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No lo sintonices, no es importante

El gran diluvio paquistaní nunca tuvo lugar

Fuentes: TomDispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Introducción del editor de TomDispatch

¿Será extraño o más bien sintomático? Estas últimas semanas el comandante de la Guerra Afgana, general David Petraeus ha sido objeto de una «guerra mediática». Ha otorgado entrevistas como si fueran regalitos en una fiesta. Sin embargo, que yo sepa, ni un solo entrevistador le preguntó algo como: «General Petraeus, el veinte por ciento de Pakistán, que supuestamente alberga a Osama bin Laden y a diversos grupos combatientes involucrados en la Guerra Afgana, se encuentra bajo agua. Carreteras, puentes, vías ferroviarias, y por lo tanto líneas de aprovisionamiento de EE.UU., han sido arrasadas. ¿Cómo espera que el cataclismo afecte a la Guerra Afgana a corto y a largo plazo?

En estas últimas semanas, la Guerra Afgana ha vuelto a ser noticia de primera plana. Sin embargo, un solo periodista -la heroica Carlotta Gatt del New York Times– ha pensado en concentrarse en el tema de cómo las inundaciones de estilo bíblico en Pakistán pueden afectar el esfuerzo bélico de EE.UU. y las líneas de aprovisionamiento que no dan más de sí y juegan un papel importante en el apoyo a las tropas de EE.UU. Mientras se leyó sobre el aumento de la violencia en Afganistán, el estado peligroso del Banco de Kabul, y muchos otros temas, la información sobre las inundaciones y la guerra ha sido nula, e incluso artículos especulativos sobre el tema han brillado por su ausencia.

No sabemos casi nada sobre cómo llegan ahora los suministros estadounidenses a Afganistán, o cuánto ha aumentado el coste de llevarlos allí, o cómo esto podría afectar las operaciones de EE.UU. en ese país. Considerando la escala de la catástrofe y el grado en el que EE.UU. está empotrado en la región, lo menos que se podría esperar sería que los medios estadounidenses estuvieran inundados de comentarios sobre lo que el evento podría significar para nosotros. Tom.

El gran diluvio paquistaní nunca tuvo lugar

No lo sintonices, no es importante

Juan Cole

El Gran Diluvio en Pakistán pasó casi desapercibido en EE.UU. a pesar de las repetidas afirmaciones del presidente Obama de que ese país es central para la seguridad estadounidense.

Ahora, con nuevas evacuaciones e inundaciones que afectan a la provincia Sindh y la crisis a largo plazo que no ha hecho más que empezar en Pakistán, ha desaparecido casi por completo de la televisión de EE.UU. y de la conciencia popular.

No es la primera vez que sucede algo semejante. A finales de los años noventa, los medios de masa estadounidenses se preocupaban pocas veces de informar sobre la creciente amenaza de al-Qaida. En 2002 repitieron como loros propaganda de la Casa Blanca sobre Iraq, ayudando a allanar el camino para una guerra sin sentido. Nadie sabe todavía qué clase de inestabilidad a largo plazo crearán las inundaciones paquistaníes, pero hay que contar con una cosa: las implicaciones para EE.UU. serán significativas y para cuando alguien preste alguna atención aquí, ya será demasiado tarde.

Pocos estadounidenses vieron -en los conglomerados mediáticos de su elección- las escenas conmovedores de ocho millones de paquistaníes desplazados en ciudades de carpas, la sumersión de una serie de ciudades de tamaño mediano (cada una casi del tamaño de Nueva Orleans), vastas áreas de cultivos arruinados, infraestructuras arrastradas por las aguas, dañadas o devastadas en un nivel casi inimaginable, futuros destruidos, y la continuación de atentados oportunistas de los talibanes. No se aprecia la magnitud del disgusto ardiente del público paquistaní ante la incompetencia, despreocupación, y codicia de su corrupta clase gobernante.

