Traducción Liliana Piastra
La comisión de los Estados americanos está investigando el problema de la inseguridad en la frontera con Colombia, pasando por alto el drama de las fumigaciones.
Una delegación de paz de la OEA (Organización de Estados Americanos) está peinando palmo a palmo la frontera entre Ecuador y Colombia con el propósito de recoger testimonios directos sobre el estado de inseguridad y de miedo que están sufriendo allí los ecuatorianos. Se trata de un área muy caliente, escenario de constantes incursiones por parte de grupos armados colombianos, que consideran la parte ecuatoriana como un puerto franco en el que descansar, relajarse y aprovecharse de todo y de todos, en un lugar donde esos ‘todos’ son simples campesinos que trabajan duro para ir tirando. Pero no son sólo los guerrilleros y los paramilitares los que descaradamente entran sin llamar en tierras ecuatorianas.
No sólo clandestinos. De hecho, fue justamente en esa frontera al rojo vivo, en un campamento a orillas del ecuatoriano río San Miguel, donde las fuerzas armadas colombianas mataron, atacándolo por tierra y por aire, a Raúl Reyes, portavoz de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Un ataque militar en plena regla a espaldas de Quito. Desde entonces -era el primero de marzo de 2008- con una situación rayana en el conflicto, las relaciones entre Quito y Bogotá se han enfriado, hasta tal punto que se ha creado la delegación de Paz de la OEA, ahora en misión de inspección. Los objetivos son dos: Esmeraldas, en la costa pacífica, y Sucumbíos, en plena región amazónica, donde están las zonas más afectadas por esta compleja situación, esto es, General Farfán, Puerto Nuevo, Puerto Mestanza y El Palmar. Y justamente allí ha ido PeaceReporter hace más de un año para recoger testimonios y pruebas de las tribulaciones y de la desesperación de los habitantes.
El infierno de repente. Porque en esa frontera amazónica alejada de la ciudad, de los servicios y de las comodidades, viven cientos de personas. De hecho, las tierras fértiles y el buen clima, junto con las proclamas lanzadas hace veinte años por el gobierno a redoble de tambor, convencieron a mucha gente en busca de fortuna a desafiar la inhóspita selva. En poco tiempo surgieron casas y centros de reunión, y luego escuelas y carreteras de tierra batida. La zona se animó y la gente vivía dignamente. «Las cosechas eran muy buenas, vivíamos bien». Luego algo cambió. «Y no hablamos sólo de los grupos armados colombianos (no identificados ndr) que vienen constantemente y nos saquean. Porque la peor plaga que nos ha traído esta guerra, que no es nuestra, son las fumigaciones. Desde el momento en que oímos por primera vez el ruido de aquel maldito avión de hélice que iba soltando glifosato, para nosotros empezó el infierno». Parece que estos aviones, enviados desde Bogotá en el marco del plan Colombia, con el objetivo oficial d destruir las plantaciones de coca del sur del país, han violado la frontera más de una vez para envenenar también las tierras ecuatorianas. «He grabado las avionetas que vuelan sobre nosotros periódicamente -nos contaba un hombre de mediana edad de Puerto Mestiza – pero Bogotá lo niega y nadie nos cree. Piensan que el glifosato ha llegado hasta aquí arrastrado por el viento. Es ridículo».
Ojos cerrados. Pero las manchas en la piel de Ana, una mujer mayor de General Fanfán, junto con la desoladora vegetación que rodea su casucha, y que choca con la exuberante naturaleza típica de la Amazonia, son elocuentes. «Las avionetas del Plan Colombia fumigan hasta aquí para descubrir a los guerrilleros que se esconden clandestinamente a este lado de la frontera -nos explicaba el jefe de la aldea-. Que no nos cuenten cuentos. Y con la guerrilla llegan también sus acérrimos enemigos, los paracos, que no nos dejan vivir y que hasta suelen cambiarse los uniformes con algunos militares colombianos. Ellos también están aquí como en su casa». Amenazas, violaciones, robos, ambientes turbios e ilegalidades, en eso se ha convertido este rincón de Ecuador, regado de vez en cuando también por el pesticida anti-coca made in USA . Sin embargo, pese al evidente drama sanitario d esta región, la misión de la OEA no se ocupará de las fumigaciones. Se tapará los ojos y los oídos ante las desgracias de la gente, la mortandad de los animales, el cementerio de plantas. Se volverá de espaldas para no escuchar lo que cuentan de mujeres que han abortado, de niños llenos de urticaria, de ancianos con deficiencias respiratorias. «El Tribunal Penal Internacional está llevando a cabo una investigación. Hasta que no se pronuncie, no podemos hacer nada»: esa es la razón oficial, que a muchos les suena a disculpa más o menos diplomática, para evitar echar más leña al fuego de las relaciones Ecuador- Colombia, que ya están realmente al rojo vivo. Como de costumbre, en perjuicio de la pobre gente.
Fuente: http://it.peacereporter.net/articolo/14743/Ecuador%2C+l%27Oea+bendata