Este no es un artículo catastrofista, al contrario, pretende darnos respuesta a las catástrofes provocadas por el crecimiento económico oligárquico y patriarcal.
Introducción
Desde hace más de dos lustros, desde que escribí mi primer libro sobre el decrecimiento (de los siete que ya llevo publicados), “El crecimiento mata y genera crisis terminal” (2009), ya somos muchos más los que deseamos poner en marcha el decrecimiento.
Pero el problema radica en que nos preguntamos confusos ¿decrecimiento? si, ¿pero cómo?, porque no lo vemos claro o al menos lo vemos muy confuso y complicado. Pese a todo, aunque no sea fácil, creo que si que hay escritas ya bastantes pautas de cómo conseguir el decrecimiento. A continuación voy a describir sucintamente seis posibles acciones que serán necesarias, entre otras, para salirse del crecimiento del neoliberalismo global, del crecimiento económico oligárquico o bien de lo que podríamos llamar la acumulación del PIB en beneficio únicamente de pequeñas minorías.
A continuación relato estas seis acciones a seguir para lograr el decrecimiento feliz.
En primer lugar, hay que abandonar el capitalismo. Dentro del «decrecimientismo» existe una corriente extremista ultraconservadora que sólo ve como solución al capitalismo y al crecimiento, volver a las cavernas. Pero en mi opinión puede que simplemente abandonando el consumismo y la obsolescencia programada, casi llegaríamos superar la crisis del cambio climático, aunque lo cierto es que con ello no será suficiente. Seguro que será preciso abandonar el capitalismo. El decrecimiento, al igual que el feminismo, es imposible que se den en el interior del capitalismo, será necesario y prioritario derribar al capitalismo por ejemplo con acciones decrecentistas: huelga general, universal e indefinida de consumismo; huelga general indefinida y laboral, aunque tal vez sea mas efectiva la anterior; huelga feminista indefinida y universal contra el patriarcado, etc. Pero estas huelgas tienen que ser universales e indefinidas para que produzcan efecto. Por eso el capitalismo está tan obsesionado con mantenernos individualistas, distraídos y divididos, potenciando el famoso “pan y circo”, y también las guerras de razas, guerras de religiones, guerras de sexos e incluso guerras de hinchas deportivos.
En segundo lugar, el decrecimiento denominado con una sola palabra resulta ambiguo, confuso y genera repulsión porque eso de disminuir se ve como algo negativo, sobre todo para los que están padeciendo el decrecimiento infeliz (el de los recortes, la precariedad y el paro), que suponen el 99% de la población.
Hace falta hacer ver que el decrecimiento (expresado con una simple palabra) necesita aportar más precisión a través de un apellido calificativo el de “feliz”. Dentro de la corriente decrecentista parece ser que existen algunos términos confusos o algo ambiguos como Antropoceno, que culpa hasta a las victimas del capitalismo, por ejemplo a las personas del Tercer Mundo, que no contribuyen, para nada, a la tremenda aparición de esta nueva era de desorbitado impacto ecológico y social del capitalismo. Un capitalismo que es generador del cambio climático, destructor de la biodiversidad y la diversidad cultural, agotamiento de recursos, etc. El término Antropoceno se puso de moda, pero puede derivar en el ecofascismo si nos da por culpabilizar a los perjudicados del Tercer Mundo. En su lugar debería hablarse sólo de Capilaloceno, ya que es el capitalismo el verdadero generador de esta nueva y distópica era.
Otro concepto que suele quedar ambiguo es el de crecimiento, expresado con una palabra sin más, al oírlo nos da la impresión de que se trata de un crecimiento para todos, pero no es así, es imprescindible dejar bien claro que en realidad no es así, ni mucho menos. Resulta ser un crecimiento económico oligárquico en beneficio de una pequeña élite. Es preciso, pues, poner a la palabra crecimiento los “apellidos” económico y oligárquico.
Por fortuna el decrecimiento tiene claras algunas ideas, como que es necesaria la salida del capitalismo. Pero amplios sectores de la “izquierda” admiten el crecimiento como fuente de “progreso”. Estos también están a favor del engaño de la economía verde, que no es otra cosa que un capitalismo camuflado de verde. En mis libros desgloso el capitalismo verde en revolución verde, economía verde, comercio verde y energía verde. Todos estos términos no son más que unos marrones pintados, hipócrita y suicidamente, de verde.
