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Respuesta a Erick Tejada

El fascista que se alzó contra Toledo

Fuentes: Rebelión

El día 3 de enero, había unos dos mil policías y soldados desplegados en las calles de Andahuaylas con el dedo en el gatillo, esperando la orden para atacar la comisaría que estaba ocupada por un contingente de los llamados reservistas de Antauro Humala, que retenían al interior a 17 efectivos policiales como carta de […]

El día 3 de enero, había unos dos mil policías y soldados desplegados en las calles de Andahuaylas con el dedo en el gatillo, esperando la orden para atacar la comisaría que estaba ocupada por un contingente de los llamados reservistas de Antauro Humala, que retenían al interior a 17 efectivos policiales como carta de negociación. Mientras los generales ubicados en el teatro de operaciones dudaban y aceptaban que nuevos intermediaros hicieran esfuerzos por reconstruir los puentes para una salida pacífica, desde Lima, el presidente y el premier, insistían en que se debía intervenir rápida y radicalmente. Un grupo de la defensoría del pueblo que conversó con Humala dentro de la comisaría me contó que allí todos estaban convencidos que los policías prisioneros no serían nunca un argumento de disuasión como lo fue la categoría de los rehenes que había en la casa del embajador japonés retenidos por el MRTA que obligó a un sitio de cuatro meses antes del ataque final. Por ello trataron de obligar a los de la defensoría a que se quedaran con ellos. Así de desesperado era ese momento.

En junio de 1986, hubo un motín de los reos por terrorismo en los penales limeños y el gobierno de Alan García ordenó la inmediata respuesta militar al desafío. Parlamentarios de izquierda se movieron entonces hasta el penal de Lurigancho en el este de la ciudad y hacia las autoridades que pudieron, exigiendo que se buscara una solución negociada y se preservara la vida no sólo de los rehenes sino de los presos rendidos. Era la actitud más elemental de independencia política y de consecuencia con una prédica de derechos humanos. En el 2005, la izquierda miró de lejos lo que pasaba en Andahuaylas. Y algunos estuvieron más preocupados de diferenciarse con el discurso de Humala que de la posibilidad de una resolución brutalmente sangrienta de lo que estaba sucediendo. Uno podría preguntarse: ¿tanto ha cambiado la izquierda peruana en estos años como para presenciar una rebelión contra el poder, por más inviable que fuera, y por más divergencias que hubiera con los objetivos finales de sus dirigentes, y permanecer indiferente y neutral ante las opciones que el Estado tenía en la mano para hacerle frente?, ¿es qué es distinto un motín contra García que una toma de una Comisaría con Toledo?

Nótese, no estoy hablando de sumarse al movimiento, cosa que nunca estuvo en debate por sus características. El punto era saber ante qué clase de propuesta política estábamos colocados, cuál era la relación que establecíamos con sus participantes y qué tipo de procesos políticos se iban a abrir después de Andahuaylas. Entonces fue que un sector de la izquierda recordó que había señalado muy tempranamente los rasgos fascistoides del humalismo y que esto resolvía todos los problemas. Y de los «rasgos», pasaron directamente a tildarlo de fascista, porque dado que la comisaría de Andahuaylas se parece tanto a la cervecería de Munich, ya podemos anticipar lo que viene seguidamente. Claro también la derecha y el presidente recogieron rápidamente de la izquierda el aporte teórico. Y, quizás alguien haya podido pensar que si es cierto que en la serranía peruana estaba germinando una estructura política capaz de lanzar a las masas contra sus propios derechos y organizaciones, tal vez hubiera sido conveniente liquidarla sobre el terreno como calculó Toledo.

