Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La lucha por influenciar la agenda de política exterior de Barack Obama ha comenzado en serio. Las maniobras de personajes influyentes del establishment – incluyendo a voces del Congreso, asesores de Obama e incluso responsables militares – quieren proyectan al actual titular del cargo, Robert Gates, como Secretario de Defensa en el nuevo gobierno, subrayan las presiones aplicadas al presidente electo.
El enfoque se centra en las dos guerras en Iraq y Afganistán así como en la promoción de las políticas básicas de George W Bush promovidas desde los años noventa por republicanos nacionalistas y neoconservadores. Son políticas animadas por ambiciones de hegemonía económica y militar de EE.UU. a largo plazo.
Un posible nombramiento de Gates será la señal de que Obama pueda volver la espalda a su promesa en la campaña de retirar las tropas de EE.UU. de Iraq en 16 meses. Gates, claro está, desaprueba todo plazo o itinerario para un plan de retirada.
Del mismo modo, acentúa que hay que librar la guerra en Afganistán de un modo más eficiente mientras se mantiene una estrategia de contención frente a Rusia y se sigue adelante con la expansión de la OTAN. En su perspectiva, la política de ‘oleada’ de tropas del jefe del Comando Central, general David Petraeus cumple con esos requerimientos.
Ajustes en los márgenes
Para usar las palabras del historiador y periodista investigativo, Gareth Porter, de Inter Press Service, existe en el Pentágono una «falange de determinada oposición militar» a los planes de retirada de Iraq de Obama, que llega al almirante Michael Mullen, jefe del Comité de Estado Mayor Conjunto e incluye a Petraeus y al general Ray Odierno, el nuevo comandante en Iraq.
El periódico Washington Post informó que una ecuación «sin problemas y productiva» entre los mandamases militares y el presidente entrante será posible sólo «si Obama toma el enfoque pragmático que indican sus asesores, permitiendo que cada lado se ajuste en los márgenes.» El periódico cita a Peter D Feaver, ex funcionario del Consejo Nacional de Seguridad en el gobierno de Bush, planificador estratégico en la política de ‘oleada’ en Iraq del gobierno, quien dice que si Obama sigue adelante con su plan de retirada en 16 meses, podría ocurrir «una crisis civil-militar en Washington.
Según Porter, Obama tuvo una batalla dialéctica con Petraeus cuando se reunieron en Bagdad en julio y el general argumentó a favor de una retirada «basada en condiciones» en lugar del plazo de 16 meses del candidato presidencial. Porter dice que Obama se negó a cambiar de opinión y dijo a Petraeus: «Su tarea es tener éxito en Iraq en las condiciones más favorables que podamos lograr. Pero mi tarea como comandante en jefe potencial es considerar su sugerencia e intereses a través del prisma de nuestra seguridad nacional en general.»
Pero el nombramiento de Gates cambiaría la ecuación. El sonriente veterano de cabellos canos y mirada serena que ha pasado por todo – la Unión Soviética, Cuba, Nicaragua, El Salvador, el Líbano, Iraq, Irán, Afganistán y and Pakistán – demostró su impresionante capacidad de perdurar en el mundo bizantino de Henry Kissinger, Zbigniew Brzezinzki y William Casey. Gates es la antítesis misma del corte por lo sano prometido por Obama.
Un cero a la izquierda que coloca minas
Con razón los rusos afirman que Gates ya puede haber forzado a Obama a actuar de otro modo. Ven un modelo muy diferente. En agosto, utilizando astutamente la crisis del Cáucaso y el humor público inamistoso en Occidente hacia Rusia, Gates siguió adelante con la firma de un acuerdo sobre el despliegue de elementos de un escudo estratégico de misiles estadounidense – 10 misiles interceptores en Wick Morskie, entre las localidades de Ustka y Darlowo en la costa del Báltico, en Polonia y un radar X en Brdy cerca de Praga, República Checa. Por cierto, Rusia ha concluido que los despliegues de EE.UU. tienen el propósito de embotar el empuje de sus fuerzas estratégicas en el teatro europeo.