En tercer lugar, habrá que responder a la pregunta de “¿cómo lograr el decrecimiento?”, pueden valer tres opiniones contenidas en textos (creo que hay que leer más) de tres autores:
1º Considerar las 8 erres de Osvaldo Pieroni (indebidamente atribuidas a Latouche), que fueron presentadas en la Cumbre de Rio. Inspirándose en ellas el Fórum alternativo de Río, en 1992, argumentó que estas 8 erres eran útiles: “como camino para conseguir una conservación de la biosfera, evitar el agotamiento de los recursos y poner fin al desaforado crecimiento de los ciudadanos del Norte, quienes deberán adaptarse a unas condiciones de vida mucho más austeras”. Estas erres son las siguientes [1]:
1. Revaluar (revisar nuestros valores, cooperación en vez de competencia, altruismo en vez de egoísmo, etc.).
2. Recontextualizar (modificar nuestras formas de conceptualizar la realidad, evidenciando la construcción social de la pobreza, de la escasez, etc.).
3. Reestructurar (adaptar las estructuras económicas y productivas al cambio de valores).
4. Relocalizar (sustentar la producción y el consumo esencialmente a escala local).
5. Redistribuir (el acceso a recursos naturales y las riquezas).
6. Reducir (limitar el consumo a la capacidad de carga de la biosfera).
7. Reutilizar (contra el consumismo, tender hacia bienes durables y a su reparación y conservación, terminar con el usar y tirar).
8. Reciclar (en todas nuestras actividades).
No hay que perder de vista que actualmente es prácticamente imposible hacer una lista exhaustiva delos posibles caminos y alternativas que definen al “decrecimiento”.
2º Aplicar los 6 verbos de Carlos Taibo: “decrecer”, “desurbanizar”, “destecnocologizar”, “despatriarcalizar”, “descomplejizar” las sociedades de los países del Norte (y en buena medida, también, las del Sur) y “descolonizar” [2].
3º Cumplir las veinte (20) transiciones al decrecimiento feliz, que además son una forma de salirse del capitalismo. Las cuales expongo en mi libro “Manifiesto de la transición hacia el decrecimiento feliz”.
Doble decálogo “transicionero” hacia el decrecimiento feliz:
1. “La 1 transición será desde lo material y crematístico… a lo humano.
2. Desde el consumismo… al consumo responsable.
3. Desde la innovación para fines cortoplacistas como la obsolescencia programada… a las 8 erres.
4. Desde el productivismo global… a la producción local.
5. Desde la competitividad… a la cooperación.
6. Desde el machismo patriarcal… a una sociedad donde la relación hombre mujer sea totalmente horizontal.
7. Desde el antropocentrismo exclusivo… a un ecocentrismo, que incluya lo humano como parte de la biosfera.
8. Desde el individualismo autista… al apoyo mutuo.
9. Desde el egoísmo monetarista… a los bienes relaciónales.
10. Desde el estado del bienestar al bien vivir.
11. Desde la megaciudad parásita… a la agroecología.
12. Desde el monopolio… al polipolio.
13. Desde el monocultivo… al policultivo.
14. Desde el pensamiento único… a la diversidad cultural, lingüística y la biodiversidad.
15. Desde la nefasta revolución verde, la biopirateria y el dumping… a la soberanía alimentaria.
16. Desde el extractivismo rapaz, usurpador y cleptómano… al cuidado y respeto de la pacha mama.
17. Desde el despilfarro esquilmador… a la sencillez voluntaria.
18. Desde la manía de la hegemonía… a la convivencia biosférica.
19. Desde la meditación divina… a la reflexión humana y ecológica.
20. Desde las guerras militares y económicas… a la paz entre todas las personas y animales” [3].
En cuarto lugar, terminar para siempre (nunca más) con eso que se llama nuestra civilización y que no es otra cosa que una incesante historia de guerras y abusos imperialistas transcurridos durante milenios. No alcanzo a comprender del todo esa angustia que declaran algunos ante la “crisis civilizatoria”, pues la única civilización que existe tiene una base imperial injusta e inhumana que cuenta, desde antes del imperio romano, con enormes e históricas atrocidades [4], ¿es esto una civilización? Lo que hay que hacer es acabar con ella y crear una nueva realidad, una verdadera civilización humana, equitativa, cooperativa en vez de competitiva y respetuosa con la biosfera, incluida en ella a la humanidad.
