Mientras China sigue afrontando sus grandes retos, directamente relacionados con su imparable crecimiento, Occidente busca contradicciones en torno a dos acontecimientos centrales en los próximos meses: el inminente Congreso del PCCh y las Olimpiadas del próximo año. El XVII Congreso del Partido Comunista Chino, que arranca el lunes, y los preparativos para los Juegos Olímpicos […]
Mientras China sigue afrontando sus grandes retos, directamente relacionados con su imparable crecimiento, Occidente busca contradicciones en torno a dos acontecimientos centrales en los próximos meses: el inminente Congreso del PCCh y las Olimpiadas del próximo año.
El XVII Congreso del Partido Comunista Chino, que arranca el lunes, y los preparativos para los Juegos Olímpicos del año próximo en Beijing, devuelven a esta potencia emergente a la actualidad informativa internacional.
Muchos analistas están protagonizando estos días un minucioso seguimiento de estos dos acontecimientos, sobre todo para denunciar lo que ellos mismo califican como fracaso de la política china o supuestas disidencias internas. Lo cierto es que esos dos hechos sí van a tener trascendencia dentro del país y también de cara a su imagen en el exterior (lo que será aprovechado, en el segundo caso, por los actuales líderes chinos, al igual que se ha hecho en todos los países que han celebrado las Olimpiadas). Simultáneamente, se están produciendo otros movimientos que se ocultan deliberadamente.
De cara al XVII Congreso del PCCh, la elección de nuevas figuras es evidente, tras la jubilación o el retiro de otros cuadros dirigentes debido a su edad. Así, se ha comenzado a hablar de que estos nuevos políticos pertenecen a la que se conocerá como «la quinta generación». Además, tras el Congreso, la figura del actual dirigente, el presidente Hu Jintao, saldrá reforzada, y la formación de la troika dirigente se completará con el primer ministro Wen Jiabao (nº 2 en la jerarquía) y el vicepresidente Zeng Qinghong (nº 5).
Tanto la ideología propia que defiende Hu Jintao como el rumbo del país sigue el curso marcado a principios de este año en la preparación del Congreso. Sin embargo, éste será el escenario donde se darán a conocer las nuevas caras de los futuros dirigentes o líderes del país (houbei ganbu). De todos los candidatos, los analistas locales señalan a Li Keqiang, Li Yuanchao, Wang Yang y Xi Jinping como figuras emergentes y que adquirirán peso en el futuro, aunque todavía a la sombra de Hu Jintao. Todos ellos cuentan con importantes puestos administrativos, experiencia de mando y estudios académicos, y tres de ellos, además, han desarrollado su carrera política desde la rama juvenil del PCCh. Tras el Congreso, Hu Jintao logrará equilibrar a su favor la balanza de poder, sobre todo después de haber desactivado el peso político del llamado «Grupo de Shanghai» y del nombramiento de esos nuevos líderes para el Politburó del PCCh. Otra figura que conviene seguir es la de Xi Jinping, nombrado recientemente secretario del partido en Shanghai, y considerado próximo a las tesis del vicepresidente Zeng Qinghong. A pesar de que no accederá al Politburó su carrera política apunta más hacia el XVIII congreso, a celebrar en 2012, dentro de 4 años.
A lo largo de estos años el presidente Hu ha logrado hacer frente a diferentes crisis; así, en 2003 superó la epidemia del SARS, ese mismo año la crisis política de Hong Kong acabó aumentando su popularidad en esta región con estatus especial, y tanto a nivel interno como externo ha reforzado el control de la situación. Por todo ello, tras este Congreso, lejos de un enfrentamiento entre diferentes facciones, asistiremos a «un compromiso entre ellas dentro del partido», en aras a un equilibrio beneficioso para todas ellas y sobre las que se impondrá la teoría política que defiende Hu: «construir una sociedad socialista armónica» y «buscar un mundo armonioso».
A nivel interno, los dirigentes chinos levan tiempo buscando también corregir los errores del pasado reciente, y sobre todo se han volcado en la lucha contra la corrupción en los aparatos administrativos y estatales. Han buscado una mejor comunicación y colaboración entre Beijing y las autoridades locales y provinciales, un asunto vital para resolver esa plaga que afectaba a China.
También se han dado recientemente importantes avances para buscar que la asistencia sanitaria alcance a toda la población. Tras algunas medidas adoptadas en el pasado, ésta había perdido el carácter universal que le confirió la revolución de Mao, y con este nuevo programa piloto se pretenden recuperar algunas de las raíces socialistas de China y hacer llegar esa asistencia médica a las zonas rurales y desempleados del país.
En política exterior, China no cede ante las presiones de EEUU y sigue afianzando y modernizando su Armada (el Ejército de Liberación Popular – PLA- recientemente ha cumplido ochenta años), al tiempo que prioriza los avances en torno a la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO) que puede mostrarse en los próximos años como una importante alternativa a la OTAN occidental. Y en materia económica, la presencia de China por todo el mundo continuará con su a todas luces imparable avance.
En este sentido, llama la atención el temor que genera esta pujanza entre los países occidentales, que ven con asombro que China está presente en muchos lugares donde hasta la fecha las relaciones prioritarias de los países locales eran con Occidente y ahora han cambiado las tornas. Los productos chinos han invadido los mercados internacionales y han logrado que buena parte de la sociedad occidental (fundamentalmente la norteamericana) se haya convertido en adicta a sus productos. Como decía un académico norteamericano, «los norteamericanos no pueden controlar su adicción a consumir productos chinos, pero, además, incluso el sector corporativo que dirige el país tiene una adicción igual o mayor hacia lo mismo».
Utilizando una metáfora, señalaba que «si hace 150 años occidente sojuzgó y humilló a China a través del opio, hoy es Occidente (y sobre todo EEUU) el adicto al consumo de productos baratos chinos y a los beneficios que generan». China no necesita de su Armada para imponer esa adicción, su «guerra del opio» la lleva adelante a través de los barcos cargados de contenedores con sus productos que llegan a los puertos occidentales y mostrando y devolviendo la otra cara de la moneda en esos lugares.
Probablemente tras el Congreso y a falta de «carnaza informativa» algunos sesudos analistas se centrarán en criticar la preparación de los Juegos Olímpicos, utilizando para ello parámetros en torno a los excesos cometidos por el Gobierno chino o a la planificación «salvaje» de los mismos. Llama la atención que esos mismos analistas no utilicen la misma vara de medir (y a pesar de ser coyunturas y realidades muy diferentes) ante las atrocidades que se hicieron en México o en Barcelona, por citar dos ejemplos, en sus respectivos preparativos olímpicos.
Habrá tiempo de volver a los juegos Olímpicos, pero en pleno Congreso del PCCh, y después de todo, lo que nadie pone en duda es que los cinco próximos años van a estar marcados por «el sello Hu Jintao» y que China sigue afianzando su propio rumbo.
Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)