El pequeño reino himalayo de Bután, conocido por su búsqueda de la «felicidad nacional bruta», desearía convertirse en el primer país del mundo que vive de una agricultura «100% biológica», para lo cual suprimirá progresivamente los productos químicos agrícolas de aquí a diez años. Atrapado entre China e India, este país de mayoría budista permaneció […]
El pequeño reino himalayo de Bután, conocido por su búsqueda de la «felicidad nacional bruta», desearía convertirse en el primer país del mundo que vive de una agricultura «100% biológica», para lo cual suprimirá progresivamente los productos químicos agrícolas de aquí a diez años.
Atrapado entre China e India, este país de mayoría budista permaneció durante mucho tiempo cerrado al mundo exterior y protagonizó un acercamiento original al desarrollo económico, centrándose en la protección del medio ambiente y del bienestar.
Su modelo de desarrollo que mide la felicidad como Producto Interior Bruto (PIB) fue evocado en las Naciones Unidas y recibió el apoyo público de dirigentes europeos, especialmente en Francia y en Gran Bretaña.
Su determinación de seguir una vía diferente se refleja en el objetivo de suprimir progresivamente los productos químicos agrícolas de aquí a 10 años, para que sus alimentos de base (papas, trigo, frutas) sean «100% bio».
«Bután decidió comprometerse con una economía verde vista la extraordinaria presión que ejercemos en el planeta», explicó el ministro de Agricultura, Pema Gyamtsho, durante una entrevista telefónica con la AFP concedida desde Timbú, la capital.
Bután cuenta con una población de 700.000 habitantes, de la que dos tercios dependen de la agricultura en los pueblos dispersos de las llanuras fértiles del sur, de las remotas montañas o los valles del norte del país.
«Si practicamos la agricultura intensiva, esto implica la utilización de numerosas sustancias químicas, lo que no se corresponde con nuestra creencia budista que nos pide vivir en armonía con la naturaleza», dijo.
Densamente poblado de árboles, el país solo posee un 3% de tierras cultivadas.
La mayoría de los campesinos utilizan ya hojas podridas o abono compuesto como fertilizante natural.
«Solo los agricultores que viven en lugares accesibles por carretera tienen la posibilidad de recurrir a productos químicos», detalló el ministro, que precisó que su utilización permanece en «niveles muy bajos» respecto a los criterios internacionales.
Productos bio, especialidad de países muy pequeños
«Hemos desarrollado una estrategia progresiva. No podemos volvernos bio de la noche a la mañana», reconoció Gyamtsho, quien aclaró que esta política fue adoptada por el gobierno el año pasado.
El único competidor de Bután para convertirse en el primer país «100% bio» es la pequeña isla autogestionada de Niue, situada en el Pacífico Sur y con 1.300 habitantes, que querría conseguir su objetivo en 2015-2020.
El mercado de la alimentación bío y sus precios más elevados atraen a los pequeños países, según Nadia Scialabba, especialista en agricultura biológica para la FAO, la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Este mercado es posible «para países muy pequeños que no son competitivos en cantidad, pero que querrían serlo en calidad», resumió a la AFP.
El mercado mundial de bio se estimó en 44.500 millones de euros en 2010, según cifras del Instituto de Investigación sobre Agricultura Biológica y la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Biológica (IFOAM).
Esta política del «todo bio» proporcionará «al país la reputación de una alimentación de gran calidad biológica lo que, a largo plazo, le dará ventaja en el mercado y la posibilidad de cobrar precios altos», anticipó Peter Melchett, de la Soil Association, un organismo británico que apuesta por la cultura biológica.