Trump ha dejado claro que quiere marcar el comienzo de una nueva Edad de Oro del imperialismo. Con la OTAN a su disposición, ¿qué significa este nuevo hiperimperialismo para el resto del mundo?
Queridas amigas y amigos:
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
Donald Trump regresó a la Casa Blanca con un golpe resonante. Su equipo le presentó un decreto tras otro, los cuales firmó con gesto teatral antes de tomar el teléfono para ladrar órdenes a daneses, panameños y colombianos, exigiendo esto, aquello y lo de más allá, lo otro y lo de más acá. Las cosas que, según él, Estados Unidos merece.
En la narrativa de Trump, Estados Unidos vivió una Edad de Oro. Ahora, el país se ha convertido en el símbolo de su ansiedad. Su eslogan, Make America Great Again [Hagamos a Estados Unidos grande otra vez], no oculta su preocupación por el declive: “Hacerlo grande de nuevo”, dice, “porque ya no lo es, aunque debería serlo, y yo lo haré grande”. Quienes le siguen saben que, al menos, ha sido honesto en su evaluación del declive. Muchxs pueden sentirlo en sus cuentas bancarias, demasiado mermadas para alimentar a sus familias, y pueden verlo en la deteriorada infraestructura que les rodea. La metanfetamina y el fentanilo adormecen el dolor, mientras las nuevas canciones de Estados Unidos se lamentan de la incertidumbre, de cómo incluso sus “sueños se están agotando”. Un avión de pasajeros choca con un helicóptero del ejército, y Trump sube al podio de la sala de prensa de la Casa Blanca para culpar del accidente a la contratación de personal incluyendo criterios de diversidad. “Los genios deben estar en el control del tráfico aéreo”, dice. Pero el hombre que estaba en el escritorio esa noche hacía el trabajo de dos personas debido a los despiadados recortes que comenzaron décadas atrás, con la eliminación de la Organización Profesional de Controladores de Tráfico Aéreo (PATCO) impulsada por Ronald Reagan en 1981. Fue Reagan quien presentó al mundo por primera vez el lema de Trump: Make America Great Again.
La realidad es fea. Es mucho más fácil entregarse a la fantasía. Trump es el mago que maneja esa fantasía. Todo se ha deteriorado, no por el ataque a los sindicatos, la austeridad que siguió o el auge de los tech bros , cuya parte del superávit social es escandalosa y que llevan décadas en huelga de impuestos. La fantasía de Trump es incoherente. ¿Cómo, si no, podría Trump haber ascendido a Elon Musk, símbolo del declive, a agente de transformación de una nueva Edad de Oro?
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Hay locura, sí. Pero el imperialismo siempre ha estado teñido de locura. Cientos de millones de personas, desde América hasta China, han sido asesinadas o sometidas para que una pequeña parte del mundo —el Atlántico Norte— pudiera enriquecerse. Eso es una locura. Y funcionó. Hasta cierto punto, sigue funcionando. La estructura neocolonial del capitalismo sigue intacta. Cuando un país de África, Asia, América Latina o las islas del Pacífico intenta afirmar su soberanía, es defenestrado. Golpes de Estado, asesinatos, sanciones, robo de riquezas… son solo algunos de los instrumentos utilizados para sabotear cualquier intento de soberanía. Y esta estructura neocolonial se mantiene gracias a la división internacional de la humanidad: unos siguen creyéndose superiores a otros. En nuestro estudio Hiperimperialismo: una nueva etapa decadente y peligrosa, mostramos que los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN+) representan más del 74% del gasto militar mundial. Aunque China representa el 10% y Rusia el 3%, seguimos oyendo que son China y Rusia las amenazas, y no la OTAN, que, dirigida por Estados Unidos, es de hecho la institución más peligrosa del mundo. La OTAN ha destruido países enteros (Yugoslavia, Afganistán y Libia, por ejemplo) y ahora, con arrogancia, amenaza con guerras contra países que poseen armas nucleares (China y Rusia). Trump grita al viento:
Queremos el Canal de Panamá.
Queremos Groenlandia.
Queremos llamarlo Golfo de América.
