplo), y otros temas como las demandas independentistas de Tibet, Turkestán o Mongolia solicitan soluciones negociadas, lejos por cierto de la actual política de asimilación china de esos pueblos y de explotación de sus recursos naturales.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)