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Cuando el Perú perdió la esperanza (y también Sudamérica)

Fuentes: Rebelión

Se ofrece un vistazo a los procesos electorales peruanos en los últimos 26 años y hechos que repercuten en la elección de Alan García. La crisis de los partidos de izquierda, el rechazo hacia las propuestas de derecha y el desencanto de la población favorecieron esta increíble elección. Los resultados de las elecciones en Perú […]

Se ofrece un vistazo a los procesos electorales peruanos en los últimos 26 años y hechos que repercuten en la elección de Alan García. La crisis de los partidos de izquierda, el rechazo hacia las propuestas de derecha y el desencanto de la población favorecieron esta increíble elección.

Los resultados de las elecciones en Perú acaban de dar por vencedor a Alan García, resultado por demás espeluznante y desesperanzador. Ya bastante se ha escrito sobre el papel de amnésicos (el más benigno de todos los adjetivos posibles) que estamos jugando los peruanos en el mundo, para elegir a alguien como el ex presidente García. Mas interesante es, sin embargo, hurgar en los motivos de esa amnesia, ahora que la oleada de gobiernos socialistas que estaban siendo elegidos en la patria grande ha sido frenada, primero por Colombia y ahora por Perú.

Durante la primera vuelta la población estaba dividida entre los que apoyaban a la derechista Lourdes Flores y los que estaban descontentos con el modelo económico actual, que vieron en Ollanta Humala una esperanza de cambio. En medio, estaba Alan García, con el discurso ambiguo que es conocido como «la escopeta de dos cañones». Desembarcada la derecha de la contienda electoral, El APRA, antaño conocido y perseguido por sus convicciones socialistas, decidió capturar los votos de la derecha, a través del silencio que mostró su candidato al ser interrogado sobre temas económicos. Tanto Ollanta como Alan decidieron suavizar su discurso, pero Ollanta siguió criticando el modelo neoliberal y el tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos. Alan García se consolidó como el candidato de los apristas y de los derechistas que veían en él un «mal menor». Al otro lado, estaba Ollanta Humala, candidato de los desposeídos, de los que no creen en la clase política, y por supuesto de los que recordaban el desastroso primer gobierno del APRA.

1. La derecha torcida

Este escenario político dejó desde ya un mal sinsabor a los paladines del modelo neoliberal, pues tenían que cerrar los ojos y taparse la nariz para votar por aquel que hace 20 años intentó estatizar el sistema bancario. No es la primera vez que eso pasaba en el Perú. La última vez que un partido político de derecha gobernó es en 1980, cuando el arquitecto Belaunde fue escogido. Después de su gobierno, fue elegido Alan García, quien debió pasar a segunda vuelta con el candidato de izquierda, Alfonso Barrantes. Sin embargo, Barrantes declinó su candidatura, sabiendo que la derecha apoyaría al candidato aprista (21 años después se demostró que así hubiese sido). En las elecciones del 85 la derecha fue derrotada, y el candidato de centro-izquierda García se alzó como presidente. Tres años después de alzado el presidente aprista, el país estaba caído en el más profundo caos. Luego del intento por estatizar la banca, la derecha se había reorganizado, se había hecho más fuerte, y presentó a su campeón para la contienda electoral: Mario Vargas Llosa. Aquella campaña presidencial se caracterizó por los gastos que la derecha puso sobre el tapete, cuyo mejor ejemplo son las propagandas en televisión que duraban mas de 15 minutos. Sin embargo, finalmente la opción fue diferente: un novato «chinito», llamado Alberto Fujimori, hizo su aparición, y ganó aquellas elecciones. Por segunda vez, la nación había decidido que no quería un gobierno de derecha.

El novato Fujimori resultó realizando todo lo que había rechazado: la politica económica que siguió fue marcadamente neoliberal, y emprendió una agresiva reforma del aparato legal. Esta le dio los resultados que esperaba el país: la inflación fue controlada y el terrorismo recibió duros golpes que dejaron al Perú casi pacificado. Los escándalos de corrupción y de violaciones al estado de derecho fueron casi invisibles para los millones de peruanos que lo reeligieron en 1995. Terribles habrían sido los dos gobiernos anteriores para que el Perú apueste por una opción que se perfilaba como dictadura de derecha. Pero eso ocurrió. Los abusos, la corrupción y la política económica (dominada por una fuerte tendencia hacia las privatizaciones) fueron minando la credibilidad de Fujimori, y para las elecciones del 2000 el escenario fue el mismo que en el 85 y el 90: La derecha perdía toda esperanza de volver al poder. Esta vez, la población se decidió por Alejandro Toledo, quien con su origen andino representaba a una corriente de reivindicación de los millones de personas olvidadas, a los de abajo que son capaces de triunfar. Alejandro Toledo, sin embargo, demostró que el más indígena no es siempre el más indigenista, y se dedicó a seguir el guión dictado por George Bush desde Washington.

La historia de la política en los últimos 20 años en Perú ha sido una historia resumida en dos hechos: el rechazo de la ciudadanía a los candidatos que representan a la derecha, y la traición de los electos presidentes, que escogen finalmente continuar con las políticas que anteriormente denunciaron.