Las banderas de Andahuaylas fueron muy precisas: (a) la renuncia de Toledo; (b) el cumplimiento de la sucesión presidencial; (c) la vigencia de la Constitución de 1979; (d) la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Es concebible que ante una plataforma de este tipo las respuestas hayan sido buscar en la página web de los etnocaceristas declaraciones que muestran los excesos verbales de Humala, pero que estaban totalmente fuera de contexto en la coyuntura política. En la crisis de año nuevo: ¿estaba en juego la utópica sociedad autárquica que sólo consume productos nacionales, la guerra con Chile o los hijos que tendremos que aportar al ejército? En verdad no. Pero el sector de izquierda que sacude lo del fascismo, se las ingenió para suponer en sus escritos que el problema era de ideología. Tómese el ejemplo del artículo de Erick Tejada. No sólo no existe la plataforma, sino prácticamente no hay gobierno de Toledo. Los fascistas y nosotros. Como para que nadie nos tome en serio.

Si Humala ha podido representar sectores populares, en la época que hacía proselitismo con su periódico y sus declaraciones provocadoras a la prensa, y más aún después de su rebelión andahuaylina, eso por supuesto no significa sino que también los reaccionarios pueden tener masas detrás de ellos, ¿no ven a Fujimori? Pero una cosa es una masa cliente forjada con programas sociales desde el poder, que desorganizan a los pobres, y otra organizar sectores de la población para la lucha contra el poder. Insisto, en el programa humalista están muchas reivindicaciones sociales, demandas nacionales válidas e ideas inaceptables. No voy a entrar en una batalla de citaciones incompletas. En todo caso no apoyaría el programa humalista si en este momento estuviera a punto de ser gobierno. Pero probablemente tendría enorme resistencia contra algunos nuevos programas de la izquierda peruana reciclada. Pero respaldó su derecho a la inscripción y muchas de sus propuestas democráticas.

Hay una enorme frustración en el pueblo peruano que se traduce en el malestar que va de Ilave a Andahuaylas. Y es sorprendente recoger en diversas partes del país expresiones de simpatías hacia estos hechos. Por supuesto que estamos tan al filo de la navaja que las pasiones fácilmente se desbordan como ocurrió con el alcalde linchado o con los humalistas que se fueron a tiros con los policías que hacían el cerco para recuperar la comisaría. Hay un sector de izquierda que cree que lo que corresponde es un deslinde y a otra cosa. No se ha puesto a considerar que tal vez es falta de izquierda lo que está pasando en la base, y que alimenta ese estado anárquico que revienta en tantas partes. El malestar, además, no sólo está presente en las explosiones locales, se aprecia en el 90% de rechazo a Toledo y en casi similar guarismo contra los partidos e instituciones del sistema; el país quiere que se vayan y al mismo tiempo es extremadamente escéptico como para dar su firma para inscribir partidos nuevos, que desde el principio lucen demasiado viejos. Sin duda, un sector de izquierda que carga el pasivo de que algunos de sus miembros fueron parte del gobierno que la población repudia y que sigue poniendo velitas para que Paniagua acepte llevarlos de la mano para su siguiente tentativa de participar de la administración del Estado, no parece fácil de sintonizar con los sentimientos más profundos de la gente. Con razón se puede decir que si Humala tenía una intención de voto cuando era enfocado por la prensa que usaba sus declaraciones para mostrar los peligros que acechaban a la democracia, y luego descendió al casillero otros (falta ver como queda después de Andahuaylas), los pretendientes de la izquierda light se han mantenido consistentemente en el sótano, como expresión de una prédica que está absolutamente distante del Perú real.

