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Pronunciado en la quinta mesa redonda "Debate sobre el futuro de los Balcanes" en el VI Encuentro Nacional de periodistas, analistas y expertos en cuestiones de seguridad y defensa, celebrado en CESEDEN - Madrid, 27 de abril de 2006

El futuro de los Balcanes

Fuentes: Semanario Serbio

La expresión «el futuro de los Balcanes», que da título a esta conferencia, se suele asociar al futuro de Kosovo y Metohia, una provincia serbia administrada por la ONU desde 1999. Últimamente se han iniciado conversaciones que deberían definir este futuro y cuyo transcurso se prevé largo y fatigoso. Dadas las aparentemente insalvables distancias entre […]

La expresión «el futuro de los Balcanes», que da título a esta conferencia, se suele asociar al futuro de Kosovo y Metohia, una provincia serbia administrada por la ONU desde 1999. Últimamente se han iniciado conversaciones que deberían definir este futuro y cuyo transcurso se prevé largo y fatigoso. Dadas las aparentemente insalvables distancias entre las posturas serbia y albanesa, como casi siempre en la historia de los Balcanes, la decisión la tomarán los que no viven allí; que ven a los Balcanes como una zona desconocida de los enfrentamientos perpetuos, con extrañas costumbres y una indescifrable historia. Independientemente de los prejuicios históricos y morales que podrían tener, los representantes internacionales involucrados en la solución de este problema deberían tener en cuenta que ninguna decisión que ignora la legalidad internacional no significaría una solución sino el aplazamiento de ella, con las imprevisibles consecuencias.

Recordaré que hoy en día en los Balcanes tenemos varias situaciones anómalas y completamente desconocidas en el mundo democrático. Centenares de miles de refugiados no pueden regresar a sus hogares, muchos años después da haberse cerrado oficialmente los conflictos que causaron su desplazamiento. Aquí me refiero en primer lugar a los serbios de Croacia y de Kosovo y Metohia. Tenemos también dos países, Macedonia y Bosnia, donde las comunidades étnicas que allí conviven, apenas si quieren reconocer que viven dentro de las mismas fronteras. Tenemos un movimiento secesionista como el gobierno montenegrino que, a toda costa y en contra de la voluntad de la mayoría de sus ciudadanos, quiere satisfacer sus propios propósitos obligando a Occidente a reconocer un derecho inexistente, como es el derecho de autodeterminación en los territorios no colonizados. Lo más grave de todo esto es, sin ninguna duda, la realidad del día a día en Kosovo y Metohia donde la mayoría albanesa sistemáticamente hostiga a las comunidades no albanesas, ejerciendo todo tipo de presiones, desde amenazas y robos hasta asesinatos, secuestros y destrucción del patrimonio histórico y religioso. Muchos dirán que todo esto son males menores, teniendo en cuenta que se ha conseguido el principal objetivo, parar una guerra. Sin embargo, para los serbios y resto de no albaneses que en Kosovo viven prácticamente recluidos, sin libertad del movimiento y bajo una amenaza constante, la ausencia de combates no significa la paz. Algunos incluso dicen que todos los motivos que supuestamente tenía la OTAN para desencadenar la guerra, ahora sí que existen, pero que las victimas son los serbios..

No cabe duda que buena parte de los factores internacionales envían las señales que van en dirección de la independencia de la provincia, que, aunque la llamen «condicional» en términos internacionales, sería completa referente a Serbia. El olvido total de la política «estándares antes que estatus» quiere decir que Occidente está dispuesto a determinar el futuro de Kosovo, independientemente de las trágicas circunstancias que están obligados a soportar los miembros de la comunidad no albanesa. Recordaré que los serbios y demás no albaneses que se quedaron en la provincia, viven en los así llamados enclaves, sin garantías elementales de seguridad, sin libertad de movimiento y donde la tasa de paro alcanza a el insoportable 90 por ciento. En Europa no existe ningún otro grupo tan trágicamente desamparado. Tomar una decisión sobre el futuro estatus de la provincia sin solventar estas circunstancias, sería, aparte de políticamente contraproducente, un hecho carente de cualquier dimensión moral.

