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Sahara Ocidental. El Frente Polisario considera su sistema educativo como uno de los elementos fundamentales para su supervivencia

Educación de supervivencia en el desierto

Fuentes: Diagonal

A pesar de habitar en uno de los territorios más inhóspitos de África, los campamentos saharauis han conseguido garantizar uno de los servicios más básicos a toda su población: la educación. Radaja vive en Smara, uno de los campamentos de refugiados saharauis en territorio argelino, tiene ocho años, tres hermanos (Alí, Minetu y Sultana) más […]

A pesar de habitar en uno de los territorios más inhóspitos de África, los campamentos saharauis han conseguido garantizar uno de los servicios más básicos a toda su población: la educación.

Radaja vive en Smara, uno de los campamentos de refugiados saharauis en territorio argelino, tiene ocho años, tres hermanos (Alí, Minetu y Sultana) más pequeños que ella y vive en una casa de adobe que sus padres Hasina y Chej han ido construyendo poco a poco. Les ha abandonado por primera vez en su vida, pasará dos largos meses sin verlos. Formando parte de los 9.000 alumnos de 3º, 4º y 5º de Primaria que participan en el programa Vacaciones en Paz, que promueven las asociaciones de amigos del pueblo saharaui y el Gobierno saharaui. A pesar de llevar 33 años en el desierto de la Hamada argelina, donde los días de verano se convierten en infernales con temperaturas que llegan a superar los 50ºC, el pueblo saharaui ha sido capaz de organizarse y crear unas infraestructuras que garanticen mínimamente el acceso a la vivienda, la sanidad, la alimentación, el agua y la educación de toda la sociedad. Eso sí, con la ayuda de la cooperación internacional, en su inmensa mayoría española.

Los campamentos o wilayas (regiones) se subdividen en ciudades o dairas. Y cada daira dispone de una o dos escuelas de Primaria (madrasa) en función de su tamaño, junto a un centro de educación especial para personas discapacitadas. La educación es universal y el 100% de los niños entre los seis y 12 años están escolarizados. Acuden a la escuela de sábado a jueves, dejando sólo el viernes como día de descanso. Todas las asignaturas las cursan en árabe, excepto la lengua extranjera, en este caso, el español. Los colegios aunque en número suficiente sufren un desgaste tremendo. Su estado no es el más apropiado. La mayoría tienen grandes baches en el suelo, ventanas, pequeñas y sin cristales, que tienen que estar cerradas con cuarterones de madera por el viento del desierto y el calor que impiden la entrada de luz en las aulas. El resto lo componen mobiliario antiquísimo, falta de luz eléctrica, de aseos y de otros recursos materiales.

Pese a todos estos hándicaps, los maestros saharauis llevan a cabo su tarea de forma diaria desafiando a todas las adversidades y dando una educación a unos niños que serán el futuro de su pueblo. Desde la constitución de la República Árabe Saharaui Democrática en 1976 tuvo claro que la única forma de liberarse y poder volver a su tierra tendría que ser a través de la educación. Por ello, los saharauis hicieron un gran esfuerzo y mandaron a niños y jóvenes durante más de diez años a estudiar a países como Cuba, Libia, Argelia e, incluso, a la URSS para formar a personas libres que fuera capaces de un día gobernar en su territorio.

Este gran esfuerzo supone situaciones personales dramáticas, jóvenes que crecen sin ver a su familia. Incluso, cuando regresan alguno ha muerto. Además, muchos son incapaces de integrarse en una vida tan diferente a la que habían tenido. Y sin posibilidad de ejercer la profesión para la cual habían estudiado. Para reducir al mínimo el impacto social de tener que estudiar en el extranjero, el Gobierno saharaui ha creado una amplia red de escuelas de Primaria. Aunque para estudiar Secundaria o estudios superiores deben abandonar los campamentos, donde sólo existe un centro de secundaria en régimen de internado y otro de formación profesional.