Los ocho países más industrializados del mundo se mostraron ayer satisfechos por haber podido firmar un acuerdo en torno al calentamiento global, pese a que el objetivo que asumieron para reducir las emisiones de CO2 a la mitad se fijó la fecha de 2050 y no incluyó ninguna meta concreta a medio plazo, como demandaron […]
Los ocho países más industrializados del mundo se mostraron ayer satisfechos por haber podido firmar un acuerdo en torno al calentamiento global, pese a que el objetivo que asumieron para reducir las emisiones de CO2 a la mitad se fijó la fecha de 2050 y no incluyó ninguna meta concreta a medio plazo, como demandaron los países emergentes. Igual de vago fue su planteamiento en torno a la crisis alimentaria mundial, pese a los apremios de la ONU.
EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Estado francés, Italia, Canadá, Japón y Rusia anunciaron ayer en su cumbre de Hokkaido (Japón) un acuerdo contra el cambio climático que insta a a reducir a la mitad las emisiones de CO2 para 2050. Los líderes del G8 pidieron a los países emergentes, como China o India, que «consideren seriamente» ese objetivo, pero eludieron asumir metas concretas a medio plazo ni fecha de referencia para medir las emisiones.
El acuerdo fue calificado de «éxito» por Japón, la UE y EEUU, más por haber conseguido estampar sus firmas que por su contenido. En cambio, los países emergentes del G5 (Brasil, México, India, China y Sudáfrica) observaron la necesidad de una «responsabilidad compartida equitativa» contra el calentamiento global y que el G8 debe fijarse objetivos más cercanos, como recortar sus emisiones en 2020 entre un 25% y un 40% respecto a sus niveles de 1990.
Crisis alimentaria
La cumbre también debatió la ralentización económica. Los países ricos expresaron su «preocupación» por los elevados precios del crudo, que suponen «un serio reto para un crecimiento estable» pero destacaron su optimismo sobre la situación económica.
Sobre el alto precio de los alimentos que atenaza a millones de personas, el G8 tan sólo se mostró «dispuesto a explorar posibles opciones» para garantizar la seguridad alimentaria.
Los líderes del G5 señalaron que la crisis alimentaria «no es un problema causado por los países en desarrollo», por lo que exigieron a la comunidad internacional una solución rápida del problema, que achacaron en parte a los subsidios agrícolas que conceden los países ricos, que «distorsionan el comercio y han obstaculizado el desarrollo de la capacidad de producción de alimentos en los países en desarrollo, reduciendo críticamente sus posibilidades de reacción frente a la crisis».
Las tres agencias de la ONU relacionadas con la alimentación, la FAO, el PMA y el FIDA, exigieron al G8 «un impulso decisivo en la lucha contra el hambre y que se comprometan con «una nueva revolución verde que desarrolle la agricultura de los países pobres mediante «un fuerte aumento de la financiación pública». Recordaron que una de las principales causas de la actual crisis es el fuerte descenso de las inversiones agrícolas durante las tres décadas pasadas. Respecto a su compromiso con el desarrollo de África, el G8 se limitó a renovar objetivos ya acordados y que todavía no ha cumplido.
Las ONG medioambientales criticaron que el presidente de EEUU, George W. Bush, había bloqueado todo avance sobre calentamiento global con la ayuda de Canadá. Greenpeace afirmó que el G8 tiene una actitud de «escasa responsabilidad» frente al reto del cambio climático, y que los acuerdos alcanzados al respecto evidencian que esos países dan «la espalda al mundo una vez más». Estimó que los pactos de la cumbre son sólo «palabras huecas y no acuerdos reales para luchar contra el cambio climático. Mientras el Ártico desaparece, estos ocho países posponen cualquier actuación», y recordó que incluso el objetivo de 2050 ya se había consensuado en la cumbre de 2007. WWF Internacional indicó que para implicar a EEUU habrá que esperar al sucesor de Bush. Oxfam Internacional señaló que «con el ritmo actual el mundo estará cocido en 2050 y el G8 habrá sido olvidado hace tiempo».
Cientos de personas se volvieron a manifestar ayer en contra del G8 en Sapporo y en varias marchas iniciadas desde los tres campamentos que albergan a los activistas, que recorrieron unos 17 kilómetros con mensajes en los que clamaban que es «antidemocrático» que tan sólo los líderes de los ocho países más ricos del mundo decidan sobre lo que afecta a todos. Una de las manifestaciones fue disuelta y todas transcurrieron rodeadas por un apabullante contingente de policía, parte de los 20.000 agentes desplegados, que han extendido el miedo entre los activistas. «Un interrogatorio constante con intimidaciones durante 23 días es algo difícil de superar», indico Lisa Suzuta, una de las participantes.