Pocas veces se mencionó la probable relación de esas inundaciones (de un tipo que no se conocían en Pakistán) con el calentamiento global. A diferencia de, digamos, BBC Radio, la televisión corporativa no presentó las pequeñas historias -por ejemplo de la aparcera que en general no posee derechos sobre la tierra ahora inundada en la cual tenía cultivos, ahora arruinados, gracias a un préstamo de un terrateniente, y que ahora está sin un centavo, profundamente endeudada, y tal vez excluida permanentemente de la tierra. Que ésa, una de las historias más importantes del último decenio se haya excluido en su mayor parte por las noticias en la televisión y deliberadamente ignorada por el público estadounidense es una demostración más de que hay algo profundamente malo en las noticias corporativas motivadas por los beneficios. (La prensa escrita cubrió mejor la crisis, así como la radio con apoyo público, incluida la BBC y National Public Radio.)

En su discurso de la semana pasada sobre la retirada de determinadas unidades de combate de Iraq Barack Obama colocó a Pakistán al frente y al centro en la doctrina de seguridad de EE.UU.: «Pero nunca debemos perder de vista lo que está en juego. Mientras hablamos, al-Qaida sigue complotando contra nosotros, y su dirigencia sigue firmemente arraigada en las regiones fronterizas de Afganistán y Pakistán». Incluso si Pakistán no fuera un importante aliado no-OTAN de EE.UU., es el sexto más poblado del mundo y su economía la número 44 por su tamaño, según el Banco Mundial. La inundación vivida en el Valle de Indus no tiene precedentes en la historia moderna del país y fue causada por una combinación de agua oceánica cada vez más caliente y un misterioso bloqueo de la corriente en chorro [Jet Stream], que atrajo aire caliente, cargado de agua, hacia el norte a Pakistán, donde estalló en furiosas cortinas de agua. Si las inundaciones que siguieron resultan ser un presagio de las cosas que nos esperan, constituyen un hito en nuestra experiencia con el calentamiento global, una gran historia de por sí.

Los adictos a las noticias que miran muchas transmisiones de televisión no pudieron dejar de notar con desconcierto que mientras la catástrofe cósmica se desarrollaba en Pakistán, ésta permanecía casi invisible en las redes estadounidenses. Hice una búsqueda LexisNexis de los términos «Pakistán» e «inundación» en transcripciones de emisiones (cubriendo casi todas las redes de EE.UU.) del 31 de julio al 4 de septiembre y produjo sólo unos 1.100 resultados. Una búsqueda del nombre de la atribulada actriz Lohan produjo 653 resultados en el mismo período y otra por «Iraq» más de 3.000 (el máximo que registra el motor de búsqueda). Una búsqueda de «mezquita» y «Nueva York» produjo 1.300 resultados. Dicho de otra manera, los medios estadounidenses, incitados a un frenesí artificial por fanáticos antimusulmanes como el candidato a gobernador de Nueva York Rick Lazio y el atizador de odio republicano Newt Gingrich, estaban mucho más interesados en la posible construcción de un centro comunitario interconfesional de propiedad musulmana a dos largas cuadras del antiguo sitio del World Trade Center que en ver a millones de desventuradas víctimas paquistaníes de las inundaciones.

Desde luego, algunos corresponsales de la televisión hicieron buen trabajo en el intento de cubrir la calamidad, incluidos Reza Sayah y Sanjay Gupta de CNN, pero generalmente se les concedió poco tiempo en el aire y malos horarios. (El informe especial de Gupta sobre las inundaciones en Pakistán se transmitió en la noche del 5 de septiembre, el domingo antes del Día del Trabajo, no exactamente la hora a la cual se podía esperar que la mayoría de los televidentes quieran ver noticias serias). En cuanto al aspecto del calentamiento global, no se igniró totalmente. El 13 de agosto, el periodista Dan Harris entrevistó al científico de la NASA Gavin Schmidt en el show «Good Morning America» de ABC a las 7.45 de la mañana. El tema fue si el calentamiento global podría ser la causa probable de las inundaciones en Pakistán y de otros eventos climáticos extremos del verano, y Schmidt señaló que semejantes cataclismos causados por el clima serán más comunes a medida que avanza el Siglo XXI. Becky Anderson de CNN presentó un segmento similar a las 4 de la tarde del 16 de agosto. Mi propia búsqueda de transcripciones de noticias sugiere que eso fue prácticamente todo en la televisión comercial.