De nuevo, repentinamente, Washington impuso hace dos semanas sanciones contra Rosoboronexport, el único exportador de armas de Rusia, supuestamente por violar la Ley de Proliferación Irán de 2000. Las sanciones no «muerden» ya que Rosoboronexport no tiene tratos con compañías estadounidenses y el funcionamiento de la compañía rusa no está en peligro. Lo que ha hecho en esencia el gobierno de Bush es crear un irritante en las relaciones entre EE.UU. y Rusia.
Obama encontrará resistencia del complejo militar-industrial de EE.UU. si intenta levantar las sanciones, ya que Rosoboronexport está demostrando que es un competidor animoso en el mercado mundial de armas. Según informes del Congreso de EE.UU., Rusia es el segundo exportador de armas del mundo por su tamaño, después de EE.UU., con una cifra de negocios de 10.400 millones de dólares en exportaciones en 2007, en comparación con 8.100 millones de dólares el año anterior, lo que representa un 17,4% de todas las armas vendidas en el mercado mundial. Rusia está penetrando nuevos mercados en el Norte de África, Oriente Próximo, el Sudeste Asiático, y Latinoamérica.
El irritante Rosoboronexport puede convertirse en otro factor que obstaculice una cooperación efectiva, sin reservas, entre EE.UU. y Rusia respecto a Irán, que será buscada por Obama. Un comentarista ruso escribió: «El propósito principal de esta acción demostrativa [las sanciones]… no es tanto dificultar la vida de los exportadores rusos como endilgar al nuevo gobierno con nuevos irritantes entre la Casa Blanca y el Kremlin, irritantes que le será difícil eliminar a Obama. Es como minas contra personas colocadas en el camino hacia mejores relaciones entre Moscú y Washington.»
De nuevo, el discurso anual del presidente ruso Dmitry Medvedev del 5 de noviembre ante la Duma (parlamento) incluía una declaración de que Rusia podría verse obligada a desplegar misiles de corto alcance en Kaliningrado a menos que se llegara a un compromiso sobre los despliegues de misiles de EE.UU. en Europa Central. No había nada sorprendentemente nuevo en la declaración. Los rusos lo han dicho antes. En su conjunto, el discurso de Medvedev también contenía elementos positivos sobre la seguridad europea y las relaciones con EE.UU.
Sin embargo, los medios de EE.UU. lo interpretaron como «la primera amenaza militar seria de Rusia contra Occidente desde la caída de la Unión Soviética [en 1991]»; que pareció una «nota discordante en medio de una reacción global que de otra manera saludó la elección de Obama»; que la oportunidad y «el tono anti-estadounidense del discurso fueron extraordinarios considerando la creencia ampliamente compartida aquí [en Moscú] de que Obama es menos ideológico en su actitud hacia Moscú que su rival republicano.»
Apuntaban a crear una impresión de que Obama debiera depender de manos experimentadas – como las de Gates – para encarar a esos niños malos del Kremlin. Todo esto, mientras la opinión general entre los políticos y expertos rusos es de cauteloso optimismo de que Obama esté libre de fobias de la Guerra Fría y que podría abandonar la «estrategia de contención» hacia Rusia.
Sin duda, Obama se verá bajo considerable presión para que siga las políticas hacia Rusia heredadas de Bush, a pesar de que fue elegido para cambiarlas o terminar precisamente con ellas. La crisis vendrá en diciembre cuando la OTAN realice una crucial reunión ministerial para considerar la membresía de Ucrania y Georgia. Durante una visita a Estonia el miércoles, Gates no pudo dejar de hacer una provocación contra Moscú: «Rusia no necesita impedir el deseo de un país soberano de integrarse de modo más completo con Occidente. Hacerlo no es una amenaza para la integridad de Rusia.» Un cero a la izquierda podría haber guardado silencio.
