Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R.
Los miembros del grupo considerado la élite mundial acaban de invertir en un viaje de dos horas por la nieve, desde Zúrich a Davos, en Suiza, para celebrar el Foro Económico Mundial 2011 (FEM), al parecer para discutir el estado del mundo, con el lema general: «Compartir normas para la nueva realidad». Una de esas normas es el «sacrificio colectivo» -que en el contexto de los ricos y poderosos puede sonar como la máxima paradoja-. Es de esperar que el ambiente en Davos sea «sombrío».
Mientras tanto, tenemos la imagen invertida de Davos, la reunión del Foro Social Mundial (FSM) en Dakar, Senegal, al parecer para discutir detalladamente la crisis estructural multidimensional de la globalización capitalista. Y todo esto mientras el grupo BRIC de las potencias emergentes (Brasil, Rusia, India, China) añade un nuevo miembro y se hace cada vez más ambicioso.
¿Qué nos dice este alboroto con respecto a la auténtica situación del mundo?
Tengo relaciones, luego soy alguien
Como admite incluso The Economist -sin una pizca de ironía- «el mundo es un sitio complicado». Pero no esperéis que el aristocrático ex vicepresidente de la Comisión Europea (CE), Etienne Davignon, se manifieste sobre Davos en la primera plana de las 14 páginas del especial «Los ricos y el resto» de la citada revista británica.
Se puede dar por sentado que Davos ofrece a sectores importantes de los denominados «globócratas» la oportunidad de adquirir seriedad intelectual. Esencialmente esos globócratas son políticos, directores ejecutivos, banqueros, gestores de fondos de alto riesgo, diplomáticos y académicos, además de Bono, el cantante de U2, no todos ellos queridos por sus méritos.
Davos, sin embargo, ofrece una ventaja adicional. Una restricción que implica que no hay que escuchar «al resto», esa entidad molesta y amorfa, también conocida como «el pueblo», como los agricultores de subsistencia, los refugiados desesperados de Estados fallidos o en vías de fracasar, las víctimas de carne y hueso del «desempleo estructural» y los millones de embargados, clases media y clases media bajas que pasaron de la fortuna a la pobreza y que apenas sobreviven en el Norte desarrollado. Es poco probable, en todo caso, que invadan el festival de discursos de Davos.
El FEM es una marca de prestigio (algunos dirían «estafa») promovida con eficiencia despiadada. Congrega, como debe ser, a los súper ricos (algunos dirían a los plutócratas) de lo que Zygmunt Bauman ha definido como modernidad líquida, que cuesta una tonelada de dinero; desde la cuota básica de unos 52.000 dólares (más una entrada de 19.000 dólares) y impresionante una cuota anual de «socio estratégico» de 527.000 dólares (que incluyen cinco invitaciones a 19.000 dólares cada una).
El FEM ya no acepta más «socios estratégicos» para 2011 a menos que sea una compañía china o india ubicada entre las 250 mayores del mundo. Pensando probablemente en ellas, y sin dejar nada al azar, Google celebrará una fiesta de más de 250.000 dólares en Davos el viernes por la noche.
En Davos no se resuelve prácticamente nada gracias al sonido de la charlatanería de las llamadas «grandes mentes», bien en sesiones «públicas» o en algunas reuniones secretas en una suite privada. Como en las fiestas de Hollywood, en Davos sólo se trata de aparecer, relacionarse y moverse por el salón. La élite financiera, los burócratas del gobierno, los magnates multimillonarios de las obras benéficas y los miembros de los think tanks siempre se relacionan, en todo caso.
Las denominadas «sesiones para solucionar los problemas» en Davos por lo general son absurdas, o un mal chiste, como el caso de Bill Gates, de Microsoft, discutiendo estrategias de desarrollo con el ex secretario adjunto de defensa de EE.UU. Paul Wolfowitz (realmente ocurrió). Nadie en Davos predijo la crisis financiera de 2008. Y una vez que terminan las actividades, la mayoría dejará de prestar atención para no perderse el Moët y el safari-jet de Davos a Darfur para posar para un anuncio al estilo de Louis Vuitton con los refugiados sudaneses como extras, con los atuendos apropiados.
Mundo(s) alternativo(s)
Después de que las clases dominantes parloteen en Davos, «al resto» le quedará el Foro Social Mundial (FSM), nacido hace 10 años en el sur de Brasil y que en 2011 tendrá lugar en Dakar, Senegal.
El FSM se compromete a analizar las cuatro dimensiones -política, cultural, medioambiental e ideológica- de la actual crisis del capitalismo. Difícilmente podría haber un lugar mejor para discutirlo que África -empobrecida y explotada por el colonialismo, y luego, durante un proceso aún incompleto de descolonización, por las prácticas neocoloniales.
El FSM se compromete a discutir los múltiples vínculos entre migraciones y diásporas y el papel de movimientos sociales y comunitarios (sin Facebook, por favor). Las reuniones anteriores fueron deslucidas por torrentes de retórica vacua. Pero ahora se reconocen pertinentes numerosos análisis procedentes de los movimientos altermundistas -esenciales para comprender la crisis del neoliberalismo-. Por ejemplo el control de la economía de casino y la eliminación de paraísos fiscales se discuten ahora en las cumbres del Grupo de los 20 (G-20).
La lucha contra la desigualdad es de máxima importancia (el propio Davos la ha reconocido como uno de los parámetros clave de la «nueva realidad»). Pero en la carrera hacia su autoporoclamado programa de «otro mundo es posible», el FSM está aún más preocupado por la llegada de nuevos modos de producción y consumo y por una nueva ecuación geopolítica.