2. La izquierda va derecho (a su extinción)

Es inquietante el hecho de que el Perú, país donde la derecha no gana las elecciones hace 26 años, los partidos de izquierda no alcanzan un apoyo significativo desde hace 20 años. Es el vacío dejado por la izquierda la que permite la aparición de personas como Fujimori en el 90, Toledo en el 2000 y Humala en este año. Como se ha mencionado, todos llegan representando la «opción diferente», que combate fuertemente las propuestas de los partidos de derecha y en general a los «políticos tradicionales». Parecería que Perú está aislado de esta nueva corriente latinoamericana de tendencia socialista. La razón es, sin embargo, más profunda, y encuentra sus raíces en la aparición de grupos terroristas que combatieron en nombre del maoísmo, que aglomeró el término comunismo, que a su vez aglomeró el término socialismo y finalmente a la palabra «izquierda». Es por eso que los partidos socialistas no han tenido en las ultimas elecciones siquiera un representante en el congreso. Aunque el desprestigio de la clase política peruana ha motivado una preocupante crisis de partidos, es el vacío dejado por la izquierda, vinculada con el terrorismo, el que origina el ascenso de otras personas a la arena electoral. El pueblo peruano sufre entonces un extraño fenómeno: aunque los partidos de derecha no son apoyados, su contraparte de izquierda lo es menos aún. En el subconsciente nacional la palabra «izquierda» es ahora sinónimo de «terror» o «destrucción». Y la izquierda peruana no ha hecho nada por cambiar esa visión, enfrascada en luchas intestinas entre sus más de diez facciones. Y el Perú queda así a la deriva, esperando cada cinco años al «Mesías» que sea capaz de proclamar un mensaje de izquierda, aunque sin decirlo, como hizo Humala con su proyecto «Nacionalista».

3. La vieja lucha del bien y el mal, pero sin el bien

Esta vez, la segunda vuelta en el Perú no fue entre el advenedizo y el representante de derecha. Luego de la derrota de Flores Nano, Los partidos de derecha eligieron a Alan como su candidato. De la misma manera que Humala no hablaba de «izquierdismo» o «socialismo» mientras anunciaba propuestas socialistas, Ahora García callaba al ser preguntado por temas económicos, es decir, no hablaba de «derechismo» o de «capitalismo». Esta es la razón por la cual el advenedizo no ganó esta vez: La izquierda disfrazada y la derecha disfrazada se enfrentaron. Y para disfraces, nadie mejor que Alan García. Cargando la escopeta de dos cañones una vez más, lanzó una mezcla nunca vista de populismo y capitalismo que acaparó la atención, especialmente en las ciudades. Humala exhibió también ambigüedad durante su discurso, pues debía apaciguar su radical propuesta para conquistar más votos. La población, mientras tanto, estaba increíblemente confundida. Hipotéticos escenarios para una segunda vuelta Lourdes Flores – Ollanta Humala o Lourdes Flores – Alan García hubiesen sido más simples de predecir. En casos como esos, era la clásica lucha del bien y el mal, de lo blanco y lo negro, de lo positivo y lo negativo. El electorado peruano hubiese podido decidir inmediatamente su voto a favor de uno o de otro. El encuentro Humala – García en segunda vuelta fue visto por mucha gente como el encuentro entre el mal y el mal. García representaba un pasado malo; Humala, un futuro malo. Los medios de comunicación se empeñaron en demostrar que Humala podría ser un dictador, un fascista asesino, y que García era el hombre que aprendió de sus errores. Mucha gente se decidió por el voto viciado, no queriendo ser partícipe de los hechos que ocurrirán en el Perú en los próximos años. Otros, entendieron que eso equivale a guardar silencio en presencia del delito, y empezaron a escuchar a uno y a otro. Sabedores de eso, tanto Humala como García entendieron que a los que podían convencer ya los habían convencido, y que ahora su tarea era impedir que los indecisos se inclinen a favor de uno y otro. Empezaron entonces las acusaciones de violaciones a los derechos humanos o la aparición de vínculos con el ex asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos para ambos candidatos. Sin embargo, eso no es nuevo para la opinión pública peruana. Un factor importante parece haber sido el recuerdo de los peruanos sobre sus dos últimas decisiones. Habíamos escogido a los que representaban el cambio, y ellos no cambiaron nada. El refrán «mas vale viejo conocido que nuevo por conocer» empezó a tomar forma. La desesperanza había empezado a cundir entre los peruanos, y estos escogieron votar por García, negándose a arriesgar. Cabe destacar que esta deseperanza se dio principalmente en Lima, ciudad que alberga a los peruanos que se benefician del sistema neoliberal. En el interior del país, la población ya desde la primera vuelta había expresado su desconfianza hacia el modelo económico, y más importante, su frustración y sus ganas de ser escuchados. El modelo económico actual había hecho renacer esa vieja lucha entre la ciudad y el campo, entre los ricos y los pobres. Lima, sin embargo, alberga casi 10 millones de peruanos, y por ello Lourdes Flores, ganando solamente en Lima, quedó a un punto de García. Ahora, Lima, ciega ante lo que pasa en el resto del Perú, decidiría la suerte del país entero. Lima, la que había sido ya un bastión de derecha en la primera vuelta. Es por eso que García, astutamente, prefirió no hablar de temas económicos, pues debía ganar en la capital si quería ganar la presidencia. Esa sería la estocada final para las pretensiones de Humala. Sin embargo, el puntillazo final para Humala no vendría desde el APRA. La lucha entre el mal y el mal por ver quien es el mal menor se decidiría desde afuera.