El «peor desastre» que no fue cubierto por la televisión

Vale la pena considerar los eventos que la mayoría de los estadounidenses apenas saben que tuvieron lugar:

El diluvio comenzó el 31 de julio, cuando lluvias monzónicas más fuertes que de costumbre causaron deslizamientos de tierra en el noroeste de Pakistán. A los dos días, el rápido crecimiento de las aguas ya había matado a 800 personas. El 2 de agosto, las Naciones Unidas anunciaron que cerca de un millón de personas habían sido expulsadas de sus casas. Entre las áreas afectadas estaba el Valle Swat, que ya sufría de grandes cantidades de refugiados e importantes daños causados por una ofensiva del ejército contra los talibanes paquistaníes en la primavera y el verano de 2009. Sólo en el distrito de Dera Ismail Khan, cientos de aldeas resultaron destruidas por las inundaciones, obligando a los aldeanos sin casa a dormir en carreteras elevadas cercanas.

Los repentinamente desamparados esperaron en vano que el gobierno comenzara a entregar ayuda, y surgió la crítica pública al presidente Asaf Ali Zardari y al primer ministro Yousuf Raza Gilani. El opulento viaje del presidente Zardari a Francia y Gran Bretaña (durante el cual visitó su castillo en Normandía) en ese momento de crisis nacional fue criticado en público. El 8 de agosto en Birmingham, Inglaterra, un furioso paquistaní-británico le lanzó sus dos zapatos, repitiendo un famoso incidente humillante en el cual un periodista iraquí lanzó un zapato al presidente George W. Bush. Temiendo una reacción en Pakistán el Partido Popular de Pakistán del presidente intentó censurar el vídeo del incidente, y las oficinas encargadas de los medios en ese país fueron clausuradas o a veces atacadas violentamente si insistían en cubrirlo. Pocas o ninguna emisión estadounidense parecen haber mencionado el incidente, aunque apuntaba al creciente descontento de los paquistaníes con su gobierno elegido. (El ejército ha obtenido mejores notas por su eficiente trabajo de ayuda, aumentando los temores de que algunos oficiales ambiciosos puedan tratar de aprovechar su recuperada popularidad para dar uno más en la historia de golpes militares del país.)

Al llegar el 5 de agosto, las inundaciones se habían cobrado unas 1.600 vidas, aunque algunos funcionarios de la ayuda se quejaron (y lo siguieron haciendo) de que la cantidad de muertos fue muy superior a las informaciones. A diferencia del terremoto haitiano o el derrame de petróleo de BP en el Golfo de México, este desastre que sigue aumentando y que es mucho más amplio fue inicialmente recibido con un bostezo por la comunidad mundial. El día siguiente, el gobierno evacuó otro medio millón de personas cuando las aguas se dirigieron hacia el sur de Punjab. En ese momento, unos 12 millones de paquistaníes habían sido negativamente afectados de alguna manera. El 7 de agosto, cuando las aguas avanzaron sobre la provincia más meridional, Sindh, pasando por algunas de las tierras de cultivo más ricas del país justo antes de la cosecha, otro millón de personas fueron evacuadas. El primer ministro Gilani finalmente hizo su primera visita a algunas de las regiones afectadas por las inundaciones.

Hasta el 9 de agosto, cerca de 14 millones de personas habían sido afectadas por el diluvio, y por lo menos un 20% del país estaba bajo agua. En ese punto, en términos de su impacto humano, la catástrofe ya había sobrepasado tanto el tsunami de 2004 como el terremoto de Haití en 2010. El 10 de agosto, las Naciones Unidas anunciaron que seis millones de paquistaníes necesitaban ayuda humanitaria inmediata sólo para sobrevivir.

