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Ébola: justificado optimismo médico y político

Fuentes: Rebelión

Son muchas y muy poderosas las razones que llevan a pensar que será muy limitado el desarrollo de la actual epidemia de la enfermedad por el virus del ébola (EVE). Son motivos de orden médico-científico y también motivaciones de carácter político. Y ambos tipos de razones, desde luego, estrechamente entrelazadas. Por lo que toca al […]

Son muchas y muy poderosas las razones que llevan a pensar que será muy limitado el desarrollo de la actual epidemia de la enfermedad por el virus del ébola (EVE). Son motivos de orden médico-científico y también motivaciones de carácter político. Y ambos tipos de razones, desde luego, estrechamente entrelazadas.

Por lo que toca al ámbito médico científico, es constatable el enorme conocimiento que la humanidad posee sobre esta patología y acerca de los diversos procedimientos para evitar su propagación. Sobre esto último, baste decir que, hasta ahora, el actual brote ha producido cinco mil fallecimientos, cifra verdaderamente poco significativa, sobre todo si se considera la enorme letalidad del flagelo, misma que puede llegar hasta el cincuenta o sesenta por ciento de los infectados.

Para entender por qué esa cifra de cinco mil muertes por ébola es poco significativa, basta compararla con los cientos de miles de fallecimientos anuales que produce el paludismo, igualmente llamado malaria. Y eso que para la malaria existe tratamiento y se dispone de varios fármacos de probada eficacia.

Consecuentemente, esa pavorosa cifra de muertes por paludismo no obedece a insuficiencias de la ciencia, sino a la condición de pobreza extrema e insalubridad en que viven las sociedades del África subsahariana, es decir, del África negra, principal zona de existencia, prevalencia y producción de muertes del paludismo.

Y aquí se llega a los factores políticos para prever un desarrollo limitado del ébola. Si bien es cierto que el paludismo se puede presentar hoy en día casi en cualquier lugar del planeta, se trata de una patología esencialmente tropical (climas húmedos y calientes) y, consecuentemente, de sociedades subdesarrolladas, es decir, de pobreza generalizada. Y a diferencia del paludismo y de otras fiebres infecciosas relativamente circunscritas a determinadas áreas geográficas, el ébola puede propagarse por contagio de persona a persona a cualquier lugar del mundo. Y eso, desde luego, asusta a las sociedades ricas y a sus dirigentes políticos, los que ante la amenaza de sufrir en carne propia el ébola, se muestran dispuestos a buscar soluciones preventivas o farmacológicas que curen el mal o, al menos, eviten su propagación.

A este respecto vale la pena recordar el caso de México frente a la poliomielitis o parálisis infantil, erradicada desde 1990 del país. Ocurre que a principios de los años cincuenta del siglo pasado y frente a la insuficiencia en México de recursos económicos y médicos para hacer frente al flagelo, el gobierno de Estados Unidos proveyó al mexicano de incuantificables dosis de vacuna antipoliomielítica para inmunizar a la totalidad de la población infantil nacional.

No se trató, desde luego, de un acto de generosidad o elevado humanismo, del gobierno yanqui, sino de proteger a su propia población infantil frente a la alta posibilidad de que el enorme tránsito de mexicanos hacia Estados Unidos llevara el contagio a suelo estadounidense.

Dicho de otro modo: EU necesitaba inmunizar a la población infantil vecina para garantizar la eficacia de la inmunización y eventual erradicación de la polio en su propio país. O vacunamos a todos -era la consigna- o siempre quedaremos expuestos a brotes epidémicos de la invalidante patología.

Es el riesgo del contagio y de la epidemia en su propio suelo lo que motiva y habrá de motivar más en lo futuro a las naciones ricas y a sus gobernantes a empeñarse en la consecución de una cura, una vacuna o un tratamiento generalizado que evite la propagación del mal más allá de sus sitios de origen, presencia y prevalencia.

Si nada más corrieran peligro los «negritos», el imperialismo no se preocuparía demasiado por combatir el mal. Pero corriendo peligro también los blancos, algo hay que hacer. Y ya lo están haciendo.

Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.com.mx

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.