Mientras la canciller alemana Angela Merkel opina que el G-8 se ha quedado obsoleto, los movimientos sociales preparan alternativas reales a la crisis sistémica. En 2001, 300.000 personas se movilizaron en Génova contra la cumbre del grupo integrado por Alemania, Canadá, EE UU, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia. La decisión de Silvio Berlusconi […]
Mientras la canciller alemana Angela Merkel opina que el G-8 se ha quedado obsoleto, los movimientos sociales preparan alternativas reales a la crisis sistémica.
En 2001, 300.000 personas se movilizaron en Génova contra la cumbre del grupo integrado por Alemania, Canadá, EE UU, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia. La decisión de Silvio Berlusconi de desplegar unos dispositivos de seguridad inéditos para reprimir las protestas, ayudó al movimiento antiglobalización a mostrar la ilegitimidad del club de los ocho países más industrializados y militarizados del mundo. Pero el coste fue alto: la policía hirió a cientos de personas y asesinó a Carlo Giuliani. Ocho años más tarde, activistas de unas 70 organizaciones internacionales participan en Cerdeña, en el encuentro G8? No, grazie: Gsott8! (un juego de palabras que significa «grupo de abajo»).
«Hemos generado un debate sobre cómo organizar la transición para salir de la crisis del actual modelo de desarrollo», comenta Elena Gerebizza, una de las organizadoras del foro contra la cumbre que se celebra entre el 8 y el 10 de julio en la Academia Militar de L’Aquila. «El tiempo de las clásicas contra-cumbres se terminó», sentencia Antonio Tricarico, militante de la Campaña por la Reforma del Banco Mundial, una de las promotoras del Gsotto. «Tras Génova nos olvidamos de la organización a largo plazo, ahora estamos en un contexto completamente distinto, la crisis nos está marginalizando todavía más, y tras el auge de movilización, tenemos que concentrarnos en la auto-organización», añade.
De Cerdeña a Abruzzo
El G-8 se iba a reunir en Cerdeña, pero Berlusconi trasladó la sede de la cumbre a L’Aquila, ciudad destruida en abril por varios terremotos que costaron la vida a cerca de 300 personas y dejaron a más de 60.000 sin casa, de las cuales 15.000 siguen viviendo en tiendas de campaña. Esta fue una de las razones que llevó a la población de Abruzzo, la región afectada, a pedir a los movimientos que no acudiesen a L’Aquila para protestar contra el G-8. Algunos grupos consideraron que alejar la manifestación de allí era caer en una trampa que había tendido el Gobierno para quitar fuerza a las protestas, aunque la mayoría aceptó el reto de organizar acciones descentralizadas. En solidaridad con la gente que vive en estos campamentos, rodeados de militares y sin servicios básicos como el agua, redes de ciudadanos, asociaciones, sindicatos y comunidades de Abruzzo han organizado el 7 de julio el Foro para la Reconstrucción Social. «Queremos que se haga visible en las protestas contra el G-8 la situación de L’Aquila y se conozcan las demandas de la población», enfatizó durante la inauguración del Gsotto Alfredo Fegatelli, del sindicato FIOM-CGIL, que, como afectado por el terremoto, vive en el campamento. Fegatelli denuncia que el Gobierno invierte fondos públicos y servicios de protección civil en el confort de los invitados del G-8.
«No están reconstruyendo los espacios sociales, nuestros hijos no tienen colegios», protesta este sindicalista. Berlusconi ha impuesto en la región una economía de choque que pretende desarrollar nuevos complejos urbanísticos especulativos. «Queremos viviendas definitivas, no provisionales», exige Fegatelli. Los partidos de izquierda, divididos y soportando la presión de haber desaparecido de las instituciones, han convocado el 10 de julio una manifestación contra el G-8 en L’Aquila, en contra de la voluntad de los autóctonos. Un hecho que los medios de comunicación han utilizado para desprestigiar las protestas. «Es una expresión de la división que sufre el movimiento social y político italiano ante el nuevo escenario», opina Monica Di Sisto, de la ONG Fair, «tras el pico de 2001 se instauró mucho individualismo», observa Di Sisto, «el movimiento se transformó en distintos ríos y ahora debemos volver a conectarlos». La antiglobalización se transformó en redes de comercio justo, agricultura ecológica y grupos de consumo, de los que hay más de 4.000 en todo el país, cuenta Di Sisto. «Por eso hemos organizado el Gsotto, un espacio libre para confrontar las ideas y trabajar juntos».
Manifestación contra la base
El 4 de julio, diez mil manifestantes protestaron contra la base militar de EE UU en Vicenza, una de las más grandes de Europa. La protesta fue violentamente reprimida por la policía, que lanzó gases lacrimógenos. Esta manifestación, convocada por el movimiento No Dal Molin alzó la voz para evitar la ampliación de la base militar al antiguo aeropuerto Dal Molin, algo que los habitantes de la ciudad han rechazado en referéndum. «Nuestra intención fue atravesar la línea roja y entrar en la base», declaró antes de comenzar la marcha Cinzia Bottene, portavoz de No Dal Molin. Por otra parte, el 7 de julio, se han organizado bloqueos en los aeropuertos de Roma, donde está previsto que aterricen los líderes políticos del G-8, dentro de una intensa movilización en Roma contra esta cumbre.
Tom Kucharz. Ecologistas en Acción
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