México ha disfrutado tradicionalmente un gran prestigio en Latinoamérica. Todas las cancillerías de nuestro continente miraban a su hermana mayor como un ejemplo de dignidad y decoro en el manejo de sus relaciones exteriores. Su adhesión a los principios del respeto a la autodeterminación y soberanía de los pueblos le proporcionaban un inmenso crédito. México […]
México ha disfrutado tradicionalmente un gran prestigio en Latinoamérica. Todas las cancillerías de nuestro continente miraban a su hermana mayor como un ejemplo de dignidad y decoro en el manejo de sus relaciones exteriores. Su adhesión a los principios del respeto a la autodeterminación y soberanía de los pueblos le proporcionaban un inmenso crédito. México tenía además la aureola de haber emprendido la primera revolución social del siglo veinte y de haber realizado una emancipación agrarista y adoptado una constitución, en 1917, que era un ejemplo de progreso. México defendió valerosamente su independencia. Fue víctima de las depredaciones de Estados Unidos pero los Niños Héroes supieron morir defendiendo el territorio nacional. Los mexicanos han dado lecciones al mundo de coraje, audacia y bizarría en sus luchas patrias.
Cuando Estados Unidos ordenó a los países latinoamericanos que rompieran relaciones con Cuba para castigar su autonomía de los mandatos del imperio, México fue el único país que tuvo el temple de negarse a acatar la imposición y mantuvo sus nexos con la isla. Todo ese caudal de estimación, de respeto y enaltecimiento ha sido dilapidado por el gobierno de Vicente Fox en menos de cinco años.
Es evidente que los modales toscos del ranchero bronco no se avienen con las sutilezas de la diplomacia. Tampoco ayuda la mentalidad satélite de un ex gerente de la Cocacola acostumbrado a consultar y obedecer a los amos del norte. Afortunadamente México no es Fox. Una cosa es el desgobierno que padece el país y otra el conjunto de las tradiciones, historia y cultura que constituyen esta gran nación.
El comportamiento de Fox en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata no es digno siquiera de un cacique primitivo de la más ínfima región del más remoto subdesarrollo. Negarse a aplaudir el discurso del Presidente del país anfitrión es muestra de una incivilidad grosera. Hacerle el juego al imperio de una manera desembozada e impúdica es una demostración de torpeza diplomática. Otros hacen lo mismo y no se les ve la maquinación sucia, saben ocultar sus cartas.
El Presidente Chávez representa en este momento un punto de giro en nuestro continente de un grupo de países sojuzgados que han decidido liberarse. Existe una nueva corriente que busca soluciones a los problemas del hambre, el desempleo, la insalubridad, el analfabetismo. Hay otros que solamente ven el libre mercado y las prerrogativas empresariales como las únicas señales de adelanto. En ese grupo se encuentra Fox. En Mar del Plata enseñó su naturaleza de mercader afiliado al juego de la oferta y la demanda. Fox logró enemistarse con dos de los países más poderosos del continente Argentina y Venezuela en pocas horas de soberbia, cólera irreflexiva y sometimiento borreguil.
Pero ya antes había comenzado por Cuba su devastación de la política exterior mexicana. Jorge Castañeda caracterizó su gestión por una animadversión fanática contra la revolución cubana obviamente con la anuencia de Fox. Ordenó que se votase contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos, en Ginebra, favoreciendo una resolución anticubana en connivencia con Estados Unidos.
Castañeda inauguró en Miami, sede de los más recalcitrantes y vengativos contrarrevolucionarios isleños, un instituto cultural mexicano sin que nadie haya podido explicar por qué allí, donde la colonia mexicana no es numerosa y no en Los Ángeles o en Chicago donde la presencia mexicana sí es muy sólida. En el ambiguo discurso que pronunció en esa ocasión deslizó párrafos que dieron lugar al penoso incidente diplomático provocado por la embestida de un autobús, tripulado por dos decenas de marginales, contra la sede diplomática mexicana
El episodio ocurrido en Monterrey, cuando Fox le pidió a Fidel: «comes y te vas», para obedecer la orden dada por Bush, fue otro acto inspirado por el aborrecimiento obsesivo de Fox y Castañeda que luego, para empeorar las cosas, fue negado ante el pueblo de México.
Castañeda desconoció el supremo arbitrio que ejerce el Senado de la República en las relaciones exteriores designando una embajadora, Mariclaire Acosta, sin la aprobación del órgano legislativo. La enviada comenzó las tareas de su cargo espurio interviniendo de manera activa y provocadora, en franca actitud de hostigamiento a Cuba.
Los mexicanos no pueden perdonarle a Fox que esté situando a este país en una posición claudicante ante el gobierno ultraderechista de Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice y el imbécil de Bush. Hay que recordarle lo que dice el corrido de Pancho Villa: «Los americanos tienen aviones a montones, pero acá tenemos lo mero principal».