El 14 de agosto, otro medio millón de personas fueron evacuadas de la ciudad sindhi de Jacobabad. Ya comenzaban a circular teorías conspirativas en Pakistán sobre terratenientes que habían destruido deliberadamente diques para alejar las aguas de sus propiedades hacia aldeas campesinas, o sobre la posibilidad de que los militares de EE.UU. hayan desviado las aguas de su base en Jacobabad. Se anunció que 18 millones de paquistaníes habían sido afectados ahora adversamente por las inundaciones, por haber sido desplazados, aislados de toda ayuda por las aguas, o perdido sus cosechas y otras propiedades. El día siguiente, el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, al inspeccionar los daños, declaró que era «el peor desastre» que ha presenciado.

A la semana siguiente un segundo desbordamiento de agua afectó la provincia Sindh. El 30 de agosto sumergió la ciudad de Sujawal (población 250.000). Un día después, sin embargo, hubo sólo 16 menciones de Pakistán en todas las emisiones de noticias de la televisión estadounidense, en su mayoría en CNN. El fin de semana del Día del Trabajo, comenzó a fallar otro importante dique en Sindh y, hasta el 6 de septiembre, varios cientos de miles de personas más tuvieron que huir del distrito Dadu, y todos los distritos, menos cuatro, en esa rica provincia agrícola habían sufrido por lo menos una cierta inundación.

Actualmente, casi seis millones de paquistaníes siguen sin vivienda, y muchos ni siquiera han recibido carpas para refugiarse. En amplios sectores del país, carreteras, puentes, cultivos, centrales eléctricas -todo lo que importa para la economía- están inundados y dañados o simplemente arrastrados por las aguas. Incluso aunque hubiera dinero para las reparaciones (sigue siendo incierto), tomará años reconstruir lo que se perdió y, para muchos entre esos millones de personas, el futuro no significará nada fuera de más miseria, enfermedad y muerte.

Por qué las noticias no aparecieron en las noticias

En EE.UU., el contraste con la cobertura total en las noticias por cable sobre el terremoto haitiano en enero y el flujo resultante de donaciones públicas fue palpable. No sólo no se ha cumplido con el pedido de 460 millones de dólares de ayuda de las Naciones Unidas para cubrir los primeros tres meses de reacción ante las inundaciones, sino parece que en la semana pasada las donaciones se han agotado. El gobierno de EE.UU. prometió 200 millones de dólares (desviados en parte de un programa ya existente de ayuda para Pakistán) y suministró helicópteros artillados para rescatar a refugiados aislados o llevarles ayuda.

¿Y la sociedad civil estadounidense? No se organizaron conciertos de rock para ayudar a los niños paquistaníes que duermen en las carreteras o en campos abiertos infestados de alimañas. Ningún evento deportivo ofreció los ingresos para ayudar a víctimas que corren peligro de contraer cólera y otras enfermedades. Fue como si el gran diluvio paquistaní estuviera sucediendo en otra dimensión, más allá del campo visual de los estadounidenses.

Se ha sugerido una serie de explicaciones para la falta de empatía, o siquiera interés, para no hablar de una visible renuencia estadounidense a ayudar a millones de paquistaníes. Para comenzar, hubo temores perfectamente razonables, incluso entre paquistaníes-estadounidenses, de que ese dinero de la ayuda simplemente fuera embolsado por funcionarios corruptos del gobierno. ¿Pero era realmente el gobierno haitiano tanto más transparente y menos corrupto que el paquistaní?

También se ha sugerido que nuestros conciudadanos sufren de cansancio de los donantes, en vista de la cadena de desastres mundiales en los últimos años y la mala situación económica interior. El 16 de agosto, por ejemplo, Glenn Beck despotricó: «No podemos seguir gastando. ¡Estamos en bancarrota! El juego se acabó… nadie va a llegar corriendo a ayudaros… ¿Veis la situación en Pakistán? La gente estaba haciendo fila para recibir ayuda de las inundaciones. Y se quejaban: ¿cómo es posible que no esté aquí la ayuda? Mirad, cuando EE.UU. desaparezca, ¿quién va a salvar a la gente en Pakistán? Comprended, hay que cambiar esto, porque siempre somos nosotros los que llegamos corriendo a salvar a la gente.»

