Arundhati Roy, activista política y autora de El Dios de las pequeñas cosas, ha planteado un debate muy oportuno sobre el papel de las oenegés. Ella observa la explosión del número de oenegés en su India natal. Como aquí, allí y en el resto del planeta hay falsas oenegés que solo trafican con la miseria. […]
Arundhati Roy, activista política y autora de El Dios de las pequeñas cosas, ha planteado un debate muy oportuno sobre el papel de las oenegés. Ella observa la explosión del número de oenegés en su India natal. Como aquí, allí y en el resto del planeta hay falsas oenegés que solo trafican con la miseria. Pero lo que le preocupa es el papel de las auténticas. En los países pobres la aparición masiva de oenegés coincide con la integración del país a las políticas neoliberales y por lo tanto la apertura de mercados, la mínima dedicación de fondos a desarrollo rural o a salud pública, etcétera. Las oenegés amortiguan la catástrofe causada y cubren los vacíos que dejan sus estados.
La financiación de las oenegés del Sur llega en una parte significativa de las oenegés del Norte, entendiendo que es uno de los canales más apropiado para la colaboración. Pero deberíamos revisar si siempre es así, pues el riesgo que advierte Arundhati es claro: podemos estar contribuyendo a consolidar estructuras que solo «calman la furia política y distribuyen como ayuda o benevolencia lo que la gente debería tener por derecho».
* Gustavo Duch. Director de Veterinarios sin Fronteras