Mientras Davos parece mostrar una vaga preocupación de las élites globales por el sufrimiento de «los demás» el FSM parece apuntar a un debate estratégico y a la posible articulación del movimiento de una resistencia global coordinada.
El FSM identifica tres posibles respuestas a la actual «megacrisis»: el neoconservadurismo; una profunda reconstrucción capitalista propuesta por los activistas del Nuevo Trato Verde; y una alternativa social y medioambiental radical. Los esfuerzos parecen concentrarse en la segunda posibilidad.
Davos podría ser útil para muchos si se examinara en profundidad, como propone el FSM, la forma drástica en que está cambiando la relación Norte/Sur y teniendo en cuenta también la existencia de un fuerte del Norte en el Sur (como México) y un Sur en el Norte (como Detroit).
Ahí es donde el FSM encaja en la historia de éxito de más de 30 mercados que emergen en todo el mundo. En la vida real -no en los programas de entrevistas- lo que esto significa es el creciente poder del grupo ampliado del BRIC dentro del G-20.
El nuevo BRICS
La mini-Francia napoleónica del presidente Nicolas Sarkozy presidirá el G-20 en 2011. El presidente ya ha comenzado de forma explosiva convocando una cumbre en China en marzo de este año para discutir los peligros de una guerra de divisas.
Sarkozy, a pesar de sus instintos populistas y todo lo demás, hace lo posible por aparecer como un visionario, que ansía un mundo bañado de más «responsabilidad» y «solidaridad» en el que las leyes del mercado no sean la Biblia.
Pero queda por ver cómo va a convencer a los mercados emergentes para que no refuercen sus reservas a cambio de alguna vaga promesa de ayuda si se encuentran con problemas; cómo va a convencer al BRICS para que otorgue más poder al Fondo Monetario Internacional (FMI) mientras la tan publicitada democratización del FMI sigue siendo un espejismo; y cómo va a convencer al gobierno de EE.UU. para de imponga un impuesto a las transacciones financieras, algo que el Grupo de los Ocho ha estado discutiendo desde hace años.
En cuanto al grupo del BRIC, ahora es formalmente BRICS: Sudáfrica se unió oficialmente el mes pasado. Esto significa un alcance geográfico que incluye Asia, América Latina, Europa y África. De manera crucial, la próxima reunión del BRIC tendrá lugar en abril en Pekín, sólo un mes después de la juerga de la guerra monetaria de Sarkozy.
Se podría afirmar que en los círculos políticos de Washington no están precisamente eufóricos ante este nuevo desarrollo. El BRICS no sataniza a Irán, no apoya las guerras estadounidenses de Iraq y AfPak, apoya a Palestina y promueve la sustitución del dólar estadounidense por una cesta de monedas. Y como guinda del pastel el BRICS tendrá en 2011 cinco de los 15 escaños del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; Brasil hasta finales de 2011, India y Sudáfrica hasta finales de 2012, más los dos miembros permanentes China y Rusia.
A los BRICS se une ahora un nuevo acrónimo llamativo, MIST, concebido nada menos que por Jim O’Neill, el hombre fuerte de Goldman Sachs que acuñó el BRIC original en 2001. MIST son Malasia, Indonesia, Corea del Sur y Turquía.
Se puede afirmar, con razón, que sería más adecuado que cualquiera de esos países formase parte del BRIC, en especial Turquía (lo que se discutió en la cumbre del BRIC de Brasilia el año pasado). Sudáfrica sólo está en el puesto 31 en términos de producto interior bruto global, detrás de todo el MIST. Pero China es el socio comercial número uno de Sudáfrica, e India quiere «conquistar» África tanto como China. En todo caso, nada de esto impide una alianza real y fuerte del BRIC y MIST hacia ese nuevo orden mundial temido por Washington: la multipolaridad.
Para Washington, desde mediados de 2008 el nombre del juego es un mundo de «multi-socios», acuñado por la secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton. Va implícito el concepto de EE.UU. como socio mayor en una denominada «coalición de los dispuestos». Hay que compararlo con el saludo al nuevo BRICS del ministro de Asuntos Exteriores brasileño como dispuesto a «reformar el sistema financiero y aumentar la democratización de la gobernanza global». El rechinar de dientes de Washington se pudo oír zonas horarias distintas.
Y ni siquiera hablamos de China, donde el Partido Comunista hace todo lo posible por conformar hasta 2030 una sociedad avanzada, educada y urbana al 70% con 1.400 millones de personas, políticamente estable y con una política exterior no intervencionista. A pesar de que Washington pueda verlo como BRICS + MIST = menos que EE.UU., para China el nombre del juego es multipolaridad, y punto.
E incluso con la multipolaridad, la perspectiva futura es sombría: el pico del petróleo; las guerras energéticas (¿primero Iraq, después Irán?); el aumento de las emisiones de gases invernadero; el cambio climático; las guerras por el agua y una pobreza incontrolada mientras el 1% más rico de la población controla un 43% de los recursos del mundo.
Podéis apostar botellas de Moët a que las élites globales en Davos no prestarán demasiada atención a lo que el mundo necesita verdaderamente: una nueva cultura política, horizontal y diversa, que promueva la convergencia entre las redes ciudadanas y los movimientos sociales.
Por el momento una posibilidad futura apunta a una privatización generalizada de la vida -incluso de vida artificial-. La otra posibilidad es el desarrollo de un nuevo paradigma, un «New Deal» auténtico, global, que ciertamente no aparecerá como un regalo de una institución superior. Sólo se conseguirá por medio de la movilización de los grupos sociales y sociedades civiles de todo el mundo. Basta de hablar: es hora de entrar en acción.
Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge». Su último libro es «Obama does Globalistan» (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected].
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Global_Economy/MA27Dj02.html