¿Por qué deberían sorprender estas demandas? Panamá formaba parte de la República de la Gran Colombia desde 1821, cuando la región —bajo el liderazgo de Simón Bolívar (1783-1830)— se independizó del Imperio español. El interés por construir un canal a través del istmo de Panamá para acortar las rutas marítimas entre los océanos Atlántico y Pacífico y evitar el largo viaje alrededor de Sudamérica surgió a principios del siglo XX, décadas después que la Gran Colombia se disolviera en lo que hoy son Panamá, Venezuela, Colombia y Ecuador. En 1903, las intrigas de Francia y Estados Unidos, junto con una intervención de la marina estadounidense, condujeron a la secesión de Panamá de Colombia. El nuevo gobierno panameño cedió a Estados Unidos la Zona del Canal de Panamá, lo que supuso el control total del istmo desde 1903 hasta 1999, cuando Estados Unidos “devolvió” el canal a la jurisdicción panameña. Téngase en cuenta que, en 1989, cuando su antiguo activo de la CIA, Manuel Noriega, ya no les convenía, Estados Unidos invadió Panamá, lo capturó y lo encarceló en Miami, Florida, luego lo liberó para que muriera en Ciudad de Panamá en 2017. El actual presidente de Panamá, José Raúl Mulino, inició su trayectoria en el gobierno durante el mandato de Guillermo Endara, quien juró su cargo en una base militar estadounidense en 1989, mientras Noriega era trasladado a Florida. Estos hombres están íntimamente familiarizados con la lógica de dominio con que Estados Unidos mira a su tierra. No es solo Trump quien “quiere” el Canal de Panamá. Es toda la historia del trato de Estados Unidos a América Latina —desde la Doctrina Monroe hasta hoy— condensada en una frase: Queremos el Canal de Panamá.
La memoria es frágil. Está moldeada repetidamente por medias verdades y evasiones. Bajo la realidad superficial de los acontecimientos se esconden estructuras más profundas que influyen en nuestra forma de ver las cosas. Las viejas ideas coloniales de benevolencia occidental y salvajismo nativo afloran en el momento de la interpretación.
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En 2004, un año después de que Estados Unidos y sus aliados iniciaran una guerra de agresión contra Irak, el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, fue entrevistado por Owen Bennett-Jones, de la BBC. Parte de esa conversación trató sobre la guerra contra Irak:
Owen Bennett-Jones (OBJ): Entonces, ¿usted no cree que había autoridad legal para la guerra?
Kofi Annan (KA): Declaré claramente que no estaba en conformidad con el Consejo de Seguridad, con la Carta de la ONU.
OBJ: ¿Era ilegal?
KA: Sí, si lo desea.
OBJ: ¿Era ilegal?
KA: Sí, he indicado que no estaba en conformidad con la Carta de la ONU. Desde nuestro punto de vista y desde el punto de vista de la Carta, era ilegal.
Si la guerra fue ilegal, una guerra de agresión entonces debería haber tenido consecuencias. Ese era el propósito del Tribunal de Nuremberg de 1945-46. El exceso de muertes debido a esa guerra supera ya fácilmente el millón de personas, con millones más afectados negativamente por la destrucción de infraestructuras. Si se tratara como una guerra de agresión, ¿podrían sus arquitectos (George W. Bush y Tony Blair) pasearse por el mundo con sus sonrisas de mil dólares y sus elegantes trajes a medida? Ni se enfrentaron a órdenes de detención del Tribunal Penal Internacional, ni sus países fueron llevados al Tribunal Internacional de Justicia para ser juzgados. Bush se enfrentó a los zapatos de Muntadhar al-Zaidi en 2008 cuando fue a Bagdad, mientras que Blair, durante la Investigación de la Guerra de Irak en 2012, fue sorprendido por David Lawley-Wakelin, quien salió de detrás de una cortina y dijo, “Este hombre debería ser detenido por crímenes de guerra”. Ni los zapatos golpearon a Bush, ni Blair fue arrestado. Ahora, Blair se ha transformado en un pacificador y Bush se ha perfilado como un anciano estadista.
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Tetsuya Fukushima (Japón), Sin título (un círculo rojo), 2015.
