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Relaciones China-EEUU

Dolor de cabeza

Fuentes: Bohemia

Sin duda alguna, China viene a ser en el plano de la competencia económica lo que Rusia en el militar: un aguijón clavado en las sienes, el occipucio y la frente, en todo el cráneo de ese imperio macrocéfalo que son los Estados Unidos de América. Imperio que no cesa de rasgarse las vestiduras ante […]

Sin duda alguna, China viene a ser en el plano de la competencia económica lo que Rusia en el militar: un aguijón clavado en las sienes, el occipucio y la frente, en todo el cráneo de ese imperio macrocéfalo que son los Estados Unidos de América. Imperio que no cesa de rasgarse las vestiduras ante el «peligro amarillo» y de lloriquear el sonsonete de que un yuan-renmimbi subvaluado le destruye empleos y contribuye a su déficit comercial.

Anda nervioso el Tío Sam, y con razón. Como subrayan los entendidos -Joseph S. Nye entre ellos-, el gigante asiático podría ponerlo de rodillas, si amenazara con vender sus dólares, porque «EE.UU. absorbe importaciones chinas, paga a China en dólares y China retiene los dólares, amasando reservas de moneda extranjera de 2,5 billones de dólares, gran parte en títulos del Tesoro de EE.UU.».

Pero, siendo así, ¿porqué la potencia emergente no se decide a plantar cara a tanta suspicacia, a tanta trapisonda? (Recordemos la obcecada campaña por desacreditar a Beijing en cuestiones como la observancia de los derechos humanos, dando alas «morales» al separatismo, budista en el Tíbet, musulmán en otras regiones; e imprimiendo impulsos castrenses en el caso de Taiwán, al que Washington prometió, y cumplió casi con largueza, la venta de armas por alrededor de seis mil millones de «billetes verdes»).

Sucede que, en un mundo tan interconectado como el actual, si China arremetiera en son de vengativa podría inferirse a sí misma un daño irreparable, pues, al decir de la fuente citada arriba, no sólo reduciría el valor de sus reservas conforme el valor del dólar decayera, sino que también pondría en peligro extremo la voluntad gringa de importarle productos baratos, lo que implicaría pérdidas de empleos e inestabilidad en el país que en los últimos años lidera en el ritmo de crecimiento en el planeta.

Ahora bien, tanto como China depende de USA, el orbe depende de China. No en vano la ola de huelgas que acaba de recorrer sobre todo las factorías extranjeras en su suelo nacional tiene como en un espasmo muscular a los empresarios de los cuatro puntos cardinales. En atinado juego de analogías, David Brunat (diario Clarín) ha llegado a aseverar que, si cualquier estornudo del inmenso Estado resulta interpretado como un terremoto, en este caso se trata de un «tremendo terremoto».

Y es que, incluso aunque está dando señales de reacomodamiento económico y desaceleración (la producción manufacturera se situó en julio en el nivel más bajo en 17 meses, la importación de materias primas como petróleo, cobre y hierro se ha debilitado y la burbuja inmobiliaria sigue adelante, con un aumento de 40 por ciento de los precios en 36 grandes ciudades entre enero de 2009 y mayo de este año)… Sí, a pesar de que se prevé la caída de su economía en el presente trimestre por debajo del 10 por ciento, por primera vez en 2010, merced a una intervención gubernamental en aras de evitar el sobrecalentamiento y el vértigo especulativo, el territorio continúa siendo el máximo exportador del orbe, el primer acreedor de USA, el de más abundosa reserva de divisas foráneas, el que más energía consume, el cuarto importador a nivel general, el primer importador de soja y el primer productor automotor. Sin contar que ya desplazó a Japón del puesto de segunda economía.

A todas luces, una ola continua de paros influiría negativamente no solo sobre este punto del globo, sino sobre el globo entero… No, «a todas luces» no. Quizás «aparentemente», porque los dirigentes no se han mostrado nada aprensivos. Como ha trascendido, consideran que las macroplantas (mano de obra de bajo costo, mercancías de precios ínfimos) comienzan a acarrear más problemas que beneficios en una sociedad que ve multiplicarse los estándares de vida a pasos de titán. «Hace un par de años que Beijing ya no da la bienvenida a las compañías de low cost. Ese tipo de producción es hoy socialmente insostenible. China ya está en camino de dedicarse a una producción con un valor añadido más elevado, más tecnológica. Esa es la apuesta del Gobierno». Así lo ha expresado una experta en el tema, citada por Brunat.

De manera que, tal vez en son de prueba, el Congreso Popular de Guandong, sureña provincia considerada el corazón de las manufacturas, analiza una ley para regular el derecho a pedir aumentos salariales, a elegir su representante sindical y a declararse en huelga (por cierto, las transnacionales estarán en ascuas). Todo, coordinado por el gabinete central, decidido a emplear a fondo la baza del consumo interno para apuntalar el desarrollo económico, luego del paquete de estímulo que sirvió de premisa a ese fin y de ansiolítico a la humanidad.

Medida que bien podría constituir un remedio efectivo para los problemas sociales internos. Ah, y que seguro hará que arrecie el dolor de cabeza, la terrible cefalea de un señor viejo y soberbio llamado Sam. «Cariñosamente», Tío Sam.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.