4. De boca cerrada no salen moscas

Comentarios de diversos personajes ajenos al APRA o al Partido Nacionalista también jugaron un papel importante. Mario Vargas Llosa, desde España, manifestaba su intención de votar por Alan García, olvidando las denuncias que hizo contra «el peor gobierno de la historia en el Perú», en aras de, según el, defender la democracia y la gobernabilidad. Alejandro Toledo, que había dado a entender durante la primera vuelta que apoyaba a Lourdes Flores, ahora invitaba al pueblo a escoger entre «la democracia y la libertad o el militarismo y la opresión». Sin embrago, ni Toledo ni Vargas Llosa tienen un poder de convencimiento en el pueblo peruano. Mientras el primero ha tenido durante todo su gobierno una aceptación de menos del 20%, el nombre del segundo está ya relacionado a los intereses de los capitales privados. Desde la cárcel, Montesinos se encargaba de embarrar a Humala acusándolo de haber sido partícipe de una cortina de humo para que el propio Montesinos pueda escapar de Perú (Eso motivo la frase de Humala «Montesinos ya escogió a su candidato»). Sin embargo, el anuncio de Montesinos tampoco caló hondo en la ciudadanía, pues ya es sabido que el ex asesor de Fujimori no hace declaraciones gratuitamente. Si algunas de las voces fuera del entorno de Humala o de García decidieron la elección, esas voces vinieron desde afuera, concretamente desde Venezuela.

El presidente Chávez apoyó al candidato nacionalista desde el primer momento. Con su particular estilo, empezó a denunciar los errores de Toledo, los fracasos de García y los riesgos que Lourdes Flores representaba. Una vez más, se enfrascó en discusiones sin sentido, esta vez con miembros del gobierno peruano, del APRA y de la derecha. Eso dio pie a la acusación más grave que recibió un candidato durante la segunda vuelta: el ser un títere de Hugo Chávez. Los opositores de Humala supieron sacar partido de esta acusación, y entonces denunciaron sucesivamente que en Venezuela están ofreciendo seguro social para los peruanos a cambio del voto por Ollanta, que Hugo Chávez en persona esta financiando la campaña de Humala, y finalmente que Venezuela ha infiltrado un contingente militar en caso de que Humala pierda las elecciones. Mientras otros países, como Estados Unidos o España, discretamente apoyaban la candidatura de García, a través de simples anuncios de la embajada o comunicados partidarios, Hugo Chávez, a voz en cuello, apoyaba la candidatura de Humala. Si George Bush hubiese defendido a capa y espada al APRA, el pueblo hubiese visto a García como un títere del imperialismo. Pero no lo hizo, a pesar de que los grandes capitales ya se habían alineado con García. Chávez, al abrir su boca, y demostró que no solo pueden entrar moscas, sino también salir. Una parte del indeciso electorado peruano vio una interferencia del presidente Chávez, y decidió no darle su voto al «títere». Debería aprender el buen comandante que más revolucionario no es el que más grita, y que eso puede traerle [más] problemas al proceso que quiere para el pueblo venezolano.

5. Conclusiones

Una mezcla de rechazo a la derecha, miedo a la izquierda y decepción frente a las esperanzas de cambio ha inclinado la balanza a favor de García. Hemos preferido votar por aquel que destrozó el país una vez. Este recuento de los hechos políticos en el Perú indica que los peruanos no somos brutos, ni desmemoriados, ni manipulados, solo estamos atravesando un periodo de desesperanza, lo cual no deja de ser preocupante de todas maneras, por que un país sin esperanzas es un país enfermo. Esa enfermedad que ha adquirido el Perú se llama neoliberalismo, y ya vemos una vez más como se aumenta la brecha entre ricos y pobres, entre campo y ciudad. Es de rescatar con sumo agrado el hecho que el pueblo pobre, el olvidado, el exprimido por el modelo neoliberal, aun mantiene la esperanza. Por ello, para aquellos que aún tenemos fe en el futuro, que creemos que si no se arriesga no se gana, la elección de García en Perú ha sido un duro golpe. Otros cinco años habremos de esperar por un gobierno que no defienda los intereses de los grandes capitales, otros cinco años tendrá que esperar Sudamérica para ver a sus países en sintonía con una opción diferente. El sueño de la patria grande, con países socialistas dispuestos a dialogar en bloque con el vecino del norte del río Grande tendrá que esperar un poco más. Esperaremos que nos quede país, y que nos quede continente ahora que el neoliberalismo sigue afilando sus garras mientras mira hacia nuestros países.