Y a pesar de todo, la inundación de un quinto de un país del tamaño de Pakistán es -o por lo menos debería ser- un dramático evento global e incluso pequeñas sumas, acumuladas, serían importantes. (Un dólar y medio de cada estadounidense habría bastado para cumplir con el llamado de la ONU.) Algunos han sugerido que la islamofobia visible en el debate sobre el centro comunitario de propiedad musulmana en Park 51 en Manhattan hizo que la gente estuviera menos dispuesta a donar para las víctimas musulmanas del desastre.

¿Y dónde quedan esos argumentos de seguridad nacional de que Pakistán con armas nucleares es crucial no sólo para la guerra de EE.UU. en Afganistán, sino para el modo de vida estadounidense? Irónicamente, el colapso de la narrativa neoconservadora sobre lo que se necesita para garantizar la seguridad de la «única superpotencia» del planeta parece caído sobre la cabeza del presidente Obama. Uno de los pocos temas que adoptó con entusiasmo del gobierno Bush ha sido la idea de que un pobre país asiático de 170 millones de habitantes a mitad de camino hacia el otro lado del mundo, que enfrenta un desafío de unos pocos miles de fundamentalistas rurales, es la clave para la seguridad de EE.UU.

Si las inundaciones paquistaníes revelan una cosa es que los estadounidenses consideran ahora explicaciones semejantes a través de ojos cada vez más influenciados por prejuicios. Actualmente, no importa si es la Guerra Afgana o esos millones de desesperados campesinos y habitantes de las ciudades en Pakistán, la mayoría del público ha decidido ignorar el teatro de operaciones AfPak. No es tan sorprendente. Habiendo visto como el colapso de nuestro sistema financiero a manos de financieros corruptos produce desempleo masivo y ejecuciones hipotecarias masivas, ha decidido evidentemente, como incluso lo admite Glenn Beck, que «ha pasado la hora» de las aventuras imperiales en el extranjero.

Otra explicación también podría tener una cierta relevancia en este caso, aunque normalmente no se habla mucho del tema. ¿Fue una decisión de los medios corporativos no cubrir intensivamente el desastre en Pakistán un factor importante en la apatía del público, especialmente ya que tantos de nuestros ciudadanos obtienen sus noticias de la televisión?

La falta de cobertura tiene que explicarse, ya que los medios corporativos adoran usualmente los desastres apolíticos, provocados por el clima. Pero cubrir una inundación en un lejano país asiático es, para la televisión, costoso y difícil desde el punto de vista logístico, lo que en estos tiempos económicos difíciles puede haber influido en las decisiones de programación. Obviamente, también existe una tendencia en las noticias capitalistas a cubrir lo que atrae dólares de publicidad. Si a esto se suma el hecho de que, a diferencia de la historia de la «retirada» de Iraq o de la controversia por la «mezquita en la zona cero», el desastre en Pakistán no fue un match de fútbol entre el Partido Republicano y el Partido Demócrata. ¿Y si, de hecho, el que los estadounidenses se hayan perdido esta calamidad resulta sobre todo de que malas noticias de un país surasiático poco conocido, repleto de campesinos musulmanes, no son exactamente «Mujeres desesperadas» y no venderían tampones, desodorante, o Cialis, o no tienen que ver con políticas partidarias en el interior del país?

El gran diluvio paquistaní no existió, parece, porque no estuvo en la televisión, porque no habría producido audiencias para productos, y no trataba enteramente de nosotros. Como lo vimos el 11 de septiembre de 2001, y de nuevo en marzo de 2003, sin embargo, el que nuestros medios electrónicos no informen al público sobre eventos globales de importancia central es en sí una amenaza para la seguridad de la república.

Juan Cole es profesor titular de la cátedra de historia Richard P. Mitchell de la Universidad de Michigan y director de su Centro de Estudios para el Sur de Asia. Su último libro: Engaging the Muslim World , acaba de aparecer en una edición revisada en rústica de Palgrave Macmillan.

Su blog es Informed Comment.

 

Copyright 2010 Juan Cole

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Fuente: http://www.tomdispatch.com/blog/175292/

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