En quinto lugar, el feminismo tendrá un papel importante que ponga a la mujer en su sitio, de no discriminación abusadora ni marginación. Reconociendo algunos aspectos en los que sin duda es superior al hombre y no obsesionarse con la idea de una “igualdad” homogeneizadora, impulsada veladamente por el estandarizante pensamiento único, de que la mujer debe ser idéntica al hombre. Es importantísimo el papel que ella está jugando en defensa de la ecología. No es una casualidad que exista una mayor actividad mundial femenina en cuanto a la defensa de la madre tierra. Y que en este terreno destaquen más las mujeres y organizaciones de mujeres no es una casualidad, sino una causalidad, porque las mujeres son más sensibles que los hombres a esta causa. Esto lo veo como una cuestión ya grabada en los genes de ambos géneros. Y esto puede ser porque durante milenios la mujer ha luchado incansable y amorosa por defender la vida, mientras que el hombre ha estado de continuo tenebrosamente empecinado, sin dejar nunca de luchar para odiar [5] defender la muerte, en un afán locamente hegemónico y en una obsesión acumuladora a fuerza de botín de guerra. Y es bueno que exista la diversidad sexual (y la diversidad de la interpretación de la sexualidad), algo en contra de lo que está potenciando el pensamiento único, para el cual todo debe ser homogéneo y estandarizado, porque es mucho más rentable.
Como decía Rosa Luxemburgo: “Mujeres y hombres deben ser socialmente iguales, pero humanamente diferentes”.
Muestras de esta sensibilidad ecofeminista son mujeres como Berta Cáceres, Vandana Shiva, Yayo Herrero, Rachel Carson, Petra Karin Kelly, etc.
En todo caso, ya va siendo hora de que (sin llegar a ser idénticos ni estandarizados) sea el hombre el que se parezca más a la mujer, mejorándose, y no que la mujer se parezca más hombre degradándose. El que la mujer cada vez se parezca más hombre es una forma de asegurar la continuidad del capitalismo patriarcal. Existen ejemplos de que ha habido mujeres que se han parecido demasiado al hombre banquero (Thatcher, Merkel, etc.) o al hombre militar (Hilary Clinton), mujeres políticas (Pilar Primo de Rivera), las cuales han hecho mucho en defensa del capitalismo patriarcal. Este tipo de “feminismo” es el que gusta a los sectores de la derecha.
En sexto lugar, todo deberá estar regido por un comportamiento comunal. Es decir, habrá que sustituir la propiedad y economía privada centralista, de mercado libre, por una sociedad que esté libre de mercado, por la propiedad y economía comunal. Una economía que tendrá que ser descentralizada y autoproductiva, al menos en su mayor parte, y que tendrá como única finalidad la de estar en pro de la biosfera, incluyendo ineludiblemente como parte inseparable de ella a la especie humana.
Para terminar quiero insistir en que el capitalismo y el neoliberalismo global que funcionan a través del pensamiento único, nos ha inculcado prolongadamente, incluso a un gran sector de la “izquierda”, que todo debe ser (incluso las mentes y los deseos) idéntico, homogéneo y estandarizado, para conseguir el crecimiento, porque lo dice el santo fordismo. Y es que para él, con la estandarización de todo, es más fácil de producir, vender mercancías para crecer, entre las que considera a las mentes y a los seres humanos.
Notas:
[1] Conclusiones de la Conferencia de la cumbre de Río de Janeiro del año 1992
[2] Carlos Taibo, “Ante el colapso. Por la autogestión y por el apoyo mutuo”, Editorial La Catarata, Madrid, 2019, pág. 59
[3] Julio García Camarero, “Manifiesto de la transición hacia el decrecimiento feliz”, Editorial La Catarata Madrid, 2010pág,73
[4] Esta inquietud es la que me empujó a comenzar el libro sobre la Traición del cristianismo por el catolicismo”. Un cristianismo que seguro que en algún momento si que fue anti sistema. Aún no he descartado continuarlo alguna vez, aunque sea un tema muy trabajoso, por lo remoto y oscurecido. Me temo que será difícil porque ya me quedan pocos años de actividad, en mayo cumplo 86 años.
[5] Recordemos aquella famosa frase cartaginesa: “¡Odio eterno a los romanos!”, y recordemos aquellos elefantes pisando las cabezas de otros odiadores, los hombres romanos.
Julio García Camarero es doctor en Geografía por la Universidad de Valencia, ingeniero técnico forestal por la Universidad Politécnica de Madrid, exfuncionario del Departamento de Ecología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias y miembro fundador de la primera asociación ecologista de Valencia, AVIAT.
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