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En el día internacional de la infancia la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle

Fuentes: Rebelión

Cuba, según UNICEF, es un ejemplo único en el mundo en cuanto a la garantía y desarrollo real de todos los niños sin excepción alguna. La respuesta es que en Cuba los niños han sido para la Revolución cubana el Ayer y el Hoy, como lo serán el Mañana. El 20 de noviembre es una […]

Cuba, según UNICEF, es un ejemplo único en el mundo en cuanto a la garantía y desarrollo real de todos los niños sin excepción alguna. La respuesta es que en Cuba los niños han sido para la Revolución cubana el Ayer y el Hoy, como lo serán el Mañana.

El 20 de noviembre es una fecha que marca un hito trascendente en el reconocimiento de los derechos de quienes son parte esencial de la ternura de la humanidad: los niños..

Ahora bien, cuando se habla de derechos de los niños y niñas, o sea, la población comprendida desde 0 hasta los 18 años (menores de 18 años), nos referimos a todos aquellos reconocidos por la Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por unanimidad el 20 de noviembre de 1989 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Este instrumento internacional es un tratado original que amplía las fronteras legales del mundo para incluir y legitimar las necesidades de los niños y ofrece las bases legales y morales para su bienestar. Esta Convención es el tratado sobre derechos humanos más amplia y más rápidamente aceptada en toda la historia de la ONU, y ha sido ratificada por casi todos los países, excepto por Somalia y los Estados Unidos.

Fueron precedentes de este tratado internacional, la declaración de Ginebra de 1924 sobre los Derechos del Niño y reconocida en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en los convenios constitutivos de los organismos especializados y de las organizaciones que se interesan en el bienestar del niño. Estos instrumentos fueron reforzados por la Declaración de los Derechos del Niño, proclamada en el curso de la Sesión Plenaria del 20 de noviembre de 1959, de la XIV Sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, cuya votación obtuvo 78 votos sin oposición.

Esta Declaración de los Derechos del Niño de 1959 se fundamentó, en sus considerandos, en la Carta de la ONU y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como que el niño, por su falta de madurez física o mental, necesita protección y cuidados especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento, toda vez que la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle.

La Asamblea General al proclamar la referida Declaración, expresa que se dicta a fin de que el niño pueda tener una infancia feliz y gozar, en su propio bien y en bien de la sociedad, de los derechos y libertades que en ella se enuncia e insta a los padres, a los hombres y mujeres individualmente y a las organizaciones particulares, autoridades locales y gobiernos nacionales a que reconozcan esos derechos y luchen por su observancia con medidas legislativas y de otra índole adoptadas progresivamente en conformidad con diez principios que establece.

Al adoptarse treinta años después la Convención de los Derechos del Niño, este instrumento jurídico internacional estableció mayores precisiones de estos derechos y el compromiso vinculante de los gobiernos que aprobaran y ratificaran la misma. Consta de dos Partes y un total de 54 artículos.

Ahora bien, cuando nos referimos a los niños y a las políticas y realidades en los distintos países en lo concerniente a los derechos reconocidos y proclamados a nivel internacional, hay que salir de las cavernas y elevarse sobre un pedestal que alcance el cielo, y sólo en voz de los poetas podremos aproximarnos a la dimensión real de estos seres sublimes: Dijo José Martí, poeta y Héroe Nacional de Cuba, que «los niños son la esperanza del mundo» y sin los niños «no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz.» Expresó Gabriela Mistral, poetisa y Premio Nobel de Literatura, que «muchas de las cosas que hemos menester tienen espera: el Niño, no. Él está haciendo ahora mismo sus huesos, criando su sangre y ensayando sus sentidos. A él no se le puede responder «Mañana». Él se llama «Ahora». Yo añadiría que «existe inocencia infinita en los niños que se asoman a la noche para contemplar la luna y soñar con tomarla para sí como un regalo y acostarse con ella entre los brazos. Luego soñar, soñar, durante toda la vida.»

¿Son compatibles estas ideas de esperanza, de ahora y de sueños realizables bajo las situaciones y condiciones que impone el clima reinante en las guerras actuales, o en las políticas sociales egoístas y excluyentes que imperan en las sociedades de muchos países, incluyendo ricos y pobres?

¿No constituye un crimen de lesa humanidad que millones de niños mueran cada año a consecuencia de enfermedades evitables, o los millones que viven, es decir, malviven en situaciones de pobreza extrema, hambre, insalubridad, incultura, maltrato y explotación?

¿Cuándo todos los gobernantes de los Estados firmantes de la ratificación de la Convención, o de los Estados Unidos, estado que no la ha ratificado, se decidirán a ofrecer, mediante leyes nacionales y medidas y programas realistas y generosos, una mejor suerte y una vida más duradera y feliz a los niños, cuyo nombre genérico general, según Gabriela Mistral, es sencillamente Ahora? En este asunto responder Mañana es demasiado tarde.

Sin embargo, en este panorama desolador, no sólo en los países pobres sino también en los más inmensamente ricos, Cuba es, según UNICEF, un ejemplo único en el mundo en cuanto a la garantía y desarrollo real de todos los niños sin excepción alguna. Sencillamente, la respuesta es que en Cuba los niños han sido para la Revolución cubana el Ayer y el Hoy, como lo serán el Mañana .

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.