El juez Robert Jackson en su discurso de apertura de tres horas del Tribunal de Nuremberg en 1945, dijo:
La civilización se pregunta si la ley es tan rezagada como para ser totalmente impotente para hacer frente a crímenes de esta magnitud cometidos por criminales de este orden de importancia. No espera que pueda hacer imposible la guerra. Sí espera que vuestra acción jurídica ponga las fuerzas del derecho internacional, sus preceptos, sus prohibiciones y, sobre todo, sus sanciones, del lado de la paz, para que los hombres y mujeres de buena voluntad, en todos los países, puedan tener “permiso para vivir sin permiso de nadie, al amparo de la ley”.
El verso que citó el juez Jackson es del poema de Rudyard Kipling The Old Issue[El viejo conflicto] (1899), muy leído en la década de 1940. Dos años antes de la declaración inicial de Jackson, el primer ministro británico Winston Churchill citó el mismo poema en su discurso en la Universidad de Harvard para señalar que existen, dijo, “concepciones comunes de lo que es correcto y decente” que dotan a los seres humanos de “un severo sentimiento de justicia imparcial… o como dijo Kipling: “Dejar vivir sin el permiso de nadie, bajo la ley”. La concepción de Churchill de lo que era “correcto y decente” se resume en su opinión, dos décadas antes, cuando, al tratar la rebelión kurda en el norte de Irak, escribió que estaba “totalmente a favor de utilizar gas venenoso contra las tribus incivilizadas”.
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Sería importante desplazar el énfasis de Nuremberg, relativamente conocido, a los menos renombrados juicios por crímenes de guerra de Tokio. Allí, el tribunal decidió castigar a los líderes militares cuyas tropas cometieron atrocidades. El general Tomoyuki Yamashita comandaba el Decimocuarto Grupo de Ejército del Ejército Imperial Japonés, que operaba principalmente en Filipinas. Tras su rendición, el general Yamashita fue acusado de permitir que sus tropas cometieran atrocidades contra civiles y prisioneros de guerra. Fue ejecutado el 23 de febrero de 1946. Nadie afirmó que el general Yamashita infligiera personalmente dolor a nadie: se le acusó de “responsabilidad de mando”. En 1970, el principal fiscal militar en Nuremberg, Telford Taylor, reflexionó que “no había ninguna acusación de que el general Yamashita hubiera aprobado, y mucho menos ordenado, estas barbaridades, y ninguna prueba de que las conociera más allá de la inferencia de que debía conocerlas debido a su magnitud”. Fue ahorcado porque, como señaló el tribunal de Tokio, el general Yamashita “no controló eficazmente a sus tropas como requerían las circunstancias”. Taylor escribió estas palabras en su libro Nuremberg y Vietnam: una tragedia americana, ya olvidado. En él abogaba no solo por procesar a los políticos y generales estadounidenses, sino también a los aviadores estadounidenses que bombardearon objetivos civiles en el norte de Vietnam por haber participado en el delito de “guerra agresiva” de la época de Nuremberg.
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A mediados de enero, Alex Morris, de Declassified UK, se enfrentó al general israelí Oded Basyuk cuando se dirigía a reunirse con el Ministerio de Defensa del Reino Unido y el Real Instituto de Servicios Unidos. El general Basyuk ha supervisado el genocidio de palestinxs y está siendo investigado por crímenes de guerra por el Tribunal Penal Internacional. Sin embargo, allí estaba, en las calles de Londres, de camino a reunirse con los altos funcionarios del Reino Unido en el ejército. Las órdenes de detención de la CPI contra el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu fueron anuladas por Polonia y Estados Unidos, haciendo polvo los Tribunales de Nuremberg y Tokio. Lamentablemente, los Principios de las Naciones Unidas para la lucha contra la impunidad (2005) no son jurídicamente vinculantes.
La sangre correrá por las avenidas en algunas partes del mundo. En otras, el champán llenará las copas.
En 1965, durante la guerra entre India y Pakistán, Faiz Ahmed Faiz escribió un poema titulado “Apagón”:
Desde que nuestras luces se apagaron
He estado buscando una manera de ver;
Mis ojos están perdidos, Dios sabe dónde.
Tú que me conoces, dime quién soy,
quién es amigo y quién enemigo.
Un río asesino se ha desatado
en mis venas; el odio late en él.
Sé paciente; vendrá un relámpago
de otro horizonte como la mano blanca
de Moisés con mis ojos, mis diamantes perdidos.
Encontremos nuestros diamantes perdidos.
Cordialmente,
Vijay
Fuente: https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/boletin-encontremos-diamantes-perdidos/