En estos últimos días Ecuador asiste a una «revolución ecológica»: de un día para otro, la gran mayoría de medios de comunicación, gran parte de los empresarios y banqueros, representantes de partidos y movimientos políticos, representantes de ciertas ONGs que ganan buenos sueldos, tirios y troyanos, se han declarado defensores del medio ambiente… Realmente enternece […]
En estos últimos días Ecuador asiste a una «revolución ecológica»: de un día para otro, la gran mayoría de medios de comunicación, gran parte de los empresarios y banqueros, representantes de partidos y movimientos políticos, representantes de ciertas ONGs que ganan buenos sueldos, tirios y troyanos, se han declarado defensores del medio ambiente…
Realmente enternece ver como, de un momento a otro, por arte de magia, hasta los más conspicuos depredadores de la sociedad se han transformado en serios guardianes de la ecología ecuatoriana. Hablan de ciclos ecológicos, de la necesidad de dejar a nuestros hijos un ambiente sano, de que es fundamental el control para no dañar el ecosistema, de que no se puede hacer política a costa de la naturaleza… ¡Qué lindo! ¡Qué conciencia! ¡Qué preocupación por la naturaleza! ¡Qué emoción! Verdaderamente revolucionario.
Pero, ¿cuál es la causa de la explosión de tanta conciencia ecológica?, ¿cuál es el motivo de esta revolución nunca vista en América Latina?, ¿quién ha provocado las condiciones subjetivas para esta revolución ecológica? ¿Quién? Los tiburones…
De un momento a otro, diversos sectores de poder que viven de la depredación han decidido defender a los tiburones de mar, porque a los tiburones de tierra, o sea ellos mismos, los vienen defendiendo desde siempre.
Entonces se escuchan frases de antología, como aquella de que los tiburones deben estar en el agua nadando libremente, de que la pesca incidental, de que las aletas…
También, como por arte de la misma magia, de un momento a otro comenzaron los «grandes» decomisos de aletas de tiburón. Y allí están todos los canales de televisión mostrando la maldad de los pescadores y del gobierno… ¡Qué casualidad! Incluso, el presentador de un noticiero de televisión que nunca invita ambientalistas opositores a los sectores de poder, ahora los busca y les insiste para que hablen contra el gobierno, pero estos en buena hora no se prestan.
Cuanto cuento cuentan estos flamantes defensores de la naturaleza… Cuanto verso triste disfrazado… Claro que entre ese mar de cuenteros disfrazados, también hay gente jugada por la naturaleza que el gobierno debe escuchar.
En todo caso, el decreto presidencial sobre las aletas de tiburón no empeora nada, solo da transparencia a algo que ocurría a escondidas y sin ningún control de nadie. No soluciona el problema de la pesca ilegal de tiburones, pero tampoco lo empeora. Sin embargo, el gobierno ha cometido un grave error político, porque con este decreto le ha entregado en bandeja a los sectores de poder una causa «noble» cuando más la necesitaban… Creó las condiciones para el ataque masivo de los tiburones de tierra… Hay errores que no se pueden cometer porque se da armas al enemigo. En el camino hacia la transformación radical de cualquier país, hay peleas centrales y peleas secundarias. El gobierno a veces confunde cuáles son las peleas secundarias.