Hay otros factores que hacen para que la difícil situación actual resulte aun más embarazosa. Por ejemplo, se insiste que «no hay vuelta a la situación anterior al 1999 ni tampoco cabe una división de la provincia»; se insiste continuamente en la «voluntad de la mayoría de la población» refiriéndose a la mayoría de la población de Kosovo e ignorando completamente la mayoría de la población de Serbia; se esta intentando hacer un grave precedente creando la opinión que la solución del problema de Kosovo no puede ser universal sino particular porque, supuestamente, no hay situación comparable en el mundo actual. Sin olvidar, por supuesto, que la Resolución 1244 del CS de la ONU que da la cobertura legal a la estancia de las tropas de la OTAN en la provincia y reconoce claramente la soberanía serbia sobre ella, es papel mojado.

Resulta no menos curioso que con las conversaciones sobre el futuro de Kosovo coinciden varios procesos abiertos desde hace años pero cuya resolución definitiva nunca se ha buscado con tanto énfasis como ahora. La cúpula política de Montenegro pide la independencia desde hace años, pero el referéndum, de más que dudosa legalidad, se celebrará el mes que viene. Bosnia denunció a Serbia por genocidio en el año 1993 pero el juicio se está celebrando 13 años más tarde. Los Acuerdos de Dayton se implantaron en el 1995 pero, precisamente ahora se está ejerciendo la máxima presión sobre la República Serbia de Bosnia para que acepte las modificaciones constitucionales que considerablemente reducirían sus competencias autonómicas dentro de una Bosnia internacionalmente reconocida. Coincidiendo con los Acuerdos de Dayton, (repito, en el 1995) el antiguo comandante del Ejército de la República Srpska, el general Ratko Mladic, fue acusado de cometer gravísimos crímenes durante la guerra civil de Bosnia pero se exige su entrega con mayor énfasis justo ahora, muchos años después, igual que los otros ejemplos mencionados. Si alguna de estas cuestiones hubiera sido resuelta al tiempo, el proceso actual se llevaría con mucho más facilidad.

Hablando de las acusaciones de crímenes de guerra, recordaré que Serbia, haciendo un enorme y no siempre reconocido esfuerzo, ha entregado a todos los acusados que fueron localizados en su territorio, incluyendo al ex-presidente Slobodan Milosevic.

También, como otro elemento que dificulta la búsqueda de una solución, habría que decir que parece que los acusados de otras etnias disfrutan en La Haya de un trato preferente. A algunos se les libera terminando el proceso con una rapidez memorable; a otros se les permiten actividades políticas mientras están en libertad provisional. Sin embargo, el caso más preocupante es el de Agim Ceku, acusado por un Tribunal de Belgrado de crímenes contra los serbios tanto en Croacia como en Kosovo, que sin embargo disfruta del apoyo incondicional de los representantes internacionales que incluso obligaron a la Interpol a retirar la orden de busca y captura, aunque esto puede hacerlo únicamente el Tribunal que lo emitió.

En estas circunstancias, una hipotética independencia de Kosovo y Metohia, sea «condicional» o incondicional, significaría la eterna y extrema persecución de los serbios y otros no albaneses que, sin lugar a dudas, acabarían por abandonar sus hogares. Se crearía así, en contra de la voluntad del mundo democrático, otro territorio de la antigua Yugoslavia con una estructura étnica muy homogénea, mientras Serbia, tantas veces acusada de extremo nacionalismo, continua siendo la república cuyo territorio habitan miembros de una treintena de nacionalidades diferentes, cada una de ellas manteniendo sus particularidades políticas, lingüísticas, culturales y religiosas. No hay otro ejemplo parecido en los Balcanes.

Evidentemente, se puede prever, sin miedo a equivocarse, que los meses venideros impondrán, soluciones casi definitivas para muchas dificultades que hoy en día frenan el camino de reformas emprendido por Serbia. El que estas soluciones sean satisfactorias dependerá de dos factores: uno es el propio Gobierno de Serbia, de cuyas buenas intenciones no dudo, pero que, soportando presiones del exterior y acosado por la dura oposición del bloque nacionalista, tiene un espacio de maniobra muy reducido. El segundo factor es la «comunidad internacional» o, mejor dicho, aquellos países que se adjudicaron el derecho y también la responsabilidad de influir directamente en los acontecimientos en Serbia. Los ciudadanos de Serbia, con mucho entusiasmo y plenamente concientes de la fuerza de la democracia, esperan que el mundo libre con su autoridad, experiencia y conocimientos, haga un esfuerzo más en dirección correcta, que traería una solución justa y duradera a nuestro país.