Decisiones difíciles para la paz
Mientras tanto, Moscú espera que Obama apoye menos los gastos en la defensa de misiles que el gobierno de Bush. El ministro de exteriores Sergei Lavrov dijo que las posiciones de Obama «inspiran esperanza de que podamos examinar de modo más constructivo este tema en el período por venir.» Un comedimiento parecido es aparente en la declaración rusa leída en nombre de los países miembro de la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO) en el debate de la Asamblea General sobre Afganistán del lunes. Abandonó la reciente crítica resonante de la guerra dirigida por EE.UU.
Rusia parece estimar que la guerra en Afganistán presenta un dilema diferente para Obama y Moscú no quiere dificultar aún más las cosas. Por cierto, la guerra afgana será la prioridad en política exterior número uno para el gobierno de Obama. También en este caso, ha comenzado una lucha por influenciar la política de Obama. Dos consultores del Pentágono – Ahmed Rashid y Barnett Rubin – tantearon un poco el terreno recientemente. En un artículo en la última edición de la revista Foreign Affairs intitulado «From Great Game to Grand Bargain» [De Gran Juego a Grandiosa Ganga], argumentaron que la estrategia de EE.UU. debería ser buscar un compromiso con los insurgentes mientras encara las rivalidad e inseguridades regionales.
Su recomendación fue ofrecer «inclusión política» a los insurgentes «a cambio de cooperación contra al-Qaeda» y lanzar una importante iniciativa diplomática abordando la «vasta variedad de temas regionales y globales que se han entrelazado con la crisis.» Además, sugieren que un «grupo de contacto» de países seleccionados con mandato del Consejo de Seguridad debe trabajar para terminar con la «dinámica crecientemente destructiva del gran juego en la región.» Recomiendan que «una iniciativa diplomática regional» debiera reemplazar la presencia internacional bajo la OTAN.
Sus palabras de moda son «seguridad regional.» Gran Bretaña también se ha hecho eco presentando una idea paralela de seguridad regional, en la cual protagonistas regionales como ser Pakistán, Irán, India, China y Rusia, junto con EE.UU. y Gran Bretaña, serán llevados a una estructura, un mecanismo consultivo, como «partes interesadas». El embajador británico en Afganistán, Sir Sherard Cowper-Coles, visitó Teherán hace una quincena para obtener la opinión de los iraníes. Visitó Delhi durante el fin de semana, y dijo a los medios: «Nuestra estrategia es la de una contrainsurgencia políticamente motivada, basada en la seguridad, y un apoyo internacional más coherente, sostenido, para Afganistán y su gobierno. Lo que queremos hacer, por buenos motivos de contrainsurgencia, es sacar a nuestras tropas de las operaciones directas de combate. De modo que sean los afganos los que combatan, no fuerzas extranjeras.»
El artículo en Foreign Affairs define un imponente paisaje que casi garantiza que Obama pierda su camino y nunca llegue a parte alguna cercana a una solución afgana en los próximos cuatro años de su presidencia. Gran Bretaña, mientras fija el ritmo para Obama, se concentra en seguir siendo un protagonista clave. Pero dejando de lado el juego de palabras de Sir Sherard, la situación en el terreno es sombría para Obama.
El martes, el ministro de defensa alemán Franz Josef Jung dijo que Berlín resistiría toda presión de EE.UU. para que envíe soldados al sur de Afganistán desgarrado por los enfrentamientos. España llamó abiertamente a cambiar la estrategia occidental después del asesinato de dos soldados españoles en un ataque suicida en la ciudad occidental de Herat el domingo. Según informaciones, el ministro de exteriores español, Miguel Ángel Moratinos ha dicho: «El debate no debe ser sobre el envío de más soldados, sino sobre cómo realizar una estrategia política y militar que termine con la situación de inestabilidad.»