Pero el humalismo es mucho más que frustraciones explosivas. Y en eso radica precisamente mi observación sobre lo que alguna izquierda no ha querido ver: (a) la crisis al interior de las Fuerzas Armadas, que viene sucesivamente de atravesar la experiencia reformista de Velasco, la guerra interna y el fenómeno de militarización del Estado y corrupción durante Fujimori, y que tiene que estar desarrollando tendencias a su interior, y sin duda Humala no apunta a su lado derecho; (b) la realidad de los licenciados del ejército después del conflicto interno y la guerra del Cénepa, que ha creado un submundo adicional de excluidos y resentidos con el sistema que los usó para matar y luego los puso a un lado, y que por supuesto es muy diferente al espíritu de los soldados alemanes después de la Primera Guerra Mundial, que se consideraban parte de una gran nación humillada, mientras los ex soldados peruanos son parte de la subnación de los no integrados; (c) los círculos nacionalistas que han defendido las tradiciones patrióticas, los recursos naturales, el mar territorial, y que perdieron representación en los años del globalismo y el discurso exclusivamente democrático de las izquierdas y que han forzado a los Humala a tratar de apoderarse de la herencia de Velasco; (d) los sectores populares que están buscando un caudillo, un out sider de la clase política, una mano dura capaz de hacer cambios y no se cuántas desesperanzas más, que Humala cataliza con sus declaraciones que hacen sonrojar a tantas personas.

Esta conjunción: ¿debería haber sido necesariamente hostil a las formaciones de izquierda? Esa es una pregunta que muchos de los que hoy dicen que muy adelantadamente advirtieron los «rasgos fascistoides», no se hicieron nunca. Resolvieron el asunto en un solo día, con una mera fórmula teórica que ahora están tratando de llenar de contenido, con analogías muchas veces tan traídas de los cabellos como las del propio Antauro. Para un sector de la izquierda, Andahuaylas es una profecía autocumplida. Ahí está el violentismo, dicen. Tan cierto es eso, que no han podido valorar la plataforma y menos intuir la repercusión de los hechos, que ahora se ve en la renuncia del ministro Reátegui, el pedido de censura de Ferrero y la actualización del tema de la vacancia presidencial. Mirar la realidad con un cristal especial que nos permita pasar la crisis y no aprender nada de ella, es un arte que no todos poseemos.

Voy a decirlo como lo entiendo: un sector de la izquierda está apostando a ser el ala progre de gobiernos de derecha y en este desplazamiento quieren hablar como la izquierda del Perú, por lo que se dan el lujo de clasificar, encasillar y descalificar a todos los demás. Esta izquierda como el resto de la clase política quiere que Toledo termine su período, con toda su carga de entreguismo económico, que tiende a acentuarse, de desgobierno y corrupción. Cualquier quiebre en el sistema desorganiza sus proyectos. Provenga de Ilave, Humala o de una huelga general.

El amigo Erick Tejada que debe tener algún título para hablar a nombre de ese sector de la izquierda nos lanza la siguiente conclusión sobre lo acontecido:

«Como sea, estamos conscientes de que Humala nos pone a prueba. Tenemos el reto de llegar de nuevo hasta los sectores populares con un mensaje de democracia, participación y socialismo que cale más hondo que la explotación sorda y estéril del resentimiento, el racismo y las meras ganas de desquitarse fusilando a medio mundo»

Estamos a prueba. Y vaya que vamos a tener que nadar fuerte para llegar hasta los sectores populares, donde evidentemente no estamos, y no sé si va a ser suficiente que hablemos de democracia, participación y socialismo, cuando las masas también quieren oír hablar de gobierno, alternativas políticas, nuevo modelo económico, derechos y reivindicaciones sociales. Pero lo fundamental es que el resentimiento, el rechazo al racismo dominante que se confunde con racismo de los de abajo, las ganas de desquite, existen realmente. La cuestión no es cerrar los ojos ante sentimientos que tienen sus motivaciones reales. Sino saber quién dirige, ordena y educa estos procesos, y los orienta hacia una realidad nueva en la que las personas puedan ejercer el derecho de ser libres y felices.



[i] Respuesta al artículo: «Perú: la soledad de Humala», Notas sobre las ideas de Raúl Wiener; Erick Tejada; Página Rebelión, 11 de enero de 2005, que es a su vez un debate con el artículo «La toma de Andahuaylas: hablamos de fascismo»; Raúl Wiener, 03/01/05, reproducido en Rebelión 06/01/05.