Canadá ha reiterado su decisión de retirar sus tropas en 2011. En Gran Bretaña, según un sondeo de opinión publicado el miércoles, un 68% dijo que las tropas británicas debieran ser retiradas de Afganistán en 2010. El jefe de las fuerzas armadas británicas, mariscal del aire Sir Jock Stirrup, advirtió contra la idea de Obama de enviar más soldados a Afganistán, similar a la ‘oleada’ en Iraq en 2007. Dijo a la BBC: «Incluso si la situación lo exigiera, no puede ser simplemente una transferencia de uno a uno de Iraq a Afganistán, tenemos que reducir ese ritmo… Me pongo un poco nervioso cuando la gente utiliza la palabra ‘oleada’ como si fuera una especie de panacea.»
Teherán no ha tardado mucho en poner por los suelos la propuesta de Sir Sherard. En una conferencia internacional sobre Afganistán en Dushanbe el martes, a la que asistió un alto responsable del Departamento de Estado de EE.UU., el delegado iraní, embajador Ali Ashar Sherdoust, dijo que los países y mediadores occidentales debieran dejar el problema a los afganos y permitir que ellos decidan su suerte. Subrayó que Irán se opone a la presencia continua de fuerzas extranjeras y a su interferencia en los asuntos internos de Afganistán. Sherdoust ridiculizó a los «países a miles de kilómetros» de Afganistán que insisten en dirigir los asuntos del país mientras «ignoran los intereses» de los vecinos de Afganistán.
El plan de juego británico pretende por lo menos en parte entorpecer la iniciativa paralela de la SCO de realizar una conferencia especial sobre Afganistán. EE.UU. y Gran Bretaña se han estado resistiendo a repetidos intentos de la SCO y de la Organización de Seguridad Colectiva de desempeñar un papel en Afganistán. Hasta ahora han asegurado que el papel de la OTAN siga siendo exclusivo. Las ideas presentadas por el artículo de
Foreign Affairs, así como por Sir Sherard, mantendrán más o menos la iniciativa sobre el problema afgano en las garras de EE.UU. y Gran Bretaña, que ha sido lo importante para el gobierno de Bush y el objetivo del primer ministro británico Gordon Brown.
La pregunta del millón de dólares es: ¿Desempeñará también Obama el gran juego en Afganistán? ¿O es capaz de mostrar compasión para abandonar ese desventurado país y permitir que deambule hacia un redescubrimiento de sus modos de vida tradicionales?
Es obvio que tiene que caminar por un verdadero campo de minas y reconciliar a diversos elementos. Por cierto, se necesita un diálogo entre afganos, y la reconciliación con los talibanes se convierte en un tema central en un diálogo semejante. Para que tenga lugar, hay que preparar un clima regional, lo que involucra primordialmente comprometer a Pakistán, Rusia e Irán y también encarar preocupaciones mayores en sus relaciones con EE.UU. Por suerte, Obama posee la inmensa estatura moral para convocar a una cumbre regional sobre Afganistán.
Lo más mínimo es que pueda llegar a ser necesario en algún momento que se defina una línea de tiempo sobre la retirada de tropas. Cada desafío también ofrece una oportunidad. La próxima elección presidencial en Afganistán ofrece una oportunidad para que Obama resista a la tentación de imponer otro poderhabiente de EE.UU. en Kabul como el presidente Hamid Karzai. Que el pueblo afgano escoja auténticamente a su líder. Que un nuevo presidente emerja de la compleja negociación que forma parte de la forma de vida afgana. Es una difícil decisión para Obama, pero debe ser tomada. Señalará el comienzo de una «retirada» de EE.UU.
Como señaló un reciente comentario en el People’s Daily chino: «Ya que no es nada fácil continuar la guerra, la solución de ‘paz’ plantea una opción sabia… La guerra y la paz son cuernos de un dilema en Afganistán actual, y esto ha sacado a la luz una vez más la impotencia de las naciones occidentales en una situación difícil.» Los recientes comentarios chinos parecen subrayar que el gobierno de Obama corre verdadero riesgo de un cenagal en Afganistán a menos que se encuentre rápidamente una solución política.
El embajador M K Bhadrakumar fue diplomático de carrera del ministerio de Asuntos Exteriores indio. Estuvo destinado en la Unión Soviética, Corea de Sur, Sri Lanka, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía.
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